Un solo poema puede ser suficiente o un verbo, una secuencia, o mejor, un poema que empieza a escribirse entre los poemas, los recorre, define su tiempo y es una progresión en la cual se desenlaza, se expande y se condensa, y es el texto inagotable que ondula con el movimiento de la obra y le da, a eso que llamamos obra, un sentido. Ese momento extraordinario de la poesía que recorre una vida con un poema es algo de lo que podemos intuir en la obra de la poeta peruana Blanca Varela (1926-2009) y seguirlo, verlo entrar y salir de los poemas, tocar los límites y resolverse allí, en un decurso que ahora podemos recorrer en Las cosas que digo son ciertas, la edición de su poesía completa. Un solo poema, una extensión que se despliega entre esa frase, las cosas que digo son ciertas, que es el título del segundo poema de su primer libro, Ese puerto existe (1949-1959), y el cierre, el último límite de la obra, donde el poema toma otro título y dice “Nadie nos dice”. Son dos formas, dos sentidos y dos posiciones de un solo verbo, decir, y entre esas posiciones leemos lo que es necesario leer: las cosas que digo y un modo de la enunciación, una voz que no se refiere a la verdad ni a la realidad, sino a lo cierto de aquello que va a decir el poema; y el cierre, donde esa misma voz, que ya es otra, dice en el poema nadie nos dice y define un estado, la finitud.
No se trata de la verdad y el referente, porque aquí la referencia es el sujeto y el poema, y tampoco se trata de la verdad de sí sino de otra forma de auscultación, porque en este decurso cuando el poema posiciona la confesión la interviene y la establece como falsa confesión (y es uno de sus títulos: Valses y otras falsas confesiones. 1964-1971) y entonces el sujeto se mueve en el poema y el poema en la lengua, y allí la poesía de Blanca Varela encuentra una de sus fuerzas de sentido. En el primer límite tenemos una forma de narrar la vida que parece tomar elementos de la autobiografía, pero es la vida del sujeto y del poema, y en el último tenemos una forma de volver sobre la vida para preguntar cómo morir sencillamente y hacerlo dos veces, porque el poema que cierra la obra piensa la finitud, pero lo hace en el estado, las formas y resoluciones de la finitud en el movimiento de la vida. Las cosas que digo son ciertas, en la apertura de la obra, presenta una primera posición y se trata de la construcción de la voz en el poema y del modo en que el poema resuelve para el sujeto un estado de la veracidad, porque lo que dice el poema se coteja en el estado del sujeto y allí esa forma de decir cosas ciertas, esa relación del sujeto con las cosas, encuentra su fuerza en el poema y el poema toma de allí su fuerza porque esa es su fuente. Y Nadie nos dice cierra la obra, lleva esa voz a su última frontera y la resuelve no en un vacío, sino en la plenitud que representa un modo del vacío que es la forma consolidada de todo aquello que el sujeto y el poema exploraron y ahora saben.
Parece entonces que la poesía de Blanca Varela nos permite recorrer, además, la extensión de un saber que persigue a lo largo de la obra una resolución, que se contradice, se horada, pero que en cada movimiento busca una forma en el género y una resolución no del sujeto en la vida, sino de la vida del sujeto. Ese saber llega en Falso teclado (2000) a su frontera y desde esa frontera vuelve a recorrer su territorio y eso implica reenviar todo el sentido de lo que leímos desde el inicio con Ese puerto existe a un nuevo sentido, no porque lo vacíe o lo deseche, sino porque lo somete a otra fuerza y esa fuerza se llama finitud, pero aquí irradia un sentido luminoso cuando el poema dice que lo que busca es una forma sencilla de morir. Es una posición liminar donde el poema parece decir al menos dos cosas: nadie nos dice nada, no hay lengua ni resolución del estado de finitud en la lengua, no hay aprendizaje, no hay pedagogía, pero hay una forma de concierto en el estado de la vida y entonces el poema, que ya había explorado el estado de la vida animal, busca allí el aprendizaje sobre las formas de morir. El poema es la lengua posible, el sentido último allí donde se vacía el sentido o el sentido se recluye y entonces, leemos en el texto, “nadie nos dice cómo/ voltear la cara contra la pared / y / morirnos sencillamente / así como lo hicieron el gato / o el perro de la casa / o el elefante / que caminó en pos de su agonía”.
¿Qué puede significar morir sencillamente sino morir en concierto con el estado de la vida y darle a la finitud, entonces, una resolución que se escinda de esa posición donde la lengua y sus formas se vacían? ¿Y de qué modo la lengua se recupera de ese vacío sino es, aquí, en eso que el poema tuvo en su movimiento constante de exploración, el poema que comienza con la vida del sujeto y llega al final de la obra para pensar, ahora sí, la resolución liminar de esa vida? El poema dice, entonces, que se trata de un saber que no proviene del sujeto ni del poema, sino que el poema lo toma de otro estado, el estado animal, y que allí, donde nadie dice nada, donde no hay transmisión ni lengua, resuelve en esa relación esta forma: se trata de cambiar el paso, modificar o cambiarle el vector al movimiento, oler lo ya vivido y dar la vuelta. Vuelve a usar un adverbio, sencillamente, y el poema entonces se mueve entre dos formas homólogas que se transforman: abre y dice nadie nos dice cómo morirnos sencillamente; cierra y dice nadie nos dice, pero en el estado de la vida animal se trata de cambiar el paso. La vida y la finitud entonces son dos movimientos que definen el estado del poema, la extensión del poema entre los poemas, la forma que atraviesa la obra y se resuelve en su límite y cuando lo hace da la vuelta, como el sujeto, y relee toda la extensión que recorrió y en esa extensión tenemos la vida, la vida del sujeto y la vida del poema.
