Acceder a los vericuetos propios de la mente representa una tarea de alta complejidad. Llegado el caso de que el sujeto posea el hábito de pensar, pueden presentarse, en el seno de estos espacios, las más variadas especulaciones, ya sean salvajes o no. Para ello es preciso saber que si se hace la pregunta correcta un tipo de verdad aflora y toma la forma de una idea.
Enrique Lihn era una persona que pensaba (y pensaba bien): lo hizo con la poesía, la novelística, el ensayo, la pintura; manejaba a su vez, y como pocos, el arte de la digresión y además poseía una personalidad magnética, una que invitaba constantemente a ser atendida por la mecánica de sus efectos. Es por eso que, se supone, no tiene que haber sido sencillo encontrar un buen interlocutor que lograra canalizar el torrente de ideas y observaciones que formaban parte de esta cosmovisión privada. Hasta que llegó Pedro Lastra (también poeta, también crítico como Lihn) para domar a la divina garza.
El resultado de sus intervenciones conforma este compendio de conversaciones en las que se tratan, con precisión de orfebrería, los temas más relevantes para el autor de La orquesta de cristal. Aparecen, no necesariamente en este orden, las relaciones o las “herencias afectivas” entre el Siglo de Oro y los poetas de la generación del 27; la figura que se desprende de su ars poetica instituyéndose como don Gerardo de Pompier; el concepto de “intertextualidad refleja” en la cual cada partícula de su obra repercute sobre el resto y, como si todo esto fuera poco, se sigue de cerca un ataque a la personalidad de Borges. La posición de Lihn con respecto al autor de El aleph es firme, no se preocupa por ir más allá de lo que podría denominarse el “Borges mediático”: aprovecha la exposición pública de éste (que considera fascistoide y excesivamente ubicua) para decir que su poesía es pueril, que envejeció, como Borges mismo, mal. En este punto vemos, como casi nunca en todo el libro, una posición encontrada frente a Lastra, de ahí se desprende una serie de devoluciones que se asemejan a agarrones de boxeador.
A pesar de ello, el tono general del texto es ameno y hay una predisposición por parte de ambos por lograr el pensée juste, por ofrecer al lector la oportunidad de entrar, como quien dice, al laboratorio mismo de una de las mentes más elegantes que supo tener la literatura hispanoparlante. Un motivo más que suficiente para bailar bajo su influjo.
2 de febrero, 2022
Conversaciones con Enrique Lihn
Pedro Lastra
Editorial Universidad de Valparaíso, 2020
220 págs.