Casi todo cuanto quiera saberse de la atribulada y atrabiliaria vida de Philip Kindred Dick (Estados Unidos, 1928-1982) puede hallarse en, al menos, tres libros de referencia popular. El primero, casi desconocido para el gran público, fue el que le dedicara Lawrence Sutin en 1989 y que lleva por título Divine Invasions: A Life of Philip K. Dick. El otro, algo más difundido e incluso seguido con fervor en nuestras latitudes, es el que de alguna manera catapultó a Emmanuel Carrère como notable biógrafo (si es que acaso es algo más que eso) y que justamente lleva la frase insignia de Ubik, la que permite entender el giro de tuerca necesario que termina por desbaratar todo tipo de asidero psicológico: Je suis vivant et vous êtes morts. El tercero, acaso más conocido por nosotros, es Idios kosmos, de Pablo Capanna.
La alocada trama de Ubik gira alrededor de las desventuras que Joe Chip y la troupe de Runciter Asociados (una empresa que se dedica a brindar privacidad a sus clientes frente a la insistente intromisión de telépatas filoterroristas) padecen frente a los que hicieron volar por los aires a su, en teoría, asesinado jefe. Dentro de lo que uno podría llamar, con cierta liviandad, la "trama lineal" de la novela figuran publicidades que se cuelan en cada uno de los capítulos (de esto tomó nota David Foster Wallace para su broma infinita) y el tiempo comienza a desarticularse hacia un pasado remoto en el que determinados objetos, junto a la realidad toda, se desintegran. Lo único que parece resistir pese a su retrotracción es el proteico ubik y esa suerte de posvida que el mismo Glen Runciter había entrevisto en contacto con su difunta esposa. Pero la novela, claramente, está por encima de esta trama.
No siendo Dick un autor reconocido por llevar una prosa florida (es más, es todo menos una prosa florida), logra en Ubik lo que sólo pudo hacer, si descontamos El hombre en el castillo, en algunos de sus más notables cuentos como La hormiga eléctrica, Algo para nosotros, temponautas o quizás en La fe de nuestros padres: hacernos olvidar sus limitaciones técnicas, ya que antes bien prima el magnetismo que irradia la idea de la obra.
En su arquitectura o mejor dicho en el toque final que permite la estructura narrativa de la novela, Dick procede a la consecución de la mónada abierta: como en Borges, la idea decimonónica del relato cerrado pervive, aunque acá (y también como el Borges de Tlön, Uqbar, Orbis tertius) ese cierre prefigura un nuevo comienzo, similar a una barca que nos revela que la verdadera cara no es la que se mantenía a flote sino y por el contrario era aquella que todo este tiempo se mantuvo a la sombra.
De esta capacidad para encontrar el hilo que una el arco de situaciones en la alteridad podrían bien aprender las nuevas generaciones de novelistas, cuentistas o escritores tout court.
5 de enero, 2022
Ubik
Philip K. Dick
Traducción de Manuel Espín
Minotauro, 2021
288 págs.