Así comienza Zigzag: Carreteaba por la calle cuando un rayo de sol me pegó en los ojos. Quedé medio zamba y comencé a dar vueltas como un trompo. En una de esas vueltas comprendí de dónde venía la luz: había un espejo apoyado contra la fachada de un local de ropa.
Así comienza y así se lee: el lector va carreteando por unas frases bizarras y barrocas que lo dejan a uno medio zamba y entre vuelta y vuelta se va enterando de algunas cosas.
Una vez recompuesto de la confusión, el narrador y personaje principal de la novela –de quien nunca sabremos el nombre– decide robar el espejo.
Lo que encandila construye obsesión. Así lo entendían los artistas medievales, que pintaban de dorado los fondos de sus representaciones de vírgenes y santos, para que, con su llegada, el sol rebotara en los cuadros, cuyo brillo hacía de los representados verdaderas figuras de adoración.
El narrador se obsesiona con su espejo y rápidamente le descubre una serie de trampas. Una de ellas advierte que todo espejo invierte la imagen que refleja. En consecuencia, la imagen que uno ve de sí mismo a lo largo de toda su vida no es la misma que ven los demás. Responde sólo a uno. Los otros ven otra cosa: una imagen misteriosa, incontrolable. El espejo no es fiable: es tramposo. Parece dar cuenta de la realidad, pero es un artefacto diseñado por un ilusionista.
Un espejo es un objeto mágico y peligroso que produce atracción. Un aparato hecho por Medusa. ¿Cuántos de nosotros osamos no mirarnos cuando nos cruzamos por un edificio con puerta vidriada? La obsesión con un espejo no puede sino devenir en obsesión hacia la propia imagen. De esa obsesión nace su trampa definitiva, que atrapa al narrador con sus encantos: de tanto verse en el espejo olvida que esa imagen es falsa y la confunde con la real. Lo que cree al verse es que esa imagen responde por él frente al mundo.
Zigzag es una ficción contemporánea que, en su problematización del reflejo, cuestiona desde adentro los fundamentos de la literatura del yo. En la novela de Dante De Lucalas trampas de los espejos no solo perjudican al protagonista del relato. Hay otra figura en peligro de ser afectada: el lector.
El narrador se enamora perdidamente y es para conquistar a su amado que le relata sus aventuras con su espejo. Ese amor, en la novela, se llama Dante.
El vínculo que el lector entabla con el vocablo “Dante” es tan complejo como el que uno tiene con su propia imagen. Zigzag nos tienta a borrar la división entre el Dante personaje y el autor. Hay toda una lectura de la novela que podría hacerse en esa clave: el autor tomando la voz de otro –en este caso el narrador– para observar su reflejo. Pero resulta que es justo lo que la novela combate: la transparencia de las cosas. Zigzag nos obliga a luchar contra el sentido común estético de la contemporaneidad, recordándonos que las cosas no son lo que parecen: que las imágenes y los nombres son construcciones. “Dante” es la trampa más sofisticada de Zigzag. La misma que se activa cada vez que nos miramos al espejo.
Una vida de entrenamiento nos lleva a saber cómo posar frente al espejo. Cómo posicionarnos para que nos devuelva nuestra imagen más bella. Una vez que uno consigue convencerse de sus encantos, por precaución, debe correr la mirada y quedarse con esa imagen de sí para usarla en el combate frente al mundo despiadado. Pero si uno, por el contrario, no desvía la vista en su debido momento, corre el riesgo de descubrir algo espantoso. Así es como el narrador, de tanto mirarse, descubre que es feo. Y en su fealdad ve una verdad y el signo de su derrota frente el mundo.\
La primera parte de la novela está organizada alrededor del espejo y sus efectos. La segunda gira sobre la infancia del narrador y su vínculo con el sexo. Su infancia sucede en Puerto Montt y está marcada por un desprecio de los demás hacia su homosexualidad. Ni en su familia ni en la primaria consigue formar parte de una comunidad. En la secundaria descubre que puede relacionarse con los varones del curso “mamándoles el pico”. Es un vínculo que mezcla deseo sexual, amor y cierto grado de violencia. Ese es todo el contacto humano que el narrador entabla con su generación. Toda forma de amistad sincera le es negada por su fracaso en el diseño de una vida normal.
