Cultor de una poética de tono popular y callejero; afecto, al mismo tiempo, a la cultura hollywoodense y a los géneros de masas, Leonardo Oyola se alzó en 2008 con el premio Dashiell Hammett al mejor policial en la Semana Negra de Gijón por su novela Chamamé, y en 2011, gracias a Kryptonita ─su versión conurbana de los Super Amigos─ obtuvo el provocativo galardón al “libro del año”, otorgado por Eterna Cadencia. Con un significativo éxito en ventas, Kryptonita tuvo también su adaptación cinematográfica y televisiva. En plena pandemia Oyola publicó su ─por ahora─ última novela. Se trata de Ultra Tumba, ambientada en una unidad penitenciaria de mujeres durante el día del niño. Sobrevuela en la jornada una atmósfera de ─estrafalario─ motín, en el que se verán inmersas desde las prisioneras y evangelistas fundamentalistas hasta zombies. En medio del conflicto, la guardiacárceles Medina y la presidiaria “La Oreiro" se juegan las últimas fichas de un amor que rompe todo tipo de códigos y reglas.
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Haciendo referencia a la relación entre la Oreiro y la Turca, por razones socioculturales, el narrador explicita que se trata de “lo imposible”; cierto también que hay otro tipo de imposible, en relación con el mundo del lector, del orden de la naturaleza, con la irrupción de los zombies.¿Qué relaciones encontrás entre tu literatura y lo imposible?
Uno de los hits y una de las canciones más lindas de Smashing Pumkins es Tonight, tonight. En uno de sus versos alcanzo a entender que en inglés afirman “lo imposible es posible esta noche”. Eso es escribir. Creer en algo y contarlo. Después están categorías como ordinario y extraordinario. No me gusta pensar en eso. Si en que cuando narro puedo exagerar, esperando que del otro lado llegue a existir una complicidad con quien lo lea o escuche. Pero eso ya no depende de mi.
La cabeza lo tiene que permitir.
La cabeza es la primera que dice: no.
La cabeza es la que te hace mantener los pies en la tierra.
La cabeza es la que te obliga.
Es muy difícil ganarle.
En Ultra Tumba, al igual que en otras de las novelas de Oyola, hay momentos en los que el narrador construye párrafos o, antes que párrafos, oraciones sueltas, como mínimos golpes de efecto, recortados por puntos y aparte.
¿A qué se debe el ritmo de este tipo de prosa? ¿En qué efectos pensás al escribir de esta manera?
Básicamente viene de la oralidad que busco que posean mis textos. Y de las lecturas en vivo. Me parece que de esa forma el relato se vuelve cercano y más fácil de seguir. Como que es un abuso de confianza pedirle a alguien que te escuche, entonces que en esa economía estén las palabras justas y necesarias. Las que no te querés quedar sin pronunciar. A la vez me es muy importante el contacto visual con el público. Además de la electricidad que se genera y se siente en el ambiente durante la lectura. Entonces al alzar la vista para ver lo que está pasando y encontrarte con la mirada de la audiencia después ayuda, para volver al papel, identificar la oración que sigue con esos puntos y aparte.
La Hermana Irma, la jefa de la facción evangelista-zombie, advierte que tarde o temprano, todas las vivas “van a terminar siendo soldados de nuestra Iglesia”. ¿Ves en la religión un opio para el pueblo? ¿Hay algo de eso en la novela?
Lo del opio para el pueblo nunca llegué a entender bien a que se refiere. Si, en lo personal, te afirmo que cualquier religión por más que no se profese es algo para respetar. El problema pasa cuando se quiere imponer a las personas. Y algo de eso hay en un verbo como evangelizar. ¿Por qué la abrazas? Entre la búsqueda personal de lo que es la Fe, la desesperación y angustia de un momento límite en nuestras vidas y el soldadear sin cuestionar muchos preceptos hay una enorme diferencia. Yo tengo mis idas y venidas con la idea de Dios. Si creo en los santos populares porque antes fueron hombres. Y de lo que huyo es de los autoproclamados representantes de Dios en la tierra. De la Iglesia como institución y negocio. El avance para nada menor de una religión profesada como la evangelista, que en el prime time de nuestra televisión haya telenovelas bíblicas con un rating alto, el fenómeno en cines de la saga Nada que perder ─las biopic sobre el creador de la Iglesia Universal─ y que en diciembre los carteles del gobierno de la ciudad de Buenos Aires hagan propaganda religiosa proclamando Navidad es Jesús creo que son indicadores que no se deben de subestimar. Y lo digo de cara al futuro y sobre todo a quienes nos pueden llegar a gobernar de contar con el apoyo de ellas y ellos.
