Es sabido que las letras eslavas fueron fundamentales en el desarrollo de la literatura argentina del siglo XX. Imposible pensar las ficciones de Horacio Quiroga, Roberto Arlt o Abelardo Castillo, sin las lecturas de Tolstói, Dostoievski, Turguéniev y Andréiev. Casi siempre se trató de traducciones españolas, muchas de ellas traducidas, a su vez, del francés. Esta situación ha comenzado a cambiar en los últimos años con la publicación de versiones locales de clásicos de la literatura rusa, fundamentalmente del siglo XIX. La publicación de Valse Mélancolique de la escritora ucraniana Olha Kobylianska (1863-1942) es parte de este auge de las traducciones de títulos de las literaturas eslavas en nuestro país.
Valse Mélancolique, nouvelle publicada por primera vez en 1898, narra el vínculo (eufemísticamente llamado amistad) de dos muchachas de origen eslavo que comparten la vida en la Alemania de fines de siglo XIX. Marta, la narradora, estudia música y lenguas extranjeras; Hanna, en cambio, es pintora y posee rasgos de una muchacha “moderna”: afán de independencia, negación del matrimonio, cierto cinismo militante. La primera mitad de la novela está ritmada por las conversaciones de estas dos mujeres que afrontan existencias sin grandes sobresaltos: algún que otro amorío, exámenes, el anhelo de tener una vida dedicada al arte. Este equilibrio se altera con la llegada de Sofía, una joven estudiante de piano, de quien pronto se enamorarán. El triángulo no implica conflictos entre ellas; más bien, parecen vivir una suerte de utopía femenina dedicada al arte. Escrita hace más de ciento veinte años, la novela insinúa sin explicitar el amor lésbico: los personajes se tratan entre sí como “esposa”, los abrazos son frecuentes, y Hanna se enamora “como un hombre” de Sofía.
En el texto de solapa y en la mayoría de los sitios de internet en español e inglés que hablan de Olha Kobulianska, subrayan su doble condición de “modernista y feminista”. Es innegable que Valse mélancolique es una novela que bien puede leerse como feminista o protofeminista: las protagonistas charlan sobre la falta de dinero, sobre las incomodidades del matrimonio, sobre la amistad con otras mujeres, sobre la necesidad de realización personal en un universo regido por reglas masculinas. Más difícil, en cambio, es ver marcas modernistas en una nouvelle que en su construcción formal es menos deudora de Flaubert o Turgueniev que de la sensibilidad romántica: Sofía toca “escalas dolorosas” que provocan “emociones” de las que es difícil liberarse; cuando le preguntan dónde guarda sus partituras, no tiene vergüenza en contestar “en el alma”. Más que “modernista” la novela es “moderna”; sus innovaciones se dan más en el plano de las ideas reformistas de sus protagonistas que en sus innovaciones narrativas. La narradora afirma que cuando Sofía tocaba el piano era “como si una fuerza extraordinaria estuviera encastrada en la forma clásica de la serenidad absoluta (...), mientras que en sus ideas era completamente moderna”. Estas palabras parecen referirse a la forma en qué está construida la nouvelle: de ideas disruptivas, al menos para un lector del siglo XIX, Valse mélancolique no ofrece las complejidades formales de los clásicos del modernismo.
Valeria Zuzuk tradujo Valse mélancolique al español rioplantense. En sus páginas leemos a personajes eslavos decir “¡No entendés!”, “volvés demasiado animada” o “¿y si un día te enamorás?” ¿Algo así es lo que experimenta un lector español al leer una traducción de Anagrama? Consideraciones de política lingüísticas al margen, lo cierto es que el registro se combina a la perfección con el tono ligero que domina la narración. Un tono que, en la ausencia de referencias locales, el juvenilismo, la brevedad y cierto aristocratismo de la sensibilidad, anticipa en casi cien años eso que, desde hace unas décadas, ha sido etiquetado bajo el rótulo sospechoso de indie., los abrazos frecuentes, Hanna se enamora “como un hombre” de Sofía.
En el texto de solapa y en la mayoría de los sitios de internet en español e inglés que hablan de Olha Kobulianska, subrayan su doble condición de “modernista y feminista”. Es innegable que Valse mélancolique es una novela que bien puede leerse como feminista o protofeminista: las protagonistas charlan sobre la falta de dinero, sobre las incomodidades del matrimonio, sobre la amistad con otras mujeres, sobre la necesidad de realización personal en un universo regido por reglas masculinas. Más difícil, en cambio, es ver marcas modernistas en una nouvelle que en su construcción formal es menos deudora de Flaubert o Turguéniev que de la sensibilidad romántica: Sofía toca “escalas dolorosas” que provocan “emociones” de las que es difícil liberarse; cuando le preguntan dónde guarda sus partituras, no tiene vergüenza en contestar “en el alma”. Más que “modernista” la novela es “moderna”; sus innovaciones se dan más en el plano de las ideas reformistas de sus protagonistas que en sus innovaciones narrativas. La narradora afirma que cuando Sofía tocaba el piano era “como si una fuerza extraordinaria estuviera encastrada en la forma clásica de la serenidad absoluta (...), mientras que en sus ideas era completamente moderna”. Estas palabras parecen referirse a la forma en que está construida la nouvelle: de ideas disruptivas, al menos para un lector del siglo XIX, Valse mélancolique no ofrece las complejidades formales de los clásicos del modernismo.
Valeria Zuzuk tradujo Valse mélancolique al español rioplantense. En sus páginas leemos a personajes eslavos decir “¡No entendés!”, “volvés demasiado animada” o “¿y si un día te enamorás?” ¿Algo así es lo que experimenta un lector español al leer una traducción de Anagrama? Consideraciones de política lingüísticas al margen, lo cierto es que el registro se combina a la perfección con el tono ligero que domina la narración. Un tono que, en la ausencia de referencias locales, el juvenilismo, la brevedad y cierto aristocratismo de la sensibilidad, anticipa en casi cien años eso que, desde hace unas décadas, ha sido etiquetado bajo el rótulo sospechoso de indie.
8 de octubre, 2025
Valse Mélancolique
Olha Kobylianska
Traducción e ilustraciones de Valeria Zuzuk
Caballo negro, 2025
82 págs.