Su vida adulta en Argentina supone un traslado de esa configuración sentimental dañada y solitaria forjada en el pasado.
En su primera cita con Dante el narrador recuerda para él tanto su aventura con el espejo como su infancia traumática. Los recuerdos son ofrendas amorosas que entrega para que Dante conozca su dolor y para que, al verlo, consiga amarlo. Si el amor, el deseo y la violencia son lo mismo entonces sin dolor no hay amor. Así lo cree el narrador. Luego de esa primera cita Dante no va a volver a contestarle el teléfono. Y quizás, precisamente por eso, el narrador se obsesiona y vive su vida esperando un mensaje de aquel que lo lastima.
Una sociedad que enaltece a los espejos es una sociedad propensa al diseño de construcciones cerradas: el habla como algo cerrado, la familia, la nación, la sexualidad, la moral, la cultura, la vida. Si una imagen, como aquella que devuelve el espejo, es una cosa absoluta y autosuficiente, entonces con un puñado de ellas alguien podría construirse una vida normal. Una vida digna de Instagram.
Si el deseo social y cultural de nuestro presente pasa por tener nuestro pedazo de vida normal, ¿no estaremos cayendo en la trampa más terrible? ¿No será que esa vida –nuestra vida–, por considerarse absoluta, es completamente falsa?
Pues bien, si hoy en lugar de cuadros con fondos dorados tenemos espejos, y si el lugar de los santos lo ocupa nuestra propia imagen, ¿dónde brilla lo verdadero? ¿Cómo ver su luz modesta encandilados como estamos de resplandores falsos?
Las estéticas bizarras nos aclaran que el conocimiento no sólo anida en las formas sobrias. Lo desfachatado puede hacernos entender algo del mundo. Ese entendimiento no se da a pesar de la potencia cómica que asoma en lo bizarro, sino precisamente por ella. En su reacción frente al canon, la estética bizarra propone una manera de ver el mundo que desregula la jerarquía entre la diversión, el conocimiento y la armonía. Nos sugiere que la comedia (y, por ende, la vida) debe ser tomada en serio como una joda.
Si la homogeneización cultural nos propone al inglés como lenguaje universal, Zigzag responde construyendo una lengua deforme que parte del habla chilena, pero que se desvía por distintos modismos latinoamericanos, y que tiene como objetivo hacer reír y a la vez ser huella de la diversión de quien habla.
La prosa lleva consigo una exhortación a leer en voz alta, y en la invitación late una promesa de diversión. En ella asoma una voluntad que es la del personaje: compartir un rato de diversión con alguien.
La estética bizarra es un ejercicio de montaje que reconcilia a la tragedia con la comedia y lo alto con lo bajo a través de formas ordinarias. En lo que es un pase de magia bizarro, Dante De Luca consigue la idea central de su novela cruzando a los dinosaurios de Tecnópolis con un paro sindical.
En un discurso enhebrado, Dante, el personaje, cuenta que los trabajadores del sindicato lograron mantenerse unidos en un paro de 120 días que levantaron únicamente cuando las empresas aceptaron el aumento exigido.
En Tecnópolis todos los dinosaurios están en un mismo sector, salvo por el Triceratops, que figura solo en la entrada. Dante decide que el monólogo del Triceratops gire en torno a la extinción. Cuello Largo, el dinosaurio más didáctico, está preocupado por su amigo el Triceratops. Su aislamiento y su lamento constante a causa de su extinción hacen que el Cuello Largo piense que está deprimido.
Para hacerle frente a la extinción, concluye el Cuello Largo, en su discurso amoroso al Triceratops, a los trabajadores y, por qué no, a quienes no pueden si no vivir una vida alternativa, lo importante es estar juntos. Agrupados.
En esa idea, graciosísima y contundente, deforme y mágica, brilla con modestia una respuesta posible: para hacerle frente a la extinción de la vida alternativa lo importante es estar juntos. Volver a agruparse en algún lugar y pintar, tapar, escribir, profanar y hacer estallar a todos los espejos.
27 de noviembre, 2024
Zigzag
Dante De Luca
Mardulce, 2024
152 págs.