Se trata de un adolescente de catorce años, que se mira desnudo al espejo, con suspicacia, con anhelo y asco: descubrirán mi lunar entre los omóplatos, piensa, y nadie me deseará. Si no me quieren como hombre, imagina, puede que me quieran como mujer, y se prueba, ante su propia mirada, la toalla como turbante. Se trata de un adolescente sensible, y su vínculo ambivalente con un padre asocial y noctámbulo, lleno de dinero, con una madrastra que ha sabido interpretar con precisión su rol para permanecer en la high society de una ciudad del Medio Oeste norteamericano en la década de los '50. Se trata, en suma, de la Historia de un chico, el primer tomo de la trilogía de novelas autobiográficas de Edmund White (Cincinnati, Estados Unidos, 1940), y segundo libro, luego de las crónicas Estados del deseo. Viaje por los Estados Unidos gays,que Blatt & Ríos edita del autor.
Publicada originalmente en 1982, el texto inaugura entonces la tríada autobiográfica compuesta por The Beautiful Room Is Empty (1988) y The Farewell Symphony (1997). Como una sutil novela de aprendizaje, Historia de un chico pivotea entre un puñado de núcleos semánticos que varían de acuerdo con los seis capítulos que la componen: la relación con el padre, con la madre, su enamoramiento de Tommy, su amistad con un librero y su exótica empleada, su estadía en el internado para varones Eton y la dificultad para aceptar eso que su psiquiatra diagnosticó de "mal comportamiento", un sacerdote condenó como "pecado", y el sentido común conservador de los años '60 estigmatizaba como "enfermedad": esto es, su homosexualidad.
A los siete años, el divorcio de sus padres acarrea el despertar, paulatino, de una "autoconciencia". Vive ahora con su madre y su hermana en un hotel lujoso, pero la soledad, insidiosa, comienza a horadarlo. Cena solo, esperando a que su progenitora (con quien, por otra parte, tiene un profundo vínculo de intimidad amorosa) vuelva del trabajo o de alguna cita; mientras tanto la hermana lo denigra con regularidad ("¿Te crees que me gusta que la gente sepa que eres mi hermano? (...) Eres un mariquita"); y el padre, esa presencia ausente, algo tiránica, yace sólido, con sus costumbres noctámbulas y la devoción por su trabajo, a una distancia cercana en kilómetros, pero inalcanzable en emociones.
Sin forzar demasiado las cosas, podría decirse que el aprendizaje de este narrador sin nombre implica también una nueva forma de lectura, o mejor dicho, el abandono de una lectura inocente de la experiencia. En tanto que la literatura le ha ofrecido signos claros, escenarios y personajes definidos, los vínculos humanos y las personas que lo circundan comienzan a teñirse de una opacidad ininteligible. "Donde mejor me encontraba era en el expresivo e inhumano reino de la naturaleza o en el expresivo y humano reino de los libros ─ambos mundos tan glorificados, tan ingenuos─, pero me sentía en peligro por los proyectos ocultos que otras personas trazaban a mi alrededor". A sus catorce años se materializa la ilusión de viajar a Nueva York, la ciudad en la que ─fantasea─ desplegará por fin su verdadero ser. Me teñiré el pelo ─imagina─, seré un bonito niño inglés, irreconocible para mí mismo y mi familia, o mejor, emergeré como una marimacha sagaz. Embaucado por un proxeneta, se queda sin pasaje y destierra la fantasía con el peso del Capital: se paga un prostituto ─rubio─ por ocho dólares. Aprendizaje doloroso en el que se imbrican el deseo, el dinero, el sexo, y las tramoyas del mundo adulto.
Por momentos, White narra con una calidez distante, deteniéndose con medida voluptuosidad en los retratos y cuerpos que le son de interés, y permitiéndose, al rememorar el encuentro sexual con Kevin, su primer amor, una leve ─solo una leve─ interjección de placer. Como si algo del decoro de las "fantasías románticas" del protagonista perdurara en la escritura (y en la delicada traducción de Mariano López Seoane y Mauro Gentile).
Rodeado de varones en Eton, preocupado porque el deseo hacia los hombres no disminuye, llama por teléfono al padre, para que pague por sus consultas al psiquiatra que ha comenzado a ver. En principio, se ha logrado un objetivo, afirma, desembarazarse del vínculo estrecho con su madre. "─Pero mira, papá, ─le dice, utilizando la jerga del médico─ es que he internalizado a mi madre y, cuando me enamoro, proyecto su imagen introyectada...". ¿Cuándo te enamoras? Lo interrumpe el padre. Ningún hombre verdadero habla de amor, ni mueve "un solo dedo para atraerlo". En esa distancia insalvable se condensa gran parte del conflicto emocional de la historia de este chico. Él no encuentra nada en mi naturaleza, reflexiona el protagonista, que sea de su agrado: a diferencia de él, yo pienso en arte, no en negocios; en libros, no en cosas; en hombres, no en mujeres; en sentimientos, no en dinero. De eso hablaba, papá, cuando hablaba de amor.
21 de julio, 2021
Historia de un chico
Edmund White
Traducción de Mariano López Seoane y Mauro Gentile
Blatt & Ríos, 2021
276 págs.