Poniendo especial atención a la relación que existe entre un artesano y su corporalidad, Horacio Maez nos abre una ventana para mirar lo que sucede dentro del taller de un lutier. Nos acerca en primera persona la creación artesanal, el trabajo paciente y dedicado no solo con la madera, sino también con la palabra. En Pequeños rastros que se alejan (Kintsugi Editora, 2021) vamos descubriendo poco a poco una poética que se construye en el proceso: nombramos el árbol que fue bosque, que ahora es madera, instrumento y más tarde sonido. Nos alejamos de lo divino para darle valor a lo terrestre, al cuerpo y las manos: “los dedos, un instrumento más”.
Frente a la masividad de la reproducción industrial, la labor de un lutier viene a poner en valor la idea de la identidad de cada instrumento, pone atención en su construcción y su historia. Maez trabaja minuciosamente sobre la huella, lo que puede rastrearse en la historia de cada objeto, lo que deja el contacto con lo humano: “De nuevo en el taller y la tarde cae/ con el lápiz en un gesto firme/ trazo la plantilla, línea delgada/ entre lo que sobra y lo que será/ soporte, caja de un timbre/ que hará marca en el cuerpo”. En los poemas entendemos que nada está dado sino que toda realización implica tensión y búsqueda: “Tensar una cuerda para afinarla/ es una búsqueda en el caos”. Nos entregamos humildemente a la constancia, prueba y error para que el instrumento obtenga su propia voz: “un sonido primordial que desmienta/ lo confuso”.
Alejarse de los procesos industriales para entrar en comunión con la labor artesanal nos permite apreciar una relación diferente con el tiempo y el espacio. Los poemas de este libro, con su brevedad y contundencia, nos muestran una intimidad que se va gestando en el proceso de creación donde el paso del tiempo inevitablemente empieza a develar un vínculo: “La precisión y el amor le han dado/ a este timbre, intimidad, calidez/ y un mínimo, mínimo roce/ lo hace vibrar suave/ terso, perfumado”. Lo minúsculo se expande construyendo un nido en cada hueco, dando nombre a lo que no existe, reconociendo cada material en su detalle. El artesano explora su quehacer cotidiano y como en todo vinculo sabe también cuándo retirarse para “dejar a cada parte contar lo que ha sido”. El desafío está en hacer, y sobre todo, encontrarse en lo hecho, dejar un testimonio y que la madera sea testigo de aquella conexión: “Quitar madera con la veta a favor/ para no lastimarla atacando con la gubia,/ sacando lo que sobra para ir a buscar/ el timbre entre los timbres”. El valor de la labor artesanal que el lutier aporta a los objetos a lo largo del libro implica una clara valoración de la autenticidad por sobre la perfección y de la identidad por sobre la masividad. Lo pequeño para Maez es entonces auténtico y el proceso de elaboración es un rastro que se aleja pero siempre permanece.
27 de julio, 2022
Pequeños rastros que se alejan
Horacio Maez
Kintsugi Editora, 2021
68 págs.