Como si fuera un arqueólogo de la propia intimidad, el escritor paquistaní nacido en Inglaterra Hanif Kureishi redactó oralmente un libro doloroso y singularísimo. Tejido de palabras proferidas, A pedazos (Anagrama, 2025)se erige como un testimonio individual y extremo pero que refleja la resiliencia de la que es capaz la condición humana.
Mientras vacacionaba con su pareja en Roma, durante la navidad de 2022, Kureishi sufrió un desmayo abrupto. Al recuperar la conciencia, inmerso en un charco de sangre, recuerda (desde su cama de hospital) que lo primero que vio fue: “un objeto cóncavo, semicircular y con garras moviéndose hacia mí. Recurriendo a la escasa lucidez que me quedaba, descubrí que era una de mis manos, una cosa extraña sobre la que ya no tenía control. Deduje que no existía ninguna clase de coordinación entre mi cerebro y el resto de mi cuerpo. Me había disociado de mí mismo”. Horas después, trasladado al hospital, los médicos confirmaron la parálisis y expidieron el trágico diagnóstico: la paraplejia.
Con la clase de tiempo que una situación de esta naturaleza puede brindar (en tanto y en cuanto un trasfondo económico lo permita), el autor repasa y reflexiona sobre su existencia con una “escritura” cristalina. Recuerda los encuentros infantiles y mágicos que le ofrecieron aquello que es vital para un auténtico escritor: la libertad. Encuentros que tienen el valor de descubrimientos: la lectura, que lo liberó del entorno inmediato; la bicicleta, que manejaba el día entero por todo el vecindario; y el hallazgo del manual de mecanografía del padre, un adusto periodista y escritor, corresponsal de guerra en Vietnam. Jovencísimo, se vendaba los ojos con una corbata para practicar con la máquina de escribir. Inexpresable momento el que experimentó cuando escribió a oscuras y sin ninguna falla ni falta lo que había tecleado. “Fue un subidón. En esa época acababa de leer Crimen y castigo, una lectura de lo más alegre para un chaval, y para practicar me dediqué a copiar páginas enteras de la novela”.
A pedazos es un libro-testimonio escrito en formato de comunicaciones urgentes, de entradas de diario dictadas durante su hospitalización en cinco instituciones. A pesar de la tragedia, Kureishi se las ingenia para encontrar humor en una cotidianeidad que puede tornarse monstruosa. No es casual que Kafka sea uno de los artistas predilectos del autor. Como Gregorio Samsa, atraviesa un despertar diario incómodo, inoportuno, incapacitante; una angustia que lo atraviesa de cabo a rabo en una metamorfosis que no acaba de comprender en su totalidad. Pero, como en el mundo kafkiano, absurdo y autómata, grisáceo y de engañoso progreso, hay vetas disponibles y necesarias para la intromisión de lo grotesco y lo risible. En este sentido, cuando el escritor se hunde en alguna reflexión oscura, o cuando el porvenir se nubla por completo, la intervención de médico o un enfermero en su propio cuerpo –un enema, una aguja en el estómago, una revisión de la garganta– corta en seco el pesimismo para poner en primer plano un exabrupto lleno de realidad y de vida. Una vida poco confortable, pero vida al fin y al cabo. Que de tripas también está hecha la existencia.
En su escritura dictada se hacen oír también los comentarios o quejas de Isabella, la pareja de Kureishi; cuando un tópico se ralentiza, cuando un prejuicio sobre la italianidad emerge (país de la que es oriunda la mujer), cuando subraya con demasiado énfasis lo escatológico o las excrecencias corporales, Isabella aparece porque es ella en realidad quien escribe este libro. Y porque a ella también (así como al resto de los familiares íntimos del autor) la vida se le ha hecho trizas. Le dicta Kureishi: “Hace unas semanas cayó sobre mi vida una bomba cuya onda expansiva ha hecho pedazos también a quienes me rodean. Mi pareja, mis hijos y mis amigos. Todas mis relaciones se ven sometidas a renegociación”. Así, día a día, todos deben aprender de todos. A ser más receptivos, pacientes, empáticos. “Abro lo que queda de mi cuerpo roto para dar forma a este caos en el que me he precipitado, para no morirme por dentro”, dice el autor. Su propio tesón, el valor de la escritura, y la predisposición de los otros lo mantienen en este plano. De ello da cuenta A pedazos, con fuerza, gracia y una tenacidad admirable.
10 de diciembre, 2025
A pedazos
Hanif Kureishi
Traducción de Mauricio Bach
Anagrama, 2025
256 págs.