En los últimos años, Francisco Bitar (Santa Fe, 1981) viene trabajando en una serie que crece sin prisa pero sin pausa y ya cuenta en su haber con tres libros publicados. A La preparación de la aventura amorosa (Tusquets, 2021) y La leyenda del muñeco de nieve (Marciana, 2022), los primeros dos libros de la serie –titulada “De ahora en adelante”–, se suma, este año, El cuerpo de un escritor, un libro editado por el sello chileno Bulk, que, además de estar disponible en papel, puede descargarse de forma gratuita, en digital, desde la web de la editorial.
En primera persona y en un evidente juego autobiográfico, el escritor de El cuerpo de un escritor –un hombre que, en su predilección por la vida rutinaria, comienza a asumirse como alguien más bien conservador– repasa su cuerpo (y la suma de sus partes) y algunos hitos de su historia personal. Pierna derecha, muelas de juicio, culo, pito, hígado, espalda, cara, voz: cada parte del cuerpo da cuenta, de alguna manera, del cuerpo entero y remite a diferentes momentos de la vida.
Consciente de su propia singularidad, el escritor se detiene en cada una de las características y detalles –puntos fuertes y puntos débiles, imperfecciones, achaques– que hacen de su cuerpo un cuerpo único, irrepetible. Así, por ejemplo, vemos que, a raíz de una vieja fractura, la pierna derecha es más débil (más frágil, más asustadiza) que la izquierda. Y que las muelas de juicio, que el escritor nunca se hizo sacar porque le simpatizan, parecen tener un desarrollo conectado con su espiritualidad.
El hígado pasa factura de excesos del pasado y da cuenta de la edad. La curvatura de la espalda (típica del escritor inclinado hacia su texto) grafica el vínculo entre el autor y su obra. La voz trae el recuerdo del padre. El culo manda, dirige la batuta (lo que el culo diga, es). Y el pito –párrafo aparte para el bloque referido al pito, que es una novela molecular dentro del libro– ilustra, de un modo dramático y universal, la historia de la vida de un hombre.
Si en los primeros bloques del libro vemos las partes, hacia el final, en el último bloque (titulado “Posdata: bailar”) vemos el conjunto. El todo, que, como se sabe, siempre es más que la suma de las partes. Ensamblado, el cuerpo, hacia el final del libro, aparece en todo su esplendor. El escritor (la persona, su cuerpo) canta, baila, practica yoga y de esa manera atisba la unidad, el cuerpo sutil.
En El cuerpo de un escritor Bitar parece haber encontrado algo. En esta serie en general, y en este libro en particular. No una fórmula. Sí, quizá, un método. La clave parece estar en cierto modo de mirar. Atenta al detalle, la mirada de Bitar se caracteriza por examinar el anverso y el reverso de las cosas. Se trata de una mirada lúcida y minuciosa, aficionada al desglose y al despiece (Bitar parece divertirse como se divierte un niño –como alguna vez nos divertimos todos– desarmando una cosa con el solo fin de tener la oportunidad –el placer– de volver a armarla). Esta mirada, este modo lúdico de ver el mundo, da pie a una escritura con altas dosis de pensamiento lateral donde, naturalmente, lo extraño convive con el humor y la ironía.
Primero la mirada, el modo de ver el mundo, y luego la escritura. O quizá al revés: la escritura que, en su ejercicio –siendo ejercida–, propicia (activa) un modo particular de ver el mundo. Como sea, el huevo o la gallina, la mirada o la escritura, la vocación autobiográfica está presente, en primer plano. Eso es cierto. No se puede negar. Pero reducir este libro (y esta serie) solamente a lo autobiográfico sería depreciarla. Porque eso, lo autobiográfico, parece ser solo un punto de partida. El motivo, la excusa que habilita el tanteo.
Tanteo. Cálculo y recálculo. Prueba y error. En ese plan, parece ser la escritura misma la que va trayendo (haciendo aparecer) las ideas. Ideas con las que Bitar juega hasta que agota sus posibilidades y, sin apego, las suelta. Suelta una idea y avanza hacia otra, con la que juega hasta que –de nuevo– la suelta y avanza hacia otra. Y así. Hacia adelante, siempre. Un juego mental, sí, pero también un juego que excede el mundo de las ideas y por momentos se torna altamente emotivo. Ideas, emoción y –sobre todo– escritura. Una sintaxis reconocible. Un fraseo. Una música. La música de la deriva. ¿Autobiografía? ¿Ensayo? ¿Ficción? Un poco de todo eso, y todo eso a la vez. La escritura de Bitar invita a refrenar el ansia de clasificación y dejar vacante el casillero del rótulo. Una escritura, simplemente. Ni más ni menos. Así podría ser pensada. Una escritura que evoca y reflexiona a la vez que, libre, canta y baila. Una escritura que se luce en el ejercicio de su singularidad y alcanza el cuerpo sutil, ese misterioso plano donde se funden la imaginación y el pensamiento.
11 de octubre, 2023
El cuerpo de un escritor
Francisco Bitar
Bulk, 2022
76 págs.
Crédito de imágen: Sebastián Pachoud.