No hay UNA biografía de Borges, pero hay sí muchísimos libros sobre Borges. Incluso biografías, aunque ninguna se haya podido imponer, posiblemente porque aún sea difícil evitar el relato y sobre todo el tono del relato que el propio Borges se ocupó de ir soltando, aquí y allá, a partir, por ejemplo, de su Autobiografía, cuando cumplió los setenta años, para The New Yorker.
Sin embargo, entre ese conjunto de libros, Borges a contraluz, de Estela Canto, ahora reeditado por Emecé, se destaca por varios motivos.
El más importante es que Borges a contraluz es sobre todo la mirada amistosa de una mujer que pareciera nunca haber cedido del todo a los embrujos borgeanos. Ni del hombre ni de su obra. Como si Estela Canto, para cuando publicó este libro (1989) hubiera logrado una distancia perfecta para narrar aquellos episodios de su juventud, cuarenta años atrás, donde estableció una larga e interrumpida serie de encuentros con Borges, menos románticos que, justamente, misteriosos, en los cuales Borges declinó al conocimiento de una mujer, pero en cambio Estela pudo entrever al hombre que tenía delante, y que a pesar de ser Borges, no podría ser su hombre, su par. Así abre la nota preliminar: “Este libro no tiene bibliografía. Hablo aquí del Borges vivo, del hombre que conocí”.
Esos encuentros con Borges –a menudo largos paseos– por una Buenos Aires nocturna que ya no existe, ocurrieron entre los años 1945 y 1952, es decir en el momento de su madurez creativa y consagración nacional. En esos años, Estela Canto fue, para Borges, un amor imposible, mientras que Estela se reconoce como “íntima amiga”. Es a ella a quien Borges le dedica nada menos que “El aleph”, su cuento más famoso.
Habría que leer Borges a contraluz menos con el conjunto de los libros biográficos “borgeanos” que con otra rara biografía al lado, aparecida dos años más tarde: La operación Masotta, de Carlos Correas. Y, por supuesto, con ese libro genial, el Borges, de Bioy, aparecido en 2006. ¿Por qué? Porque en los tres libros, la infamia borgeana –y por lo tanto el hombre, o sobre todo el “sujeto” borgeano– puede salir a la luz. Si un hombre es al menos dos, su desdoblamiento y su enemigo, su realidad y su fantasma, la verdad del sujeto Borges solo podrá captarse en la traición a sus protocolos e instructivos de lectura (de su obra, ya desde Contorno, eso más o menos ha ocurrido, aunque se ha lavado, primero tras el retorno de la democracia y después tras su muerte, pero de su figura, de sus imágenes, lejos estamos de una autorización y emancipación iconoclasta).
“La personalidad de Borges era elusiva, escurridiza; era un cierto hombre para cada una de las personas que lo conocían, o creían conocerlo. Y muchas veces éste tenía poco que ver con el hombre que otros habían visto, admiradores ocasionales que lo visitaban en su apartamento de la calle de Maipú. Su básica coquetería, velada y que solía pasar inadvertida, lo llevaba a mostrar a esta gente lo que querían ver”. Ese es el movimiento de lectura clave que produce Estela Canto. Ella logra ver y contar precisamente no el Borges oculto, sino el Borges –ciertos actos, ciertas relaciones, cierta posición– que Borges rechaza de sí. Lo que Borges teme que se vea, se adivine, se sospeche de él, y que no solo oculta sino que disfraza u omite, la sombra de Borges, lo que desde el título ya este libro alumbra.
“Nuestra amistad es el relato de un amor frustrado”. Borges a contraluz se ha leído como una historia de amor, efecto de ello es el bello libro de Aníbal Jarkowski, Si, y la película Un amor de Borges, de Javier Torre. Pero si bien la anécdota del libro puede leerse de ese modo, la clave de lectura no es esa, de hecho, leerlo como novela sentimental es neutralizar su potencia y valor testimonial y biográfico. “Con los años, el éxito fue ocupando el sitio del amor en este hombre condenado a vivir sin él. Esto lo fue liberando”. Es curioso, pero la tesis sobre la voluntad de triunfo y posteridad de Borges no difiere tanto de aquello que dijera Aurora Bernárdez sobre Cortázar, “a partir de 1968 Julio fue un hombre para afuera mientras yo seguí siendo para adentro”. O de otro modo: es raro que los grandes escritores quieran y amen en verdad otra cosa que la literatura, sí, pero también su oropel: la gloria literaria.
Estela Canto nació en 1915 y murió en 1994. Fue escritora y traductora (tradujo entre otros, nada menos que Por el camino de Swann, edición de Losada en 2000). Pero seguramente la historia de la literatura la recordará por este libro. Eso no sería injusto, porque además Borges a contraluz es un libro hermoso.
27 de diciembre, 2023
Borges a contraluz
Estela Canto
Emecé, 2023
296 págs.