Adentrarse en Luz y oscuridad, una continuación es un ejercicio complejo, por dos razones: la primera porque la autora decide mantener el tono y estilo que Sōseki imprimió en los primeros 188 capítulos de esta novela inconclusa (un escrito inacabado de 1916). La segunda porque este libro parece estar plagado de fórmulas y formas de una cultura que, a pesar de todo, puede resultarnos extraña. La tensión de lo prohibido, de lo no dicho –o de lo dicho y ocultado– se despliega en código permanente.
Unos recién casados en un Japón de principios del S XX, atravesados por tradiciones que exigen y demandan un respeto y una manera de actuar en la que las formas deben ser cuidadas, ante todo. Una mujer de clase alta, entrometida y quizás entregada al maniqueísmo por puro aburrimiento. Una invitación al esposo a recuperarse de un accidente en un hotel entre las montañas, con cascada y montañas en la cercanía. Un encuentro con quien fuera su primer amor, quizás una muchacha a la que nunca dejó de amar... En esa tensión permanente, entre corazones rotos y músculos por romperse, se sucede esta novela en la que la acción parece moverse entre neblinas, casi onírica por momentos, en la que hay miradas, llanto en la oscuridad, sensaciones al borde del pecho, acciones que pujan por salir a reventar cuánto encuentren a su paso... Aunque todo como acción latente, no realizada.
Tanto Tsuda (neo-esposo) como Kiyoko, e incluso O-Nobu (neo-esposa) se muestran y ocultan en un juego de sombras en el que parecen ser manejados por unos hilos externos. Es el deseo de un jugador-otro que hace y deshace a su piacere. Por eso, separa a unos recién casados (Tsuda y O-Nobu) poniendo en riesgo no solo el honor, sino el futuro de más de una familia, envía a un hombre joven a enfrentarse con un viejo amor y se regodea frente a esa obra de teatro macabra en la que la inmersión no es algo sobre lo que los protagonistas puedan decidir.
Las danzas y movimientos entre personajes, en un principio, podrían parecer extraños para un lector poco familiarizado con la cultura nipona aunque, como suele suceder, una vez que una entra en las lógicas-otras entonces solo hacen falta unos pases por la cascada y por unas montañas de retiro termales para entrar en la sintonía de La novela. Las ropas y los secretos se vuelven un modo de registrar lo narrado, junto con los silencios y murmullos de cada uno de los personajes.
Ahí aparece el real disfrute y la entrega, con un pocillo de sake en la mano –imaginario o no– a un ritmo distinto de narrar, dónde lo que parece a punto de estallar no rompe, y lo que asemeja estabilidad se quiebra ante la sorpresa de quien se hunde en la luz y la oscuridad del dúo Sōseki-Mizumura. La montaña como lugar de la muerte, aunque también del renacer, es el escenario donde su hunden Tsuda y O-Nobu, y el lector sabe que de ese lugar solo pueden a salir dos seres completamente transformados.
10 de septiembre, 2025
Luz y oscuridad, una continuación
Minae Mizumura
Traducción de Tomoko Aikawa
AH, 2025
376 págs.