Las aventuras de la China Iron, la última novela de Gabriela Cabezón Cámara nominada al prestigioso Booker Prize, propone una relectura de la gauchesca en clave de relato de viaje feminista. La que toma la palabra, la que se pone a cantar, para intentar nombrarse, a sí misma y a su experiencia, es la "chinita de" Martín Fierro, premio que el gaucho ha ganado en una partida de truco. El reclutamiento de Fierro le abre a la protagonista un camino hacia la libertad y, acompañada por la inglesa Liz y por el perro Estreya, cruzará el desierto atravesando distintas lenguas y culturas, en un devenir permanente.
Mientras que Fierro narra con la prepotencia de una verdad ligada a la violencia y a la razón, la China tiene las certezas del cuerpo y del amor que dilucida por medio de Liz. Si en Fierro hay un saber ya consolidado que solo es necesario comunicar, lo de China se asemeja más a un constante relato de aprendizaje.
¿Coincidís en que esa diferencia entre el saber consolidado de Fierro y el aprendizaje de la China resulta clave a la hora de pensar tu reescritura del Martín Fierro?
Fierro empieza hablando cuando todo ya pasó, la China va aprendiendo durante el camino. A ella las cosas le van pasando en el presente de la enunciación, o un poco después, y relata desde otro lugar, ¿no? Fierro habla desde la derrota y su novela habla de un estado de cosas que parece inamovible, el estado de cosas que a él le secuestra la vida, que a él lo revienta.
Las novelas de Cabezón Cámara tienen un trabajo muy particular y barroco sobre la lengua, un detenimiento en el placer de la forma, del significante. En algún sentido, es también el placer que experimentan la China y Elizabeth al inicio del viaje, cuando cantan a dos voces, cada una en su idioma. A su vez, muchos de sus grandes personajes (Güiri, Cleo, La Negra rubia, la China misma) narran en primera persona.
¿Qué relación hay entre un personaje y su voz?
Para mí un personaje es una voz. De hecho no puedo escribir un personaje hasta que no le encuentro su propia música, su manera de decir, su ritmo, su velocidad o lentitud. En general cuando me pongo a escribir no tengo mucha idea previa de lo que va a ser el personaje. Arranco con alguna imagen, con el ritmo y con la propia materialidad de las palabras me van apareciendo los personajes. Hay algo muy fuerte, sí, que se juega ahí. Es una mezcla. Después hay una perspectiva, un punto de vista sobre el mundo, alguna imagen de cómo arranca el personaje. En el caso de la China era viendo una inundación cuando se había ido Fierro. En el caso de Gaby [protagonista de Romance de la negra rubia] era un quemarse a lo bonzo, por nombrar estos dos personajes. Y tenía eso nomás, y les tuve que encontrar todo lo otro que te decía. En principio es pura forma, pura palabra, música, y una rabia, al menos en la negra rubia.
La China comienza a escribir atormentada por la nada del desierto; la acosan pesadillas en plena vigilia y a mitad de los sueños. "Contra esas pesadillas empecé a escribir", afirma.
¿Es la escritura, al menos en tu caso, una forma de conjurar los miedos y tormentos?
Es una buena pregunta. Creo que sí, de alguna manera. A mí escribir me sirvió para construirme un espacio habitable en el mundo, para ayudarme a vivir. No sé si para todo el mundo es igual, me imagino que de alguna forma sí, pero en ese alguna puede haber muchos matices. Para mí, sin lugar a dudas es una manera de, no sé si de evitar el tormento y el dolor, pero sí de construirme un lugar habitable en el mundo. En este preciso instante estoy pensando que si no escribo durante cinco años no pasa nada. Aunque siempre tengo la cabeza pensando en escribir, así que no sé si es válido lo que estoy diciendo. Mi cabeza piensa en escribir, piensa cosas, y de alguna manera u otra, escribe.
Cabezón Cámara por Juan Carlos Comperatore
Los textos de Cabezón Cámara están repletos de cuerpos (por lo general de las culturas populares, de la comunidad LGBT+) violados, asesinados, vejados, incinerados, marcados, muchas veces, por un Estado patriarcal. En una de sus tajantes y polémicas afirmaciones, David Viñas afirma que la literatura nacional nace con una violación (la del unitario en El matadero).
¿Crees que tu obra puede ampararse bajo el marco de esta idea?
