Una de las fuerzas que sedimenta la poesía de Daniel Freidemberg piensa las resoluciones del lenguaje en la realidad, la forma de moverse con las palabras hacia las cosas y la forma en que las palabras son cosas, y allí reflexiona sobre las posibilidades y las imposibilidades y encuentra un movimiento del poema, la irradiación de la materialidad de la lengua como la luz que abastece esa tarea, y se despliega entonces en la confluencia y la disidencia de las palabras, las cosas, de todo aquello que está ahí. Nicolás Rosa en una lectura extraordinaria de Lo espeso real (1996) llamó a esto la "predicación de lo real" y colocó esa predicación en una misma secuencia con lo que está en fuga, lo que por su propia condición es inasible, y detectó que había allí un modo de la visión que llamó visión elegíaca. Esta es una de sus fuentes de abastecimiento. Digamos entonces lo siguiente: o algo vinculado a la materia, el tiempo, la incidencia de la realidad está en fuga o algo de la realidad se sustrae y no está en fuga sino sustraído. Son dos vectores que atraviesan la obra de Freidemberg, dos formas por momentos veladas, incluso opacadas por lo espeso real, pero son dos fuerzas disolutivas contra las cuales el poema mide su fuerza, sus modos de intervención o restauración y entonces su dimensión política.
Esas dos fuerzas ingresan ahora en Esa materia que se fuga y el poema, luego de atravesar textos como Diario en la crisis (1986) o En la resaca (2007), se inviste de una nueva iluminación: encuentra un recurso, una variable invariante, y desde esa posición alcanza una nueva forma de movimiento que le habilita un desplazamiento sin límites porque el poema, para pensar esa fuga, para transitar aquello que parece funcionar en una forma inasible pero al mismo tiempo pensar en aquello que se sustrae, se desprende de sus límites y salta sobre sí mismo. Esto es así, en parte, porque estos poemas se organizan en una arquitectura y se construyen en una ingeniera que les permite formularse en un solo movimiento y desplazarse en una sola figura que se acota, pero sólo para poder desprenderse. Es una arquitectura porque trabaja con dos verbos de percepción, ver y como un remanente o un aliado menor oír, que son dos verbos de información, de absorción y codificación de la realidad, y con una sola posición de enunciación. Es una fórmula, he visto, y un breve desprendimiento, he oído, y esa secuencia iterativa que define todo el decurso del texto, su cadencia y su insistencia, es el modo en que el sujeto entra y sale del tiempo, de la realidad, de las formas intangibles y de la materia. Esa resolución zanja la dinámica de un movimiento que es temporal y va hacia el pasado del sujeto, de la realidad y del poema. El sujeto y sus verbos y el poema y su tema, que es aquello que está en fuga, la materialidad que se desliza y se deshace de su materia y entonces es la materia del poema.
Se trata de un poema donde una fórmula, un recurso, le permite un movimiento constante, o mejor, lo abre a la constancia del movimiento, y esto hace que el poema encuentre una forma inagotable y se transforme entonces en la mensura de su propia extensión y su extensión no sea otra que aquella que puede recorrer, no su límite, sino el punto hasta donde puede extender su límite. El poema aquí mide su extensión contra su propio movimiento. ¿Qué significa esto? Que se desprende y se deshace del poema, deja de ser un poema sin salir del género, y puede hacer esto porque trabaja, con la serenidad cadenciosa de un orfebre, una sola figura: la enumeración. He visto, la fórmula de este libro, el movimiento que abre cada uno de los cortes, cada uno de los poemas para hacer de todo ese decurso un solo movimiento, un cauce que absorbe todos los cauces, es la secuencia que le permite al poema moverse en todos los tiempos y saltar sobre sí mismo para ser una forma que abre su frontera y que, al mismo tiempo, encuentra su forma inagotable. Inagotable aquí implica que el poema logró un recurso por el cual puede extenderse hasta donde llegue y deja de ser un poema para ser el curso de su extensión, el cauce, ahora sí, con capacidad para absorber las formas, los sentidos, los segmentos, los vectores, los poemas, la historia, todo aquello que impacta y produce ese movimiento donde, en este texto, el poema y el sujeto se fusionan y se mueven en el mismo tiempo y con la misma figura.
Seguimos de ese modo una sola secuencia que cada vez que gira con su verbo hacia el pasado hace rotar a su ángel de la historia, porque esa fuerza de remisión, ese itinerario incesante, la empuja con esa misma fuerza y la envía, ataviada por un recurso retorico, a su propio futuro. ¿Qué es lo que leemos entonces? El poema que nos dice que encontró el recurso para no cesar, para ser puro movimiento y ser, de ese modo, la aleación del sujeto en la exploración, no de sus fronteras o sus recursos, sino de las fronteras de aquello que busca explorar, aquello que lo demanda, que lo llama, lo que vio y entonces anida para darle un curso: el tiempo, la historia, los fines y los comienzos, las generaciones, la lengua y las palabras. Esto es, las formas del sentido, su vacío, sus formas sociales, sus jerarquizaciones, el progreso, las finalidades y entonces también Dios. Y en esas formas, como el movimiento perpetuo entre las formas, no vamos a encontrar el poema de la enumeración memoriosa, la acumulación de residuos o el corte de un aleph seccionado, sino el poema de la enumeración y la historia y el modo en que el poema encuentra una figura que le permite salir de sí mismo y extenderse sin otro límite que su propio movimiento. Es la forma en que estos textos trabajan ese giro del ángel del poema para dar cuenta, ahora sí, de la historia y de sus ángeles y demonios. No de los demonios del sujeto, sino de los demonios del sujeto en la historia.
