Ni memoria ni relato autobiográfico, Me acuerdo, el último libro de Martín Kohan (Buenos Aires, 1967), exhibe la enumeración prístina de recuerdos que el autor de Ciencias morales evoca al calor de una escritura precisa, ajustada. Rememorando explícitamente la experimentación de George Perec con su propio Me acuerdo (quien, a su vez, rememoraba el de Joe Brainard), Kohan habla de su infancia con la frialdad del observador, con la distancia, en suma, que ejercen sobre los hechos, el tiempo, el lenguaje, el artificio.
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Un conocido desinterés del autor reside en la literatura del yo, autobiográfica o autoficticia, tal vez, por ser el sumun de una concepción literaria: la que anuda la experiencia y las ideas del escritor/a a las de su texto.
¿No crees, sin embargo, que un libro como Me acuerdo encuentra editorial y publicación por, justamente, el yo, la firma autoral, que sustenta el libro?
La verdad es que me resultaría terrible que así fuera. Supongo que quisieron editar el libro porque les pareció bueno, porque les pareció bien escrito, algo literariamente interesante. De haber habido otra razón, me consideraría estafado. Pero los editores de Godot son personas muy valiosas, estoy seguro de que no harían una cosa así.
La enumeración de los recuerdos, como un dictado mecánico, eco de un ejercicio oulipeano, se muestra como un recurso distante de una organización narrativa que pretende reconstruir una identidad. Me Me acuerdo acuerdo no presenta la forma ni la intención de un texto autobiográfico o memorialístico, pero postula un yo sujeto a la arbitrariedad de sus recuerdos.
¿Cómo definirías o describirías al Martín Kohan que el libro configura?
No tengo idea sobre el yo que el libro configura. Habría que preguntarles a los lectores.
El inventario de recuerdos, entonces, al no estar atado a las lógicas del sentido de un relato o de una novela, no requiere motivaciones narrativas. Los recuerdos se disponen conforme a la evocación de la escritura.
¿Cómo estableciste el corte que supone "empezar" y "cerrar" el libro?
El corte fundamental fue el de no ir más allá de la infancia. Y aceptando la convención de un cierre de la infancia a los doce años (el criterio de la educación formal, que seguí; el criterio del judaísmo, que no seguí). Empecé con el primer recuerdo que acudió, terminé cuando no acudió ninguno más. ¿Cuál es el último recuerdo del libro? ¡No me acuerdo! El Me acuerdo es el libro del que menos me acuerdo. No es un juego de palabras. De veras que es así. Lo que me indica que, la contención que exige el género, la contención de enumerar recuerdos sin "hacer memoria", requiere un fuerte componente de olvido.
Martín Kohan por Juan Carlos Comperatore
En una entrevista reciente Kohan retoma la distinción ─proveniente de un poema de Susana Villalba ─ entre recordar y observar recuerdos. En Me acuerdo, sostiene Martín, se trata de eso precisamente, de observar recuerdos. No obstante, Kohan, lector de Rancière como es, comprende que ninguna observación es inocente o pasiva.
¿Qué posición o intervención de tu parte se juega en el hecho de observar tus recuerdos?
La posición de escritura. El ritmo de la escritura, acompasada al de los recuerdos; pero también la concisión de la escritura, para hacer de los recuerdos un objeto a contemplar y no una vivencia a evocar o narrar. Una escritura de sustracción: esa fue mi parte.
El libro contiene la publicidad gráfica de Billiken en la que el niño Kohan, alrededor de sus siete años, participó como modelo. En Fuera de lugar, su última novela, aunque no visualmente, circulan fotos de niños abusados, producidas (y consumidas) por una serie de personajes perversos. Salvando las enormes diferencias entre los dos tipos de fotografía, ambas comparten la exposición del cuerpo y de la imagen del niño.
¿Es posible ver puntos de contacto entre estas clases de fotografía? ¿O resulta un poco forzado?
