Abrir este libro extrañísimo, múltiple y diverso provoca, como mínimo, una incomodidad habilitante. Es que adentrarse en el sistema descentralizado de esta propuesta es una tarea de riesgo que implica corrimiento. El Indiccionario de lo contemporáneo parece venirnos a decir que justo ahí donde algunos términos ya están definidos y en la boca segura de casi todo el campo intelectual habita la paradoja. Sin dudas, hay un aspecto que se relaciona con lo dicho y no puede ser pasado por alto: muchas veces leemos textos de distintos autores, más concretamente ensayos o artículos, que están en un mismo libro como apilados; en este caso, lejos de compartir un libro como soporte material, los textos se encuentran juntos, juntos al punto de borrar la identidad de quienes escriben y desenvolverse en comunidad. La forma es el contenido y viceversa. Este libro hace teoría y la practica.
A lo largo de cada entrada de este “diccionario”, que define con la mano para borronear con el codo, se tejen una serie de nociones al calor de la barbarie, la inquietud, la insubordinación, el deseo de independencia, el deseo de leer, hablar, ver, hacer y vivir juntos. Diría que las maneras con las que desarrolla y arrolla son tres: conversación, conflicto y juego. Se plantea la escritura como un trabajo colectivo y contradictorio, un trabajo no con lo definitivo sino con las versiones. ¿Cómo vivir juntos y cómo escribir en colaboración? Dos preguntas sin respuestas definitivas pero astilladas de aristas. Se escribe y se vive contra la inocencia del lenguaje: el lenguaje como inutensillo. Todo esto en la indispensable búsqueda de nuevas maneras de construir conocimiento en instituciones públicas: escribir contra y escribir con, tensionar los entre: no solo insubordinación pura y dura, también humor y alegría.
Ahora bien, los términos que “define” este Indiccionario son seis: archivo, comunidad, destinación, lo contemporáneo, postautonomía y prácticas inespecíficas. Cada uno de estos términos, lejos de consolidarse, a la manera explicativa de la definición enciclopédica, se difuminan y se amplían, buscando no solucionar los conflictos sino más bien profundizándolos, llevándolos a nuevas latitudes y corriendo la línea de lo pensable. Respecto de archivo, el Indiccionario plantea la tensión que marca todos los modos de acumulación y archivamiento, y piensa dicha tensión como algo apaciguado por el ordenado espíritu positivista que prefirió contar el triunfo de la razón y de su orden identitario. Sin embargo, en paralelo, con y en contra, de la acumulación y capitalización (museos), aparecen otras concepciones “contemporáneas que miran a la vorágine y se instalan bárbaramente en el terreno barroso de la destrucción en tanto construcción”. El archivo, para Benjamin, no se define por aquello que guarda sino por la relación que el sujeto tiene con lo que guarda. Se piensa en un archivo que no trace una divisoria entre lo público y lo privado: en lo contemporáneo se tocan los ENTRES: un encabalgamiento entre la casa y el museo. Por otro lado, queda la posibilidad de pensar en quiénes tienen el control del archivo y cómo eso pone en juego no solo el control de aquello que puede ser dicho sino además la construcción misma de realidad.
La siguiente entrada del libro propone en torno a un término interminable: comunidad. Ya no como conjunto sino como problema y como práctica, como concepto y como realidad que marca las maneras desterritorializadas de resistencia que tienen las multitudes al control del capitalismo. La comunidad aparece como red, como posibilidad horizontal, como una manera de construir sin la necesidad de instituciones, sin planes programáticos. La comunidad es un espacio inespecífico, impropio, está escindida de las concepciones tradicionales: más que perseguir una identidad homogeneizadora, se planta en la paradoja y en la urgencia; el nosotros no se logra con la creación de un núcleo identitario nacional, sino que es el efecto de la interacción de otredades, de voces desemejantes.
La idea de comunidad se engarza más adelante con la de destinación. El hincapié está puesto en la construcción de una retórica centrada en la conversación; esto se puede ver en la aparición de la segunda persona y de la intimidad en géneros como el diario y la correspondencia. El yo no aparece como centro absoluto de la enunciación, sino que se da en relación con los otros, con la alteridad; el yo no es único, sino que se trata de varios yoes que se encuentran en tránsito. Lo que nos lleva a pensar en dos preguntas fundamentales para el hacer: quién habla en la poesía y para quién se habla.
Así, el Indiccionario llega al concepto que de alguna manera atraviesa todo el libro: lo contemporáneo. Definir este término, o cualquiera de los anteriores, para la voz colectiva del libro no solo es imposible sino contraproducente para cualquier intento de conocer el presente. Por eso lo que prima es la desestabilización, la contaminación de la especificidad, la expansión, el hibridismo, el dinamismo, la apertura, la interacción, los procesos y, como ya ha sido mencionado antes, los entres. Tensión entre lo visual y lo verbal, heterogeneidad, expansividad e inespecificidad. Lo contemporáneo aparece como una posibilidad de volver extraño al presente, de plegarlo. Las condiciones de lo contemporáneo no son la existencia en el aquí y ahora, sino una actitud de desconexión y desfase, un perpetuo desajuste con el tiempo.
Por último: postautonomía y prácticas indiferenciadas. Sobre la primera, rescata el valor provocativo del término popularizado por Ludmer, pero también lo desacraliza: si bien fue importante en su momento para empezar a pensar muchas cosas que el Indiccionarioagudiza, es necesario repensar su alcance. Y, con respecto a las prácticas inespecíficas: hace foco en el elogio de la inestabilidad, el sampleo, la erosión y la deformidad. Lo que durante la modernidad se enquisto en la noción de autoría, de autonomía y de propiedad, se problematiza y se profundiza.
La voz múltiple que recorre este Indiccionario no solo no define, sino que no resuelve los problemas que se plantean, utiliza los conceptos como trampolines para saltar las líneas que los cierran. Todo el libro, esta extraña y necesaria manera de pensar el formato, sobre todo en ámbitos académicos, no propone la lógica explicativa de muchos papers que, en su afán de explicar, aplastan. El Indiccionario de lo contemporáneo parecería decirnos que hay que consagrarse, de una vez por todas, a la caducidad.
15 de junio, 2022
Indiccionario de lo contemporáneo. Prácticas estéticas latinoamericanas en tiempo presente
Celia Pedrosa, Diana Klinger, Jorge Wolff, Mario Cámara
Traducción de María Guillermina Torres, Samanta Rodríguez, Lucía González
EME, 2021
310 págs.