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Especial

Manuel Alemian


Silvio Mattoni


Este libro tiene la forma, la apariencia de un conjunto de poemas breves, algunos brevísimos, pero quizás sea otra cosa. Por el puñado de versos que aparecen en cada página, podría hacer pensar en el máximo modelo de la poesía sintética, el haiku. Pero no hay nada especial en el libro Especial, y por eso sería un tipo de haiku inespecífico, vaciado de todos sus rasgos. No hay paisaje, salvo en ocasiones un bar, el nombre del bar de una esquina porteña; tampoco hay estaciones del año, las palabras que las indican, meses, flores o climas; tampoco está, ni de cerca, el esquema rítmico, alguna clase de métrica, aun cuando algo parece respirar en las frases y los versos, en su separación que al final se vuelve unión, con la llegada del blanco que impone silencio. Del haiku solo quedaría el gesto, la notación, el pensamiento del instante, aunque también falten casi siempre las cosas concretas.

Se dice “todo”, “nada”, “algo”, “mucho”, en estos poemas que se arriesgan a lo más indefinido. Marina Mariasch lo define en el prólogo: “Especial usa todas las palabras prohibidas por comunes, por inespecíficas”, y después se pregunta: “¿cómo lo hace? Corre esas palabras de su uso corriente”. Sacadas de su curso entonces, las palabras inespecíficas, que no son cosas, se convierten en otras cosas. Todo es todo y nada es nada, en poemas donde todo empeora, se siente empeorar, o en los que no pasa nada, porque no se piensa en nada. Al lado de este flujo indeterminado, en dosis mínimas, otra corriente trae cosas concretas, pero aisladas, separadas de toda escena y de todo acto. Como en este poema no verbal, titulado “Viernes”: “Sábalo,/ asado.” O bien, el paisaje de la nada se instala en un bar, a la mañana muy temprano: “De los seis clientes que hay,/ tres miran televisión,/ natación”". Es un haiku escrito sin pensar en nada, y que refleja la nulidad de la media docena de cuerpos presentes: un deporte desapasionante, difícil de mirar con atención. Pero el que escribe mira, los mira, y anota, encuentra una rima y tal vez involuntariamente dos octosílabos que arman dos frases, relativas entre sí, antes de que la sorpresa se exprese en una sola palabra.

En otro poema, ya el título sin verbo es la suma de lo inespecífico: “Todo al mismo tiempo ahora”. Surge la pregunta: ¿qué es todo y cuándo es ahora? Pero el poema está hecho de cuatro preguntas, que indican estados. ¿Acaso el que escribe es presa súbita de cambios de estado o de uno dominante que lo arrebata? “¿El poder de la mente?/ ¿La fuerza de la voluntad?/ ¿El torrente de sangre de la pasión?/ ¿O la muerte, la muerte lenta?” Sin embargo, aquí los versos no son equivalentes, van cobrando mayor intensidad, porque ni mente ni voluntad son más que facultades abstractas, partes imaginarias de un sujeto que a veces piensa, o que apenas habla, o que escribe poquísimas palabras en silencio, y por otro lado, en lo inadvertido de sus notas, la sangre, el flujo, la pasión que invade todo, tal vez. Pero al final, como todo último verso, se trata de la muerte, eso que tarda en llegar, que escapa de toda anotación. Y ahora, en cuatro líneas, el que piensa y el que quiere, el que siente y el que muere, se encuentran, son todo al mismo tiempo.

Curiosamente, también la literatura puede ser un objeto cualquiera, no especificado, como quien dice la palabra “obra” o solo se refiere a algo que hace, una ocupación del tiempo. En cambio, el que escribe sí se presenta, se recuerda, se acuerda de otro que escribió, como en el poema “Carlos, un rayo luminoso”, que se resume en el gesto de devolver un título a su referencia: “No hay nada nuevo/ bajo este sol tremendo,/ pero hay sol”. Carlos Busqued, autor de Bajo este sol tremendo, aunque esté muerto, puede seguirse pareciendo a ese rayo, para el que anota y sigue anotando.

El tono de las notaciones puede ser sarcástico o iracundo, como en un paso de comedia, porque el personaje escribe, en un momento, dos frases o tres, muy cortas, versos de arte menor, pero la sorpresiva aparición de algo, una incertidumbre, un golpe de vista, una cita inesperada, le devuelven su propia imagen, pero invertida, como si pudiese entonces sentir la gracia de lo que hizo, de lo que dejó de hacer para leer. No obstante, entonces, entre el poeta cómico y el lector concentrado, en el mismo bar de siempre, una fuerza irrepresentable cobra forma, el impulso originario, acaso torrentoso, se convierte en palabras, solitarias, rodeadas de un blanco estremecedor. ¿Puede ser una tragedia, tal vez, encapsulada en un haiku sin paisaje? El poema Tragedia“, hacia el final del libro Especial, dice: “Ahora escribo algo/ que se lee en un libro./ Pero ahora pasa algo/ que se lee en el aire.” Lo que escribe parece convertirse en algo leído, pero siempre, ahora, pasa otra cosa, que está escrita en el aire y, si la hubiera, evocada por la sed tremenda, podría también escribirse en el agua.

20 de agosto, 2025

Especial. Nebliplateada.jpg

Especial
Manuel Alemian
Ediciones Nebliplateada, 2025
124 págs.

Crédito de fotografía: Mario Varela.


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