En su impresionante Esta salvaje oscuridad Harold Brodkey nos resume de manera clara lo que descubrió cuando contrajo el virus: "Asumí los primeros indicios que confirmaban que tenía sida no con la conciencia superior con la que intento escribir ficción ─no sentía ese aislamiento─, sino con una percepción diferente de soledad". Esa misma sensación de destierro, en la variante más oscura, es la que empapa el último tramo de En la sombra del sueño americano de David Wojnarowicz (Estados Unidos, 1954-1992), selección cuidada del diario que el fotógrafo, escritor, cineasta y performer llevó consigo durante treinta años y que decanta en un hálito de tristeza, coronando amargamente una vida que gozó de episodios excitantes a mansalva. Desde el registro de los momentos de ejercicio en que puso a prueba la resistencia física de su edad temprana, hasta la misiva que envía al editor francés Christian Bourgois para ver si su manuscrito tiene chances de ser publicado, pasando por las series fotográficas de Arthur Rimbaud, la vida de Wojnarowicz parecía prometerle mucho más.
En la introducción al conjunto de entradas, Amy Scholder resalta la capacidad que tenía David para "plasmar lo profundo en lo cotidiano", aunque si hacemos un repaso pormenorizado por su obra se puede pensar (siempre se puede) al revés: lo que hace Wojnarowicz en sus dibujos intervenidos o en sus instantáneas fulgurantes es llevar lo cotidiano a la profundidad misma del arte, trance intelectual complejo en el que la sensibilidad debe ser justa para no acabar como manifestación de lo kitsch. Esto no quiere decir que no haya lugar para la distensión cuando observa fenómenos y anota experiencias que se podrían juzgar, a priori, como irrelevantes; los hay, pero son quizá estos baches los que terminan por aplacar el terreno de la sensibilidad estética à venir: "de pie observaba el reflejo triple de mi figura en el cristal y [...] más allá el oscuro triángulo de los bancos del parque, neones por todas partes, el negro manto de la noche y tras ella la indiscernible línea dibujada por la ausencia de luz que es la verdadera hendidura en la memoria y los sentimientos de las últimas horas, los días pasados, semillas de un agotamientos producido por el impacto de las negras bellezas".
El diario de Wojnarowicz (un libro ideal para leer en esta época) se enmarca dentro de una constelación de obras signadas por los efectos del HIV; entre ellas podemos mencionar Al amigo que no me salvó la vida de Hervé Guibert, Paris-Austerlitz de Rafael Chirbes, el citado libro de Brodkey, o piezas del cinematógrafo como Keith Haring: Street Art Boy de Ben Anthony. Hay algo que distingue al ejercicio del hombre oriundo de Nueva Jersey del resto y es que se halla anclado a una experiencia no ficcional, es decir, no guionada en la dirección al calvario: dado que la estructura del diario se produjo bajo la progresiva forma que tenía el discurrir de la vida, el "relato" que articula un escrito alrededor del malestar queda de lado, dejándonos la simple y pura anécdota.
Siguiendo de cerca cada encuentro sexual que describe, cada carta o boceto que antecede a la tragedia personal uno intuye que todavía, en un tiempo que nos parece remotísimo, uno podía vivir intensa, íntegramente aferrado a sus convicciones. Y se podía ser feliz.
21 de julio, 2021
En la sombra del sueño americano. Diarios (1971-1991)
David Wojnarowicz
Traducción de Julio Pérez Manzanares y Cristian De Nápoli
Caja Negra Editora, 2021
328 págs.