Las palabras, las cosas, los libros, las generaciones, las resonancias de la literatura, esto es, todo lo que leemos, es absorbido por un movimiento que tiene el vértigo de la morosidad y explora aquello que constituye esa aleación del sujeto y el poema, lo que vio y lo que está en su expectativa y en su imposibilidad. Un explorador: algo de esto deslizó Freidembeg en una entrevista cuando, al referirse a su quehacer en la poesía, dijo que se mueve a la escritura como a un continente desconocido. El poema, aquí, recorre sus propios territorios, recorre lo que vio y lo ausculta como una forma desconocida, y entonces se libera de sus fronteras, de su régimen, se abre a una secuencia que por su propia estructura ahora es inagotable y entonces se mueve en el tiempo y coloca a ese tiempo en dos interdicciones: la interpelación y el testimonio. Parece entonces que el poema es una fuerza persistente que trabaja en el deslizamiento de aquello que está en fuga o en la restitución de aquello que de la realidad se sustrae y esa fuerza, que toma toda su vitalidad del lenguaje, es su dimensión política: trabajar con todas las posibilidades de aquello que constituye la tensión entre las palabras y las cosas, pero también de la realidad, y en ese espesor de la realidad, en lo espeso de la realidad, se trata de intervenirla, disputarla y hacer del poema esa fuerza de acción.
Es una dimensión que tiene distintas resoluciones en la obra de Freidemberg. En "No se tienen noticias de Néstor Martins", publicado en Blues del que vuelve solo a casa (1973), el poema ingresa a la realidad, interviene y disputa en la realidad aquello que fue sustraído, un abogado laboralista secuestrado y desaparecido en 1970 junto al trabajador que defendía, Nildo Zenteno. No se trata de un vector de representación sino de intervención y el poema actúa allí donde la realidad presenta ese vacío, la sustracción, y no hay ninguna forma discursiva que dé cuenta de ello, no hay ley ni forma jurídica, y no hay noticias. El poema es una fuerza en el lenguaje de intervención y disputa. Puede serlo en lo espeso real y también en el espesor político de la realidad porque se trata del sentido que deriva y se fuga o del sentido que se deshace y se astilla en su propia catástrofe. El espesor del poema está allí, puede tomar esa forma, moverse en la realidad provisto de la fuerza del lenguaje, explorar sus imposibilidades, restaurar vacíos, afrontar su propio vacío y ahora, en Esa materia que se fuga, esa fuerza en deslizamiento toma el testimonio, la expansión condensada de lo que vio, y lo fusiona con el poema y su retórica, con el poema y el fin de la retórica, con el poema y el fin del poema, para aunarse en un solo cauce y dar cuenta, con su ángel, del ángel de la historia.
Llegamos entonces con ese movimiento y ese recurso a la forma en que el poema, ese único poema que encontró la forma de su movimiento, recorre algo que aquí es un estado del mundo y de aquello que el poema reconoce como su materialidad, como lo que sedimenta su quehacer, y al mismo tiempo lo desconoce, lo explora, trabaja siempre en su estupor, y en ese asombro encuentra el haz que lo ilumina y que le permite reflexionar, que aquí significa volver sobre su propia materia para percibir su estado de fuga. Sale del tiempo, o suspende su posición en el tiempo, para recorrerlo, para ver y contar lo que vio. El estado de las palabras y las cosas, del mundo y de la vida, es también el estado de la realidad, y el poema se mueve y ausculta allí la ley del mercado, los libros de historia, la inercia de las redes, el podio de obispos, jueces y comunicadores, la saga de asesinos, y se extiende. El ángel del poema y el ángel de la historia.
La poética de Freidemberg, lo que leemos en su progresión, parece interpelar de modos distintos un nudo que se definió en un texto de Diario en la crisis, que presenta un escenario de irrupción y violencia. Abre diciendo si rompen la puerta, transcurre anidado en esa espera y cuando cierra asienta una secuencia, yo y la historia, y después un nudo, flagrante incumplimiento. Los poemas parecen renovar en cada movimiento el testeo de ese incumplimiento y se va a tratar siempre del lenguaje, de las palabras, de la forma en que el poema puede o no dar cuenta, indagar lo que está allí, explorar y moverse de manera incesante en lo espeso real, pero también en el espesor de la realidad. La dimensión política del poema, los estados de la lengua y el mundo, las cosas y la realidad, todo lo que atraviesa este cauce, ahora nos lleva a la iluminación de un recurso y una forma inagotable que guía la constancia del movimiento. Lo llamamos movimiento y sabemos que, en verdad, se trata del motor que conduce la obra de Freidemberg: la exploración.
24 de mayo, 2023
Esa materia que se fuga
Daniel Freidemberg
Barnacle, 2023
40 págs.