La elección del título en castellano de esta novela de Percival Everett (EE.UU., 1956), Cancelado (De Conatus, 2024), induce a un lamentable equívoco. Es de suponer que el equívoco responde a la estrategia comercial de arrimar el libro a la exitosa etiqueta de la “cultura de la cancelación” y las alarmas victimistas que la nueva derecha estadounidense ha logrado instalar en el debate social. Publicada originalmente en el año 2001 con el título de Erasure (“Borramiento” o “Borradura”), nada en esta novela invita a participar de la discusión en torno a la “cancelación” y las exigencias de la ética pública del presente, a pensarla en los términos en los que está planteada la cuestión o siquiera intuir la posibilidad de un ángulo disruptivo para el debate.
Aquello que ha sido “borrado”, aquí, se refiere a la rocambolesca historia de un palimpsesto disfuncional, a una operación artística vinculada –de forma oblicua– con el siguiente diálogo entre los pintores Willem De Kooning y Robert Rauschenberg: “WDK: ¿Has vendido mi cuadro? RR: No, yo he borrado tu cuadro. Lo que he vendido es mi borradura”.
Cancelado, por tanto, no aborda el supuesto disciplinamiento moral sistemático conocido como “cultura de la cancelación”, pero sí se ocupa de muchos otros temas de interés en la cultura contemporánea, hasta el punto de que podríamos decir que Cancelado es muchas novelas en una y que conserva su capacidad de diálogo con asuntos que conforman la actualidad.
Es, por ejemplo, una sátira de la industria editorial, donde el narrador, un autor de obra “difícil” y minoritaria, se choca una vez y otra con el muro del mercado, que se muestra indiferente a su producción. Afrancesado y vinculado a corrientes literarias academicistas o intelectuales –que son, así mismo, parodiadas de forma inmisericorde– , su entorno insiste en que se centre en la experiencia de la negritud, de la que él se siente biográfica y hasta filosóficamente alejado.
Es también una crítica mordaz de los mecanismos de racialización y de las formas en que los medios de comunicación de masas trabajan para reforzar los prejuicios, los tópicos y la estigmatización racial de los afroamericanos en los Estados Unidos.
Y es, por último, una indagación en la red de afectos, sintonías, secretos y rencores sobre los que se asienta la familia como institución social y como narrativa identitaria. Aborda el tema del cuidado de los mayores y sus desafíos para la estructura vital de los cuidadores; dramatiza el fanatismo y la hipocresía de una sociedad que interviene de manera esquizoide en los derechos reproductivos de las mujeres; explora las imposiciones de la moral y el proceso de asumir una identidad sexual no convencional.
Cancelado es, con todo ello, un artefacto narrativo complejo y fragmentario que logra empastarse de manera que su lectura sea unitaria y comprensiva. En la novela suenan ecos de la violencia racial que circula por las obras de Ishmael Reed o James Baldwin, pero también de los procedimientos metaficcionales de Philip Roth y del humor de Woody Allen.
La traducción del texto, dejando a un lado la equívoca elección del título, se ha topado, en una de sus partes (literalmente una novela dentro de la novela), con el problema del lenguaje coloquial. En la teoría, este problema es imposible de resolver de manera que funcione mínimanente bien para un colectivo internacional de habla hispana muy diverso –porque lo coloquial es local, como señaló Marcelo Cohen–. En la práctica, para poder sortear estas dificultades teóricas, la traducción requiere el esfuerzo de una filigrana lingüística y de unos malabarismos léxicos que aquí no comparecen. Encontramos frases con seis, siete y hasta ocho términos de uso restrictivo del habla coloquial española (planteada en términos anacrónicos, para captar la textura de la época en que está situada la novela). En términos figurados, una parte sustancial de esta traducción es “ilegible” fuera de España.
Cancelado
Percival Everett
Traducción de Marta Alcaraz
De conatus / Seix Barral, 2024
392 págs.