Hace mil trescientos años, un historiador chino afirmó que “en la frontera oriental de la tierra de Japón hay una barrera de grandes montañas, más allá de la cual está la tierra de los hombres peludos”. Se trataba de los Ainu, llamados así por la palabra en su propio idioma que significa “hombre”.
Los orígenes de los ainu se pueden rastrear hasta el período Jōmon, unos 14.500 años antes de Cristo. Si bien la extensión del período Jōmon está en continuo debate y modificación, podemos ubicarlo en la Edad de Piedra.
Los ainu sobrevivieron hasta nuestros días. Una pequeña comunidad habita en la isla norteña de Hokkaido, en Japón. Son altos, tienen mucho pelo y largas barbas onduladas. Pero además de sus rasgos físicos, se diferencian por su cultura y por su lengua, que no puede ser asociada con ninguna otra lengua asiática. Hoy, pocos Ainu hablan su propio idioma. Para las nuevas generaciones, el ainu es una segunda lengua, por lo que se encuentra en peligro de extinción.
Chiri Yukie (1903-1922), la autora de Cantos de dioses ainu, tiene antepasados ainu, se crio escuchando las canciones de su pueblo. La tradición ainu es una tradición oral, debemos a Yukie poder asomarnos a ellas.
Cantos de dioses ainu retrata un mundo antiguo y salvaje, a partir de trece canciones de dioses. Cantan el búho, el zorro, el conejo, el demonio del pantano, el lobezno, el mar, el sapo, el pequeño okikirmui, el hurón de río, el mejillón de pantano.
Los animales poseen emociones y conocimientos similares a los de los seres humanos. La mayoría de los cantos son narrados por los propios animales, en primera persona, que les comunican a los seres humanos lo que piensan y sienten.
“Gotas de plata caen y caen en derredor: El canto que canta en persona el dios búho” es la canción que abre la colección, y quizás la más conocida de todas. Cuenta que el dios búho visitó el país de los humanos. Batiendo alas hizo que sonara una hermosa melodía y que en torno a él se esparcieron tesoros divinos. Las personas que antes eran pobres se vuelven ricas, gracias a su intervención. Desde entonces, en la aldea todos son una familia. “Yo también doy mi respaldo a los humanos. El país de los humanos siempre amparo”, dice el dios búho en su canto.
Mientras algunos animales, como el búho, organizan banquetes de vino en los hogares humanos, otros se comportan como animales “verdaderos”, y entonces corren, vuelan o nadan en su entorno. En este mundo extrañísimo, es difícil comprender los motivos detrás de algunos comportamientos. A veces, los humanos y los animales se tratan con profundo respeto y consideración; otras veces, quedan envueltos en una violencia irracional que acaba con la muerte.
La edición de Editorial Duino de Cantos de dioses ainu es bilingüe, como dice la tapa, pero con una particularidad: el libro no recoge el japonés de Chiri Yukie, sino el ainu en la transposición lingüística que ella misma perfeccionó. Un enigma semánticamente indescifrable, sin lectores competentes en este rincón del mundo, pero con un texto apto para la dicción. Un idioma vuelto música, solo sonido, que puede ser leído y escuchado.
Los ainu despertaron el interés de los primeros viajeros europeos, muchos los han descripto en sus crónicas y diarios. Basil Hall Chamberlain, uno de los primeros orientalistas, consagró varios libros a su idioma, a sus fábulas y a sus costumbres. Lo que hay que decir de inmediato es que se trata de textos que tienen más de ciento treinta años, y entonces no consiguen evitar el “positivismo decimonónico”, como lo llama Gustavo Beade, traductor de este libro y autor del estudio preliminar y las notas. No todos podían tener “la pluma caballeresca” de Lafcadio Hearn, que se enamoró y supo enamorar de Japón.
Como ocurrió en otros lugares del mundo con las culturas originarias, los ainu fueron un pueblo sometido. La situación comenzó a cambiar en los últimos tiempos. Hoy tienen representación en el parlamento japonés y ha surgido un gran interés por el estudio y la recuperación de su cultura y su lengua. Los ancestros de Chiri Yukie pueden sonreír satisfechos: ella cumplió su papel como representante de una milenaria tradición de bardos encargados de la transmisión y preservación de los antiguos poemas, como anota Gustavo Beade en su estudio preliminar. Beade y Editorial Duino también tienen su parte en esa cadena. Sospecho que con esta edición en castellano, que se suma a otras en diferentes idiomas, la cultura ainu está a salvo de la extinción.
Cantos de dioses ainu
Chiri Yukie
Traducción, estudio preliminar y notas Gustavo Beade
Duino, 2021
186 págs.