Con la publicación de las novelas El origen de la tristeza (2004), La ley de la ferocidad (2007) y En cinco minutos levántate María (2010), Pablo Ramos (1966, Avellaneda) se ha consolidado como uno de los escritores más audaces a la hora de transfigurar su vida familiar en una sensible y por momentos brutal obra de ficción. Músico, guionista (ganador del Martín Fierro por el libreto de Historia de un clan) condujo durante 2015 y 2016 Animal que cuenta por canal Encuentro, una serie de entrevistas y dramatizaciones de relatos de autores y autoras de su admiración. Con la editorial platense Hormigas negras publicó a fines de 2019 Amor no Roma mi amor, un libro misceláneo compuesto, entre otras, por páginas de su diario personal, poemas (incluidos los infantiles, dedicados a su hija Antonia) y artículos político-periodísticos. En esta entrevista nos adelanta que acaba de terminar de escribir su última novela, y sí: integra la saga familiar de los Reyes, y lo que había sido hasta ahora una trilogía, afirma, se ha convertido en una tetralogía.
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En el poema "Adverbio", de Amor no Roma mi amor, el sujeto poético se ríe del crítico/lector/psicoanalista que habla del "lenguaje preciso" de un libro.
¿Qué tipo de lenguaje constituye tu literatura?
El lenguaje literario no es preciso, y no debe ser preciso, justamente, porque debe tener como condición la pluralidad del sentido. Si yo digo, en filosofía (en donde el lenguaje sí debe ser preciso), "Pienso, luego existo", parece que ese pensamiento y esa frase nacieron al mismo tiempo porque el filósofo quiere expresar algo concreto. Necesita que las palabras se encadenen de una manera tal que no tengan más que un solo significado. Te cito una frase que cita Raymond Carver: "Y de pronto todo fue claro para él", o, una mejor todavía: "Había una vez". ¿Una vez cuándo, dónde? ¿Qué había y ahora no hay? Más allá de las tensiones que genera el lenguaje literario, debe tener pluralidad de sentido. Para lograr eso hay que escribir con trazos gruesos. La literatura se escribe con trazo grueso para que sea precisa, de hecho, lo demuestra cualquier texto literario de calidad, donde lo que importa es lo que esas palabras encierran. Me imagino ahora un párrafo de James Donleavy: "las altas ventanas grises del museo por todos lados mascan chicle", "las escaleras del subte me hacen acordar a caballos". No hay mucha precisión, ¿no? No son altas las ventanas, están altas. Sin embargo esa imprecisión da la precisión del estado de ánimo de ese personaje que se siente empequeñecido por la muerte del Helen [se refiere al protagonista de la novela de Donleavy, Cuento de Hadas en New York]. La exactitud fundamental del aserto es la única moralidad de escribirlo, dijo Ezra Pound, aunque tampoco creo que sea así. Unamuno diría que se puede tener mucho talento pero ser un imbécil moral... los que hablan así... bueno, mejor no hablar de ciertas cosas.
La soledad, la comunicación humana, el amor, la fragilidad de la existencia, la pregunta metafísica por excelencia ─Dios─, los grandes temas universales, antropológicos, no sólo marcan la obra precedente de Ramos sino que están presentes en los diferentes géneros de Amor no Roma mi amor.
¿Cómo dirías que aparecen en este último libro?