Leonardo Oyola por Juan Carlos Comperatore
Al igual que gran parte de la obra de Oyola, Ultra Tumba está atravesada por el cine comercial (el epígrafe extraído de Rio bravo), las series televisivas ─en este caso de terror (La hora del vampiro)─, la música pop (los capítulos titulados con los versos de Its a hard life, de Queen); la enumeración podría seguir y seguir...
En una entrevista reciente afirmaste que, en términos generales, aprendiste a narrar con la cultura pop. ¿Podrías desarrollar esta idea?
Los videos de las canciones y de las bandas de los 80 tenían los mismos colores que las cortinas de hule y las ropas de las chicas de mi barrio. En un clip de esa época había algo narrado cinematográficamente. Y esas historias y las maneras de contarlas son las primeras que recuerdo asimilar junto a las películas y a las series de televisión.
Pero luego entró en tu vida la lectura, ¿no?
Sí, y cuando lo hizo hubo un cierre durante una primera etapa en la que uno lo que más quería era compartir y difundir esos sonidos y esas historias. Ya con otra edad y experiencias acumuladas recién ahí empecé a contar cosas mías vestidas con todo eso que a mi me contaron, me hicieron emocionar, reír, llorar, cantar y bailar. Y que entiendo como cultura pop.
Oyola ha llevado a una instancia literal la concepción del cuerpo de la escritura: tiene tatuadas el nombre de cada una de sus novelas.
¿En qué sentidos dirías que tu literatura se escribe desde, en y sobre el cuerpo?
Mirá, lo único que se es que mientras escribo le doy todo lo que está a mi alcance a la historia. Y eso, literalmente, es ponerle el cuerpo. A medias no sirve nada. Tampoco contar sin la entrega que sea necesaria.
Oyola sostiene que el lenguaje es sumamente territorial. Por Ultra Tumba, como por toda su producción, circulan voces muy heterogéneas, del campo popular, del lunfardo, de la cultura de masas.
¿Cómo definirías o pensarías el territorio que marca el lenguaje de Ultra Tumba, o el de tu literatura en general?
Se darle expresiones que escucho en la vida real a mis personajes para hacerlos sentir cercanos. El argot es algo que va mutando. Incluso la jerga tumbera no es igual ni siquiera en las diferentes cárceles de una misma provincia. El lenguaje es sumamente territorial y eso es algo que me fascina. Incluso cuando alguien no es de ese lugar o no ejerce ese tipo de laburos por izquierda al pronunciar esas palabras específicas le quedan forzadas. De ahí también los apodos o sobrenombres. Que tienen su inventiva, su picaresca y su marca registrada de donde uno es oriundo.
Una de las enseñanzas de Laiseca ─afirma Oyola─ es que el último eslabón de un texto se articula con el lector, “que termina de cerrar el libro con sus experiencias y su mirada del mundo”.
¿Qué devolución lectora de uno de tus libros te sorprendió más y por qué razones?
Mi papá no tenía incorporado el hábito de la lectura de libros de ficción. Hoy lee bastante. Pero lo primero que leyó fueron cosas mías. Le costó Siete & el Tigre Harapiento. Cuando terminó de leer Chamamé me dijo: así tenés que escribir, para la gente. Que se yo. Me encantó. Lo amé más.
Si tuvieras que quedarte con una de las enseñanzas de Laiseca: ¿cuál sería y por qué?
Difícil decir cual. Si se que él ─sus recuerdos y sus libros─ siempre están presentes. Están dando en Cine.ar “Lai”, el documental que hizo el Rusi Millán Pastori sobre su vida, obra y talleres; y que Laiseca no alcanzó a ver. Se fue de gira un par de meses antes del estreno. El Rusi, mientras filmaba, nos había dicho a todas y todos sus discípulos: él es tan buen maestro que hasta en el final les está mostrando lo que no tienen que hacer. Muy a mi pesar, creo que fue así. Y que esa ha sido su última enseñanza. Que no nos pase lo mismo. A nosotras y nosotros que sangramos igual. Por eso polémicas ─con nombres tan rimbombantes en redes sociales y con personas que no tienen ni idea de lo que están hablando y que lo único que buscan es su propia visualización más allá de la escritura─ son puro cotillón.
3 de noviembre, 2021
Ultratumba
Leonardo Oyola
Random House, 2020
240 págs.