A mi humilde criterio, lo que nace con una violación es toda América Latina. Nace con una violación que no acaba nunca, como la conquista. Nunca se acaba. Es un saqueo, una masacre constante. Hoy mismo sigue aconteciendo. Pienso en los desmontes en Salta, en los incendios en Amazonía, en la Chiquitanía, en el bosque chaqueño, en la manera en que se extraen las materias primas dejando monedas acá y produciéndose el valor agregado afuera, y después se nos vende carísimo. Pienso en las grandes obras de la literatura latinoamericana ─y esto puede sonar a bestialidad de mi parte─, desde el principio, pienso en los comentarios del Inca Garcilaso, en las crónicas de Bernal, en todas las crónicas de los conquistadores, en las crónicas de los vencidos; y más cerca en el tiempo pienso en El matadero (vamos a darle la derecha a David, pero me parece que se quedó corto), en Rulfo. ¿Qué es Pedro Páramo? La historia de un poronga, de un patrón, de un representante cabal del patriarcado. Pienso en ese cuento que a mí me resultó tan bestial, "Patrón", de Abelardo Castillo. Podría seguir infinitamente. Hay algo de eso que nos marca a todes de una manera u otra y posiblemente eso, en mi literatura, esté muy presente. Es nuestra matriz.
En La Virgen Cabeza Qüity sostiene que la comunicación con Cleo se realiza mediante una "sintaxis propia", en una lengua "cumbianchera". En Las aventuras... la verborragia y la desmesura de la lengua se apaciguan un poco (sobre todo en la primera parte), como el correlato verosímil de una mente que recién despierta, o nace, a la vida del lenguaje
¿Cómo definirías o adjetivarías la lengua de la China?
No sé. Es una lengua signada por la luz. Por la superficie de las cosas. Y por lo propio del cuerpo. Es una lengua sensual, diría yo. Luminosa y musical. Al menos es lo que intenté hacer.
En el capítulo "Volcarme yo" la China y Liz hacen el amor; la prosa ─ahora sí─ se desbarranca y los límites oracionales se extienden, emergen las subordinadas y la escritura pareciera no tener centro o fin.
¿Qué relaciones encontrás entres sexo y escritura?
Antes hablaría del deseo y el placer, y a veces el displacer.En mi caso el deseo es constante. Yo siempre tengo ganas de escribir. Después realizarlo efectivamente me cuesta un huevo, o un ovario. Pero siempre tengo ganas. Hay algo ahí de la vitalidad. A mí se me juega por ahí, muy fuertemente. Cuando me siento a escribir y empieza a suceder esa música de la que te hablaba antes, y me concentro, y esa música sigue sucediendo, hay un momento en el que pareciera que yo me disuelvo, desaparezco un poco en una sensación física, de mucha vitalidad, placer y potencia. En eso sí te diría que se asemejaría al sexo, al buen sexo.
En un texto escrito para la web del CCK, en esta época de coronavirus en la que una forma de economía y toda una forma de vida humana están en jaque, Cabezón Cámara retoma a Frederic Jameson al afirmar que pareciera ser más fácil concebir el fin del mundo que el del capitalismo.
¿Tu literatura puede ser pensada como uno de los lugares que ofrece esa utopía?
Tengo la firme convicción de que un presente que por toda idea de futuro genera distopías es un presente criminal. Yo no creo que todos los seres humanos seamos responsables de este presente criminal, o en todo caso lo somos sólo en la medida en que no encontramos el modo o la fisura para revelarnos y reventar todo para que no lo sea. Sí creo que es un presente criminal y sí creo que tenemos que hacer algo. Desde el trabajo, el arte, los aparatos que crean ficciones con el imaginario social (porque el imaginario es de todos, ninguno de nosotros inventa nada), me parece que una posibilidad de hacer algo es empezar a pensar otros mundos posibles. En mi caso, modestamente, desde mis ficciones. Pero menos modestamente, hay que pensarlos ─no sé si afuera o adentro del arte─ con muchísima otra gente, en asamblea.
¿Qué otros autores/as actuales que hayan trabajado con el desierto te interesan y por qué?
Nunca pensé en cómo otros autores han trabajado el desierto. Me gusta muchísimo El viento que arrasa, de Selva Almada. Ese paisaje no es exactamente un desierto pero no deja de serlo, y está trabajado de una manera espectacular. Selva logra que el paisaje se convierta en personaje de una manera colosal, impresionante. También me interesó mucho El año del desierto, de Pedro Mairal, que tampoco es exactamente un desierto pero un poco sí, ¿no?
Por último, ¿estás escribiendo algo actualmente?
Sí, estoy escribiendo algo ahora pero me está costando mucho, así que prefiero ni hablar del tema hasta que me salga de una puta vez [risas]. Ya lo comencé por cuarta vez. Tiro todo y empiezo, estoy un poco a las puteadas.
22 de abril, 2020
Las aventuras de la China Iron
Gabriela Cabezón Cámara
Random House, 2017
192 págs.