Los cuentos de Julia Armfield consienten que la realidad se rige por parámetros distintos a los acostumbrados. No sólo presentan un tratamiento realista del suceso fantástico, al mismo tiempo, tratan la norma como un elemento anómalo. En la historia que ─debido a un acertado cambio de título de la edición local─ da nombre al conjunto, los sueños de los habitantes de una ciudad se liberan de los cuerpos que hasta entonces cobijaban y se tornan una presencia molesta o inocua, según los casos, aunque no obstante, palpable. Más allá de la curiosidad inicial, el hecho se acepta con aquiescencia y clamor popular; sin embargo, la narradora, lejos de manifestar conformidad, desea dormir, porque, claro, el acontecimiento ha sumido a todas las personas en una vigilia permanente e inapelable. A todos menos a la amiga que disimula el cansancio y el inminente sueño con dosis generosas de cafeína. De esa clase de cortocircuitos tratan, entonces, los cuentos de El gran despertar, el debut literario de esta joven escritora inglesa que se ha granjeado los elogios, entre otros, del inasible M. John Harrison.
Las historias restantes enfatizan el interés ominoso en el cuerpo de la mujer a la manera de lo que la crítica Ellen Moers llamó gótico femenino: la interrogación literaria en torno a fantasías y temores que rodean a las vivencias corporales que implican la pubertad, el sexo o el embarazo y que se desmarcan críticamente de la estética patriarcal. Pero mejor no ponerse quisquilloso con estas etiquetas, porque basta que quien escriba sea mujer para que sea segregada en un nicho que responde más cuestiones de género que a razones estrictamente literarias. Volviendo a Armfield, se trata de un gótico urbano, contemporáneo, cuya imaginación resulta menos lúgubre que desconcertante y sus heroínas de ningún modo están encerradas en un castillo, sino, precisamente, en el propio cuerpo. Al igual que sus compañeras de clase, la protagonista de "Mantis", por ejemplo, es testigo de las transformaciones hormonales propias de la edad, sin embargo, a esta muchacha se le caen las uñas, el pelo, su piel se despelleja y no hay crema ni ungüento que cubra el desastre. La vivencia de sentirse un monstruo se toma al pie de la letra y el encuentro con el otro sexo puede devenir una experiencia traumática para quien sea, finalmente, su víctima.
Los personajes de Armfield ─invariablemente mujeres de clase media─ padecen conflictos singulares, es cierto, pero asumen una enunciación colectiva que tensa problemáticas propias del género. En "Pon tapones en los oídos a tus mujeres", una productora de contenido visual sigue la gira de una popular banda femenina que, a su paso por cada ciudad que visitan, despierta una horda de vandalismo y violencia contra los hombres y que tiene visos de revuelta feminista. Otro caso es "Lenta sal" que, bajo una atmósfera levemente distópica de territorios anegados, reformula la maternidad en términos de una experiencia traumática, visceral.
Algunos cuentos se alimentan de la mitología de terror clásico tratada de una manera desfachatada, cotidiana, banal. En este sentido, "Casandra después" trata del retorno a la vida de la novia de la narradora que, con su sórdida presencia, formula una demanda muda de reconocimiento y asunción de la identidad sexual. En "La recaudación", por otro lado, un trío de amigas busca engendrar al hombre perfecto a partir de la reunión de fragmentos de distintos cuerpos humanos. Así como este cuento actualiza una versión de la criatura del doctor Frankestein, "Primariamente salvaje" frecuenta el mito del hombre lobo para mostrar su reverso femenino. Los padres de la protagonista se divorcian y en la repartija queda junto con su padre quien, al poco tiempo, forma pareja con una vecina que ha adoptado a una loba, menos como mascota que como hija. Como una familia ensamblada más, las dos hermanas, muchacha y loba, irán conociéndose mutuamente. A medida que el animal se humaniza, la chica va adquiriendo maneras animales. Y aquí queda de manifiesto, una vez más, el mecanismo que mencionábamos al comienzo. El suceso anómalo se funde con la realidad cotidiana y lo que se singulariza es el tenor de los conflictos que suscita.
Hay un par de cuentos más pero la idea es la misma. En los tiempos saludables que corren, esta colección puede ser leída como un despertar femenino, como una revuelta contra la sujeción masculina. Pero circunscribir el imaginario de los cuentos exclusivamente a esa lectura sería descuidar tanto el solapado desajuste genérico como el ojo clínico para el detalle imperceptible de una escritura que aúna concisión y desparpajo y que acumula observaciones nimias hasta que resulta imposible ignorarlas. Todo eso que la traducción de Marcelo Cohen ─cuyo realismo fantástico dista de ser ajeno al asunto─ no hace sino realzar.
31 de marzo, 2021
El gran despertar
Julia Armfield
Traducción de Marcelo Cohen
Sigilo, 2021
224 págs.