“Intensidad, sentido y representación son tres elementos independientes que la narración parece convertir en uno solo, estableciendo entre ellos, como partes, relaciones de reciprocidad falsas”. En el imperativo de esta frase que figura en El sueño de la vaca y el tatuador de camellos podría resumirse el programa de articulación que, de un tiempo a esta parte, Ezequiel Alemian (Buenos Aires, 1968) ha intentado imponer en sus trabajos. Y se habla precisamente de trabajos y no ficciones porque su derrotero de escritura abarca desde ejercicios poéticos de corte oulipianos (Me gustaría ser un animal), hasta disrupciones sobre lo colorimétrico-seriado en la obra de Juan José Cambre (Un balde con papel picado), pasando también por la desopilante e inesperada interconexión necrológica que abreva de la revista Time (Died), entre otros experimentos de importante cuantía. En todos los casos un hilo dorado sostiene el andamiaje conceptual, revelando en el envés del dictum esa otra cosa que se desprende del estilo; como dijo Karl Kraus: “lo que vive del tema muere con él, lo que vive en el lenguaje vive con él”.
En esta novela de pasajes oníricos se presenta la tentativa de Notre Dame por acabar su obra maestra desconocida. Como en el homónimo cuento de Balzac, solo es posible acceder a ella mediante esquirlas o vestigios, es decir, a través pinceladas que le aportan a la trama la forma de un palimpsesto denso e intrincado. Es como si ante cada párrafo todo comenzara de nuevo: “cualquier vida es corta y transcurre lentamente. Se repite sobre las vidas de otras vidas, volviéndose indistinguible”; viendo entonces cómo el sueño se inserta en otro sueño, cómo la muñeca anida en otra muñeca cuando Notre Dame ve su obra representada en la alteridad.
Aire viciado de partículas de cocaína; una pormenorizada representación del bosón de Higgs; el desarrollo progresivo en el habla de los osos; un rostro capaz de contener una flor de humo desbordada por un exceso de la imaginación; focas de utilería; la imagen de un enano de circo que corre por los vericuetos de un intrincado laberinto de cajas de madera y voces que en su pluralidad plausible encastran el destino de una trama estructuran en El sueño... las aristas de un poliedro circense de compleja factura.
Esto hace pensar que aún es posible aportar a la profusa, aunque últimamente empobrecida república de las letras, un trabajo calculado en donde todo el tiempo el autor parece divertirse, jugando el gran juego de los maestros del nouveau roman. Con este trabajo Alemian vuelve falso lo cierto y aparente lo concreto, haciendo danzar alegremente el tripartito conjunto que conforman la intensidad, el sentido y la representación.
11 de mayo, 2022
El sueño de la vaca y el tatuador de camellos
Ezequiel Alemian
Blatt & Ríos, 2022
136 págs.