Ante la lectura de A contraluz de Rachel Cusk (Canadá, 1967), bien se podría parafrasear a Groucho Marx, aclarando que su libro se comporta como una novela más de escritores que escriben sobre la vida de escritores; incluso puede ser tenida como una novela más de escritores que escriben sobre la vida de escritores; aunque esto de ninguna manera debería engañarnos: ¡la novela de Rachel Cusk es una novela más de una escritora que escribe sobre la vida de una escritora!
Incluso de este modo, la narradora canadiense logra sacarle agua a las piedras porque lo que torna suficiente a su denodado esfuerzo reside en que ha sido ejecutado desde una perspectiva desafectada en cuanto al carácter biográfico del narrador. A diferencia de otros libros que abordan la temática, poco o nada nos enteramos de la vida de quien registra impresiones, ya que en este caso son las impresiones de los otros, algo que bien puede llegar a tomarse como un ejercicio productivo en vías de colmatar un espacio que el propio pulso narrativo va generando. Es por lo tanto una escritura (y por decantación una escritora) sin ego, cosa poco frecuente en este presente cargado de desarreglos afectivos y de megalomanías varias. Entonces, el sentido del título (Outline en el original) cobra aún más fuerza puesto que su personaje se define a partir de los restos, entendidos como fragmentos de vida, que otros van dejando por su camino y por donde lo que se va erigiendo sucesivamente es el contorno o perfil. Algo que solo es posible vislumbrar a contraluz.
En el derrotero que une Londres con Grecia nuestra heroína se encuentra con personajes, las más de las veces anodinos, pero con “una historia que contar”. Siendo ésta una mujer receptiva, permite, incluso alienta, a que sus interlocutores den grandes rodeos, tomen reparos, justifiquen (o no) su presente o simplemente hablen sin cuestionamientos de ningún tipo y encima todo esto lo hace casi sin despeinarse. En sentido general se sigue de cerca una historia que se ata a la otra y sin darnos cuenta un libro aparece ante nuestros ojos. Aquí también hay una ética y una musculatura que caracteriza al escritor profesional y que es debido señalar.
Muchas veces se ha dicho de Cusk que trata sus temas yendo a contramarcha de lo establecido, y sus opiniones (sobre la maternidad o sobre el feminismo) han causado algún que otro revuelo, necesario por otra parte para justificar su presencia en la prensa internacional. Aquí parece haber arreglado cuentas con todos porque inclusive en su novedosa tentativa de diluir el ego del escritor se nota una corrección formal y un sano conocimiento de los usos y costumbres del buen escritor. Y ya sabemos cuál es el destino de los buenos escritores: publicaciones por doquier, invitaciones a ferias del libro o a charlas en universidades de conservado prestigio, traducciones a las lenguas más rebuscadas y una salud impertérrita al aplastante paso del tiempo.
8 de diciembre, 2021
A contraluz
Rachel Cusk
Traducción de Marta Alcaraz
Libros del Asteroide, 2021
224 págs.