De ninguna manera Jack Reacher –el personaje que el inglés Lee Child creó hace poco más de un cuarto de siglo y que lleva haciendo su aparición en igual cantidad de volúmenes de una serie que a esta altura se ha convertido en una franquicia– actúa como guardián de la ley. No es, para decirlo brevemente, el sostén o garante del orden establecido, lo cual implicaría entrar en el juego de triquiñuelas, agachadas y rulos burocráticos que hacen funcionar los engranajes más o menos lubricados del mundo cotidiano. Reacher, por el contrario, es la ley, en la medida en que no necesita remitirse a una instancia superior para dar cuenta de su accionar. A él le importa la verdad, no en un sentido filosófico sino en el más llano: la verdad de los hechos. Por lo cual, llegado el caso, si tiene que utilizar medios poco ortodoxos o directamente amorales, no duda en hacerlo. Es más, Reacher no vacila: baraja posibilidades. No existe en él, en la concepción de su personaje, ese pathos moderno que indica la disyuntiva entre el bien y el mal y, por lo tanto, la irresolución entre uno u otro. Si se detiene, es para tomar impulso. Y es en este punto donde este colosal y todopoderoso sujeto se reconcilia con el héroe de carne y hueso, ya que su verdadera lucha no es con el destino sino con el tiempo.
Tan implacable como arrogante, Reacher suele calcular mentalmente el lapso transcurrido entre dos o más intervalos de tiempo, no ya respecto de cualquier minucia, sino en principio y fundamentalmente durante el fragor de sus brutales enfrentamientos. Más allá de contar con un físico y una destreza y un arrojo inauditos, el cálculo de probabilidades y la astucia en el manejo del tiempo son su fuerte y verdadero respaldo. En esto se espeja su creador: además de saber los trucos del oficio para transmutar un cúmulo de fantasías viriles en algo atractivo y rentable, Child es diestro en acelerar y detener el tiempo. Cuanto más comprimido el espacio y el margen de maniobras, mayor la demora en la descripción de la escena; y viceversa. Esto que aplicado a las contiendas violentas era el yeite en novelas anteriores, en El asunto, afecta también a las escenas de sexo. El resto sigue más o menos igual.
La décima sexta entrega de la serie viene a colmar el vacío alrededor de los motivos de la expulsión de Reacher de las fuerzas armadas. No es la primera vez –lo hizo en El enemigo (2004) y en Escuela nocturna (2016)– que Child hace girar las manecillas del reloj en sentido contrario a fin de dar cuenta del pasado militar en funciones de su personaje. La novedad reside en que, en esta novela publicada originalmente en 2011 y que relata eventos ocurridos en 1997 –seis meses antes de lo acontecido en el primer volumen de la serie, Zona peligrosa (1997)– Reacher acaba asumiendo, por propia decisión, el papel que antes le habían ordenado representar.
En tiempos de la administración Clinton, Reacher recibe la orden de investigar de manera encubierta el asesinato de una mujer ocurrido cerca de una base militar en un pueblo perdido en el corazón de los Estados Unidos. El culpable podría llegar a ser un soldado, por lo que el caso resulta de vital importancia para el ejército. Reacher, que aun ostenta el rango de mayor del Ejército de su país, deja crecer su cabello y su barba, y adopta un estilo despojado rayano en lo andrajoso: se vuelve lo que ya sabemos que será, un vagabundo. Su disfraz, sin embargo, pronto es revelado por la sheriff local, ese personaje femenino –intrépido, sensual e inteligente– con quien Reacher suele establecer vínculos de sospecha y atracción mutuas, y que en esta novela comparte, además,
una dieta a base de café y hamburguesas y la fantasía de acoplar el instante del orgasmo con el tiempo de llegada de un tren.
A partir de aquí, la intriga se multiplica, los matones de reparto se suceden, y las implicancias sacuden a las más altas esferas del poder. Y aun cuando puede estar en juego su propia carrera, no hay en Reacher ningún dilema ético. Alguien dijo que es la única serie de novelas en la que el detective comete más asesinatos que el criminal. Es así. Reacher no busca agradar, de ahí que la satisfacción obscena que obtiene el lector sea carne de diván. Como un semidios impasible, Reacher se encuentra más allá del bien y del mal.
22 de noviembre, 2022
El asunto
Lee Child
Traducción de Aldo Giacometti
Blatt & Ríos, 2023
456 págs.