Aurora Venturini y Evita se conocieron cuando ambas trabajaban en el Instituto de Psicología y Reeducación del Menor, donde comenzaron una amistad que duró hasta el fallecimiento de la dirigente política. A partir de entonces, el legado de esta figura central para el movimiento peronista y la historia argentina se convirtió en algo así como una de las claves de lectura de la obra de Venturini. La mayoría de sus personajes (como la familia de obreros de Pogrom del cabecita negra o las niñas monstruosas de Las primas y Nosotros, los Caserta) se encuentran atravesados por la consigna justicialista de enfrentar las opresiones naturalizadas de la vida cotidiana, ya sea resignándose a aceptar esa violencia o, en el mejor de los casos, respondiendo a ella.
Es en esta última caracterización donde podría ubicarse a Las Marías de Los Toldos, primera novela de Venturini acerca de Evita, que, hasta este año, nunca había sido reeditada. Concentrándose en la caracterización de la genealogía femenina del título (los personajes de la Médica, la abuela de María Eva, Isidra, su madre, y María Gusa, su hermana), la autora se aparta de casi toda pretensión biográfica y construye un relato de aires sobrenaturales cargado de elementos macabros y esotéricos que remiten de manera explícita a la brujería: “A veces tiene el rancho repleto de (...) gualichos que, a fe, dan resultado”.
A través de capítulos breves de no más de diez páginas, en la primera parte se narran las condiciones escabrosas que llevaron al nacimiento de Evita, es decir, el “amorío” entre su madre, Isidra, y Juan del Corazón Oría, su padre, un patrón de estancia que, insatisfecho con la vida sexual que mantiene con su esposa y aburrido de sus hijos, se enamora de la hija pobre e ignorante de la Médica y abusa de ella.
Subyace en toda la novela un intento por crear una textualidad que responda, quizás articulando un gesto de venganza, a las violencias y opresiones padecidas por todas las Marías del título. Ellas funcionan como representaciones de un sujeto femenino que atraviesa las injusticias de un contexto social patriarcal y machista, como lo deja en claro el propio narrador respecto al abuso sexual de Oría: “jamás confesará que es un puerco que violó a una jovencita virgen”. Es, también, el retrato de un época determinada, los “años treinta”, cuya violencia es reproducida, sobre todo, por las costumbres naturalizadas de los ciudadanos, si bien no por todos.
En este último grupo, se encuentra la Médica (primera de las Marías y abuela de María Eva y María Gusa). Se trata de una anciana mestiza y ermitaña que trabaja como curandera en su rancho de Los Toldos, y que no duda, por ejemplo, en provocar a un cliente insatisfecho con el diagnóstico que tiene para su esposa. Cuando él le grita “India sucia”, ella se levanta la pollera y se baja los calzones para que él “le oliera el culo”. Pese a estas disputas, la Médica incita a que sus nietas entren “en la sociedad de los blancos” para que tomen consciencia del peligro de personajes como Juan del Corazón Oría.
La segunda parte se ocupa del milagro de Evita, quien, apenas cinco meses después de nacida, lo hace como la mujer que fue su contraparte histórica: “–Usted ni nadie nunca, abuela, me dirán lo que yo debo o no hacer (...), yo me voy a quedar con los tolderos”. Desafiando a su propia familia, y cuando todavía es menos que una niña, María Eva adopta la actitud de su abuela y la supera, a la vez que se aleja de la imposibilidad de su madre de responder a las opresiones de la época. Su fuerza de voluntad, ayudada por su crecimiento precoz, la lleva a trabajar en su propia Fundación para poder seguir ayudando a los más necesitados.
En última instancia, el narrador, que durante todo la novela se había mantenido alejado de todo posicionamiento de valor, toma partido frente a los hechos de la trama, en sintonía con el contexto de la producción de la escritura (los años noventa). Reivindicando una figura del peronismo opuesta a la del menemismo, este reafirma que la “abanderada de los humildes”, como la llama, es y seguirá siendo “el motivo de muchas historias”, más allá de que las apropiaciones físicas y simbólicas de Evita configuren el comienzo de “años duros y crueles” en la Argentina.
A pesar de que no provenga de la voz de ninguna de las Marías del título, la toma de partido del narrador opera como la última contestación a la serie de opresiones y violencias que abarca toda la novela. Además, responde a una de las preguntas formuladas en el prólogo acerca del contenido del texto y su relación con María Eva: “¿Volverá?”. No sería apresurado afirmar que sí, al menos, a través de la literatura de Aurora Venturini, una de las pocas escritoras que todavía puede decir algo nuevo referido al legado de su vida y su obra.
24 de septiembre, 2025
Las Marías de Los Toldos
Aurora Venturini
Tusquets, 2025
160págs.