Cuando escribí Fuera de lugar, no recordé en ningún momento que yo mismo había sido (de más chico: hasta los seis años) un niño fotografiado (y filmado) en publicidades; incluso que había sido fotografiado desnudo, para una publicidad de discos. Escribí todo Fuera de lugar sin que eso me viniera a la mente en ningún momento. Hasta ese punto escribir literatura no es para mí una práctica de proyección personal, sino más bien lo contrario. En una entrevista de Patricia Kolesnikov para Clarín surgió ese elemento, que yo no había advertido, y que me tomó completamente por sorpresa.
Algunos de los protagonistas de las novelas de Kohan ─la preceptora de Ciencias morales, el inquilino recalcitrante de Cuentas pendientes, el cura de Fuera de lugar, el conscripto de Dos veces junio─ personifican (o conviven con perversidad) la norma, el sentido común, la obediencia debida, incluso la pedofilia. Encarnan, puede conjeturarse, la otredad y, por tal motivo, una de las razones por la que se justifican en la escritura de Kohan que escribe, sostiene, "para vivir la experiencia de la alteridad".
¿Cómo pensarías o definirías la concepción de escritura que subyace a Me acuerdo?
Esa misma que citás: una experiencia de la alteridad. No la de expresar un yo, es decir, no la de la autoexpresión o la autofiguración. Esos materiales, que provienen de mi infancia, al ser dispuestos como objeto de una colección y no como la plasmación de una memoria personal, funcionaron de ese modo en la escritura del libro.
¿Cuáles son tus recuerdos más intensos en relación con la lectura y la escritura?
Cada vez que leo "Emma Zunz" (y lo leo muy seguido, porque lo doy en distintos cursos), me estremece su perfección. Son varios recuerdos que voy acumulando a lo largo de mi vida. Para la semana que viene (voy a dar una clase sobre "Emma Zunz" el próximo miércoles) ya habré sumado uno más.
Si tuvieras que borrar u olvidar uno de los recuerdos, ¿cuál sería y por qué?
¿Del libro? No lo sé. Tendría que ponerme a recordar el contenido del libro, o tendría que ponerme a revisarlo; y no tengo ningún interés en hacer ninguna de las dos cosas. El libro ya está escrito y publicado: ya puedo olvidarlo.
En una carta a su amigo OskarPollak, Kafka afirma: "Escribo de manera diferente a lo que hablo, hablo de manera diferente a lo que pienso, pienso de manera diferente a la forma en que debería pensar, y por lo tanto, todo procede a la oscuridad más profunda". El caso de Kohan, en lo que respecta a su fluidez y rigurosidad oral, parece ser contrario al kafkiano: una luminosa y permanente vigilancia pesa sobre su discurso. Dicho coloquialmente: hay ocasiones en las que el autor parece estar leyendo, no hablando.
¿Qué diferencias encontrás entre tu registro y tu disposición oral, por un lado, y el escrito, por otro?
Mi oralidad, según creo, tiene que ver con mi profesión: soy docente. Desarrollar ideas, exponer conocimientos, generar debates, incorporar los aportes de los otros; es mi trabajo. No es que hable en la vida como hablo cuando estoy dando clase, por supuesto, pero en situaciones de exposición pública (mesas redondas, conferencias, entrevistas en los medios) supongo que mi oralidad se apoya en esa práctica. Kafka en cambio era empleado en una compañía de seguros. ¡Pero era Kafka!
¿Nos podrías adelantar algo de Confesión, tu novela que saldrá en unos meses? ¿Cómo dialoga con tus novelas precedentes?
Creo que puede haber algunas líneas de continuidad. Una interrogación al moralismo y su conexión con el mal, como en Ciencias morales; una interrogación por la relación entre lo personal y lo político, como en Museo de la Revolución; una interrogación de lo represivo en distintos planos (el político y el sexual, por lo pronto), como en Dos veces junio. Ahí puede que haya relaciones, no estoy seguro. Lo que espero es que, más allá de esas relaciones, funcione como lo que es: la apuesta por algo nuevo y no una variante de lo que ya hice.
17 de junio, 2020
Me acuerdo
Martín Kohan
Godot, 2020
104 págs.