Sin estridencias, fiel a una prosa tan precisa como despojada, Sebastián Martínez Daniell ha ido publicando algunas de las narraciones fundamentales de la literatura argentina de su generación. Con un humorismo más sutil que en Semana, menos digresiva que Dos Sherpas, Desintegración en una caja, su cuarta novela, despliega algunos de los elementos que caracterizan su escritura: los personajes solitarios, las indagaciones en torno al tiempo, el ambiente enrarecido que escapa a las pretensiones realistas, la construcción de capítulos breves que, en su autonomía, bien podrían leerse como cuentos.
Desintegración en una caja es una novela familiar que trabaja a partir de las ruinas del conjunto social. No sólo por su ambientación en un cercano futuro distópico, sino porque las propias relaciones familiares están desarticuladas con respecto a cualquier tipo de organicidad más o menos armónica. En este sentido, novela exige ser leída en clave política. No tanto por el remanido y perezoso slogan “lo familiar es político”, sino, más bien, porque este futuro está creado a imagen y semejanza de nuestro presente neoliberal: cierre de universidades y hospitales públicos, pequeños comercios devorados por grandes cadenas, privatizaciones a granel, la ley del sálvese quien pueda como único mandato válido para la convivencia. Como los grandes escritores argentinos que abordan lo político sin desentenderse de la especificidad literaria (Saer, Ferreyra, Fogwill), los conflictos del presente están planteados de manera indirecta, centrándose, sin sucumbir en el denuncialismo cómodo ni en un festival de consignas, en la construcción de una lengua literaria tan sutil como contundente.
Como toda novela familiar que se precie, Desintegración en una caja es un pequeño tratado sobre las posibilidades de narrar el tiempo. Pero no se trata aquí de un gesto proustiano, ni de la negación saeriana de La mayor: la novela no postula la recuperación involuntaria del tiempo perdido ni la imposibilidad total de dar con él. Más bien, lo que tenemos aquí, es un trabajo con la potencia del pasado considerado como ruina, como restos de lo que fatalmente ya no es. La desintegración no se limita sólo al ámbito familiar ni al sentimiento propio del duelo, sino que es fundamental para la construcción del ambiente ligeramente opresivo que reina en la novela. Los años inmediatamente posteriores a la Amorfia que provocó extinciones masivas y que redujo la vida humana a la supervivencia, es el telón de fondo para la historia de la desintegración familiar de la protagonista. Lo familiar y lo social reproducen sus lógicas en un universo signado por la pérdida y la desintegración. Por eso, la novela hace de lo desarticulado su forma literaria. Como una suerte de Ulises en miniatura, cada capítulo está construido en un registro diferente: la prosa poética, la confesión, la reproducción de la oralidad, las preguntas sin respuestas. En su fragmentación y en los múltiples puntos de vistas, funciona como esquirlas de una totalidad perdida.
A partir de Precipitaciones aisladas, las novelas de Martínez Daniell están atravesadas por una atmósfera melancólica. En Desintegración en una caja la melancolía está presente no sólo en el duelo de su protagonista y en el deseo insatisfecho de conocer el pasado de sus padres, sino también como dispositivo desde el que se crea el universo narrativo. En este sentido, las referencias a Desintegration de The Cure funcionan de manera semejante a los nombres de algunos tangos en la obra de Saer: referencias a formas de la cultura popular que hicieron de la pérdida una tonalidad propia. La melancolía como estilo, como ética formal frente al pasado inalcanzable.
13 de marzo, 2024
Desintegración en una caja
Sebastián Martínez Daniell
Marciana, 2023
168 págs.
Crédito de fotografía: Crhistian Brea.