La literatura nace de todo aquello que encuentra en la putrefacción su destino indefectible. Un enunciado semejante pulsa el corazón viscoso y delator de los cuentos de la boliviana Giovanna Rivero (1972) que, luego de Para comerte mejor y Tierra fresca de su tumba, reaparece en los cuentos de Un resplandor –con sus fascinaciones diversas: los pactos esotéricos, la maternidad, la identidad dividida, la astrología, la locura, el sexo– para poner en ebullición el cerebro y erizar la piel, puesto que, en la estela del horror body, estos relatos postulan que el medio es el cuerpo, y el cuerpo, el mensaje.
Los personajes de Rivero están barrados por un inconsciente que surca mucho más que una subjetividad; en estos caracteres lo que se mantiene a raya brota no solo de la identidad personal sino también de la Historia de la especie e, incluso, de las diversísimas formas de vida de un universo que puede arrogarse todos los atributos excepto el de la hospitalidad; y que, mediante la astrología, encuentra la manera de intervenir sobre la personalidad y los cuerpos. Así, en uno de los relatos, una mujer le comenta a su esposo acerca de “las nieblas existenciales que podía desatar un Neptuno en estado todavía infantil, sobre el velado peligro de un Venus retrógrado y su impuesto codificado en deformidades físicas y compulsiones sexuales”.
En “Emily”, la protagonista se reencuentra con su amiga en Santa Cruz –y de la que ambas han emigrado–, esa ciudad confusa a la que nunca parece regresarse del todo. Y entre una intuición, un saber astrológico y los símbolos premonitorios del sueño, la protagonista presiente que cuando vuelvan a despedirse una fatalidad acechará a su amiga. En “Un miedo distinto” la narradora retoma un acontecimiento de su infancia –que no deja de ser otro lugar al que se retorna, aunque herido– en el que en plena dictadura de Luís García Meza, su perra, la mascota del hogar, se torna ominosamente ininteligible para la comprensión humana. Del recuerdo de la dictadura de Mesa, el despotismo político vira hacia el futuro y se torna absolutista en “Todo ángel es terrible”. Es el Partido y la Doctrina quienes mutilan el cuerpo de Ana, quienes cercenan su pezón para evitar la lactancia y producir en el niño, mediante intervenciones varias y apenas sugeridas, al “elegido” de lo que alguna vez fue Bolivia y ahora es un imperio que Ana llama “la Gran Herida”, porque qué es una patria distópica sino un cuerpo que sangra.
En “Revelar” la protagonista hereda de su tío una cámara fotográfica que expone, a quien sabe mirar, la versión horrenda que late debajo de las fachadas que arropan al ser y a las cosas. El revelado casero de la fotografía supone “una manera de resistir ante una tecnología que prescindía cada vez con mayor contundencia del ser humano”. Sin embargo, los reparos frente al avance tecnológico, en defensa de una supuesta naturaleza humana, tal vez se revelen, finalmente, como una idea no del todo feliz. En el logrado “Un mensaje de las pléyades”, gracias al curso de astrología al que asiste, la nueva esposa de un político experimenta cambios significativos. Es un canal –dice– para los mensajes que las pléyades quieren transmitir. “No estos cambios, dijo entonces ella, señalando la totalidad del cuerpo, que aspiraba a una esbeltez huidiza. Me refiero a la piel. La energía de las pléyades quema. Tengo ampollas, brotes que no sanan... En realidad, no son heridas, son...es el cuerpo abriéndose, ¿sabés?”.
Un resplandor recopila relatos previos, cuenta con un puñado de piezas inéditas y otra muy singular: “Flotar en hybris”, que supo ser un capítulo de Cadáver, la novela colectiva publicada por Lava editora. El volumen se entreteje con la característica prosa de Rivero, afecta a las digresiones y a los retorcijones del tiempo lineal, y que junto a una sintaxis relativamente embrollada requiere de cierta gimnasia lectora para penetrar de lleno en este cosmos imbuido de materias, líquidos, sexo y oscurantismo.
Si bien es cierto que el fantástico, el terror y sus derivados gozan hoy de muy buena salud, muchos de sus personajes, temas, giros, atmósferas, llegaron a la autora por boca de su abuela, experta en narraciones orales de todo tipo. Sumado a una educación religiosa en la que el cuerpo suponía un objeto a vigilar –traicionero como es frente a normativas de cualquier tipo–, el violento, esotérico y enmarañado mundo de Rivero comenzaba a burbujear desde los días mozos. Como si de jovencísima ya hubiera logrado anoticiarse de que a las herencias no se las acepta ni se las rechaza, se las recibe; y de que el cuerpo, en sus misteriosos términos, cultiva su propia muerte.
24 de septiembre, 2025
Un resplandor
Giovanna Rivero
Marciana, 2025
283 págs.