En un país en el que proliferan los talleres literarios, en el que las lecturas compartidas y las clínicas de textos mantienen una vigencia innegable (vigencia que ni siquiera la pandemia, videollamadas mediante, pudo doblegar) publicar un libro como Para ser escritor, resulta, en principio, una apuesta ambigua.
En la medida en que su autora, la norteamericana Dorothea Brande (Chicago, 1893-1948) se despacha contra los manuales, ensayos, cátedras y profesores de escritura creativa enfocados en la técnica de ficción (el armado de la trama, la construcción de los personajes, el tono de las voces, etc.); en la medida en que, comprende la autora, el problema fundamental que aqueja al estudiante radica en una instancia previa al taller, la publicación de un libro como este supone, en algún sentido, una provocación.
El estudiante, afirma Brande, acude a estos espacios porque parte de un supuesto equivocado: quien lo dicta –un escritor publicado, un profesor prestigioso– será capaz de brindarle la llave que abra las puertas del genio –de su genio personal e intransferible–. Mientras que lo que usualmente termina por recibir, desganado y ojeroso luego de haber vertido tiempo, energía y dinero en esfuerzos que el tiempo prueba endebles, es la boutade “el genio no se enseña”. Es cierto que existe una magia en la escritura, sostiene la autora: pero puede enseñarse. O mejor, pueden brindarse los pasos y ejercicios para que cada estudiante depure las puertas de su inconsciente y descubra allí el nervio palpitante de su escritura, que aguarda ser (correctamente) estimulado.
Pero, por otro lado (un lado, de hecho, opuesto al anterior), en la medida en que Brande fue, ella misma, una suerte de tallerista y brindó a sus propios estudiantes los ejercicios y prácticas para ir avanzando en las etapas para convertirse en escritor/a –ejercicios y prácticas que se consignan en este libro en concreto–, la publicación de Para ser escritor puede concebirse menos como una crítica hacia los talleres actuales y hacia quienes los dictan que como un amable aporte, una contribución amistosa, al campo de la enseñanza de la escritura creativa. De hecho, en el apartado final, Brande cita una serie de valiosos libros sobre técnicas de ficción.
De cualquier manera, sostiene la autora, tenue ha sido el énfasis sobre lo verdaderamente trascendente, aquello que aceita los engranajes pertinentes y pone en funcionamiento el potencial de escritura inherente a cada principiante: la personalidad. Puesto que el objetivo, asegura Brande, no es enseñar a escribir, sino, cosa muy diferente, a ser escritor. Habrá que modificar, entonces, comportamientos, hábitos y expectativas. Habrá que escribir en ese estado nebuloso que propicia el despertar; habrá que comprometerse a escribir de manera sistemática. Habrá que leer, de cierta manera, a maestros de la prosa. Habrá que fomentar cierto tipo de vínculos, y cercenar otros. Habrá que hacer, en suma, muchas cosas. El interesado/a accederá a este conocimiento en diecisiete capítulos didácticos, estructurados en breves, amenos, apartados.
Pero, ante todo, y puesto que la hipótesis más fuerte que maneja Brande es la de que el sujeto está escindido por el inconsciente, el estudiante habrá de educarse a sí mismo como si habitaran en él dos personalidades: el prosaico y el artista, el racional y el sensible. Deberá controlar ambas facetas, armonizarlas, para conseguir, con la gendarmería del crítico sobre la irrefrenable imaginación del inconsciente, una escritura auténtica y artística, aunque vigilada, entonces, por la eficacia del ojo frío y consciente.
Siguiendo a Válery, Abelardo Castillo aseguraba en su afilado Ser escritor que corregir un texto es corregirse a uno mismo. Para Brande, encauzarse en la senda de la escritura supone recorrer un camino específico, supone entramar la vida privada y social con la escritural. De esa manera, tal vez, cada escritor, cada escritora, halle la forma y los temas que, por razones laberínticas, como diría Liliana Heker, le resultan exclusivos, personales. Y encarne, por fin, las posibilidades, inconscientes y regladas, de su propio lenguaje.
22 de junio, 2022
Para ser escritor
Dorothea Brande
Traducción de Santiago Featherson
China editora, 2021
146 págs.