La escritura de Arrebato del día, fin de la noche, nuevo libro de Sebastián Realini, opera en el desvanecerse de un estado a otro. En el pasaje donde la noche comienza a ceder. La noche es la que se habita con deseo, la que encauza, acompaña y de la que se cosecha. El día, como ya aparece en su título, es el que arrebata. El que luego de sus rituales impone una distancia, profundiza la intemperie en un espacio urbano en el que la naturaleza está ausente. Aparecen los edificios, las paredes, las ventanas y una persiana, como barrera al día, al murmullo ensordecedor.
El estado del libro es un estado de cautela. Cautela en su noción de reserva. No se mueve aseverando sino en estado de pregunta. No hay tanteo ni titubeo sino un discurrir que no es lineal. Ni en la forma ni en el sentido. También cautela como la entiende Tatián en su libro Lo impropio: “como despojo de los atributos” que, en este libro, se expresa en su baja adjetivación. Los objetos están ahí pero raramente se les atribuye una cualidad. La cautela como estado donde se recupera la capacidad de afectar y ser afectado. Un intercambio que atraviesa las tres partes en las que se divide el libro: arrebato del día, fin de la noche y epílogo.
¿Y dónde aparece esta afectación? En ocasiones se muestra en pequeñas variaciones en los versos, cambia sólo una palabra o los repite apenas desplazados. También en el sentido que por momentos se arma claramente y en ocasiones se disloca. Nunca precipitadamente. Un estuario más que una cascada. También puede pensarse en los espacios al interior de esos versos como forma de dar cuenta del estado de permeabilidad. Y en todo está la preocupación por el decir, discernir el murmullo, captar el eco.
Pero ahora entremos en el libro. Dije pequeñas variaciones: “como quien besa lo huyente / en la frente de lo que amó? ... como quien besa lo huyente en la frente de quien amó?” o “se vuelve trunca / la posibilidad” y unos versos más adelante “arroja por tierra / la posibilidad”. También dije variaciones en el sentido: “La figura humana / como en Turner / desempeña un papel / menor” y de estos versos transparentes del poema “Aplaca el calor” a estos de “La fórmula de una fuerza centrífuga”, “puentes para con el mar / mezclado con el sol / desde que el día / dejó de caber / en cualquier métrica”. De esta manera nos obliga a detenernos, a sentir el cambio, a enfrentarse al estado de afectación. A transitar los estados que se producen en el paso de la noche al día o de la compañía a la ausencia. Todo sin tonos altos, evitando los grandes efectos. Moviéndose en la hoja en pequeños espacios. Una escritura contenida.
Contenida también por la búsqueda de la “conversa”, que si bien comprende el “afortunado malentendido”, es concebida como convivencia. Esa forma en desuso que es parte de la génesis de la palabra conversar: espacio en el que se vive, se acuerda y se disiente. Contenida por las distintas maneras en que circula lo dicho. El poemario pone atención a esa circulación. Por ejemplo en la necesidad de “envasar el murmullo / manufacturado a causa del estrépito” o, más adelante, en el mismo poema titulado “Espera”, “componer una canción del desierto / que se sobreponga / al hombre”. Componer una canción del desierto. La música del desierto, resuena como en algún epígrafe Williams Carlos Williams, no como hecho sino como acto que es necesario realizar.
Componer. Sobreponerse al desierto que provoca la ausencia. Sobreponerse al despojo en un conurbano que no es presentado como zona inflamable. En el que, como en cualquier otra ciudad, hay persianas, paredes pintadas que se derrumban o ceden al avance “per sé” (¿la gentrificación?) de la ciudad. Hay luces, un hogar. Pero por sobre todo, intento de ir hacia el otro, “que nos lleve cerca / y nos deje del otro lado del otro” aun sabiendo o quizás, en el andar del libro, descubriendo que la herida y la pena nacen con el otro. Es algo que ciertamente ya sabemos pero no por eso dejamos de volver a transitar. Nos reconocemos como seres sin inocencia y, sin embargo, “por última vez cada mañana / llevo hacia mi oficio / un puñado de inocencia”. Seguramente la pausa, el espacio en blanco, es para lograr mesurar, para recordarnos que también es sobre la base de esa inocencia que atravesamos los días.
9 de noviembre, 2022
Arrebato del día, fin de la noche
Sebastián Realini
Hemisferio Derecho, 2022
62 págs.