Los poemas desde su primera posición hasta el cierre exploran ese nudo porque allí, en el estado de la vida, piensan el estado del sujeto y el poema, y de ese modo las resoluciones en el lenguaje, los recursos de la poesía, todo lo que hace al género, se van a mover en el interior de esos cauces. “Escena final” es un poema de Ejercicios materiales (1976-1993) que piensa una forma de ese movimiento. Es un texto donde la posición de una primera persona en una escena final dice que es un animal extraño que no se resigna a morir y desde allí se encamina porque pasa por la eternidad, sigue por una posición, la isla (soy una isla) y se despliega a otra posición, no soy nada. Es un movimiento y una posición: el movimiento es esa progresión en una escena final y las palabras son muerte y vida, una forma atemporal y una forma extraña, porque se trata de un animal que no se resigna a morir. No estamos en la zona donde el poema busca el estado de la vida animal para pensar una forma de morir, sino donde esa posición marcada como yo dice que es un animal, pero absorbe ese estado y se nombra usando esa forma que domesticó para el poema. Ese modo de decir yo entonces se vacía y cuando llega al límite, a los límites del territorio del poema en Falso teclado, encuentra otro sentido de la escena, su revés y su límite final, que es una forma de saber en la cual el yo entra en diálogo con esos otros lenguajes, que son los lenguajes, en definitiva, que abastecieron al poema desde 1949.
Las formas de la vida y el poema, las cosas que dicen el sujeto y el poema, las cosas que son ciertas, atraviesan la obra desde Ese puerto existe, llegan y se asientan en Falso teclado, y lo hacen porque se trata de la frontera del poema que la obra extendió y mantuvo como una constante, esto es, la forma constante de las cosas ciertas en el poema. Entonces ese libro del 2000 va a cerrar con ese segmento en el que alguien aprende cómo morir, lo hace en otro lenguaje cuando ya no hay lenguaje y lo hace en el poema, y entonces la vida da la vuelta, dice esa voz, para morir, y el poema da la vuelta para releer todo su circuito. Pero cuando abre lo hace con el poema “Es fría la luz” y allí el núcleo es la memoria y leemos lo siguiente: “se borra el mundo y se vuelve a escribir / hasta el último aliento / sólo esto / eternidad aparente / mísera astilla de luz en la entraña / del animal / que apenas estuvo”. Se trata entonces de un conjunto de poemas que tocan el límite del poema y el poema se resuelve en ese límite que es una fuerza, ahora sí, de movimiento y de sentido, y uno de sus vectores es esta secuencia: volver a escribir, dejar que el poema vuelva a trabajar esas formas que ahora se despojan y avanzan en esta dinámica que toma la poesía en Varela, que es un progresivo desgajamiento de recursos hasta llevar la poesía a su forma matriz.
Se trata así de un movimiento con derivaciones, resoluciones diversas, pero un solo movimiento que progresa y extiende un poema entre los poemas y llega, con ese paso, a esa forma de la vida y de la finitud, esa forma de volver a escribir y dar la vuelta, esa posición de la memoria, pero entonces también a la forma matriz de la poesía que es el poema escindiéndose de sus recursos, dejando sus ropas, su ropaje, lo que lo envuelve, para llegar a esa forma desnuda, vacía del sentido, donde el sentido encuentra su plenitud. El poema busca otro lenguaje, su forma matriz, y se despoja, y es lo que leemos en el texto “Strip tease” del mismo libro, donde la voz, esa primera persona, se divide y dice “quítate el sombrero”, pero también el pelo, la piel, las tripas, los ojos y ”ponte un alma/ si la encuentras”. Un poema que avanza desde allí, en esa progresión final, para llegar a ese terreno donde nadie nos dice. Se desliza en un movimiento acompasado hacia su forma matriz, donde el poema resuelve su lenguaje y lo hace despojándose de los lenguajes cuando debe saldar o decir algo allí donde el sentido encuentra su vacío, o mejor, brilla en su vacío porque está extinguiéndose y el poema lo detecta. Ese movimiento parece ser el paso constante en la poesía de Blanca Varela, un camino que abre en el tiempo y se resuelve en lo que llama destiempo, formas donde la primera acepción, las cosas que digo son ciertas, llega a su otro límite, donde nadie nos dice nada y el poema gira y con él las formas de la vida, la finitud y la poesía. Un movimiento constante de un solo poema extendido entre los poemas para llegar a las formas despojadas de la poesía y de la lengua.
10 de mayo, 2023
Las cosas que digo son ciertas. Poesía Completa 1949-2000
Blanca Varela
Caleta Olivia y Gog & Magog, 2023
240 págs.