Este libro, que casi no es un libro, parece más una revista que un libro, tiene también la intención no didáctica pero sí espiritual, y esperanzadora, de ser un tiro por elevación a la gente que escribe, que quizá todavía no publicó, y bajar un poco del pedestal al escritor. Yo siempre me relacioné con la escritura y con la palabra, y con Dios a través de la oración, no soy de meditar, soy de rezar oraciones escritas, composiciones. Creo profundamente en el poder de la palabra, en esto que dice Santa Teresa: "Las palabras llevan a las acciones, alistan el alma, la ordenan y la mueven hacia la Ternura". Y quiero mostrar en este libro que yo llevaba un diario que, por más hecho mierda que estaba, no perdía el sentido del humor, no perdía la posibilidad de tomar distancia de mí. La única manera de tomar distancia, de tomar perspectiva de mí, es anotarme en un cuaderno. Escribir (no describir); tratar de buscar eso que me pasa adentro de ese otro adentro que me pasa. El diario personal es una herramienta enorme para mí, fue una última esperanza de comunicación conmigo, porque el tipo que está consumiendo cocaína o alcohol no tiene un problema en relación con la comunicación con los otros; los otros son un reflejo de esa ceguera en la cual estás viviendo, y creo que en este libro aparecen de manera brutal, o de manera bruta directamente. En el sentido de cómo fueron encontrados mientras limpiaba mi casa, escritos en máquina de escribir, alguno medio quemado porque una vez hubo un incendio, otros manchados con café. Es un material que encontré y que da cuenta de que escribo todo el tiempo; y que escribí siempre. No desde cuando soy "Pablo Ramos", sino desde cuando era Pablo el electricista, el hijo del bobinador. Escribí siempre. Siempre me arrinconé con un cuaderno. En este libro, todos esos temas aparecen de manera brutal, incluso exponiéndome mucho, exponiéndome al pico de los caranchos (que poco me importan, tengo pecho de sobra para los caranchos); y como una caricia por elevación a ese lector mío (generalmente mis lectores son muy fanáticos de mí y yo me siento muy responsable de eso), y dándoles algo de intimidad. Corrí el velo del pudor, que es el alter ego, que es Gabriel [el personaje alter-ego del autor en la trilogía novelística], y me puse a mí, a Pablo, con sus falencias, con sus miedos, con su ser enaltecido por una Pascua en la que afirma que no hay que jugar a la quiniela, y luego desesperado porque le vengan a cobrar el número. Exponiendo también la suerte extraña que siempre tuve, que le digo en broma al quinielero: "Jugale al 33", y sale. Y yo estaba hecho mierda. Y estuve solo durante esa Pascua, que es una fiesta importante para mí. Y luego pensando que si el quinielero de mi barrio tuviera que pasar un psicofísico para quinielero, no lo pasa ni a gancho. Es decir, nunca perdí el sentido del humor. Y eso se lo debo a mi relación con el diario personal. Entonces, para redondear: esos temas sobreviven de manera brutal, bruta, más que brutal. Como pedazos de cosas valiosas que encontré y que merecían ser publicadas con los pedazos de roca todavía pegados a la gema.
Me hiciste pensar en esa frase de Sartre: "Un escritor destruye su vida y construye...
Dinamita. Un escritor dinamita su vida y construye con los escombros de su biografía, los ladrillos de su literatura. La diferencia entre escombro y ladrillo se llama civilización.
Pablo Ramos por Juan Carlos Comperatore
En una entrada del diario de febrero de 2004 Ramos afirma que "escribiendo es como descubrí cómo me devuelve las cosas el hecho de escribir. Cómo me reconcilio con ellas". En "Tu nombre sobre mi nombre" y en una versión descartada de "La ley de la ferocidad" ─por nombrar solo algunos─, la enunciación le da voz a personas o personajes que han fallecido, o la palabra poética o confesional los convoca al presente de la escritura.
¿Es la escritura una forma de la resurrección?
Es la única posibilidad de resurrección. La escritura tiene el poder de hacer que el ser amado esté con uno para siempre.
En la entrada "Domingo de Pascua" se lee: "A mí me tocó ser la palabra de todos esos que se fueron en manos de la policía, de la droga, del gin y del vino, del whisky, del sida, de la indiferencia"
¿Crees que hoy día la figura del autor tiene un rol ─o una misión─ social?
Me encanta esta pregunta porque me da una oportunidad de ponerme en un lugar que nadie se atreve a poner. Claro que tiene un rol, y claro que soy el escritor de la clase trabajadora, no me cabe la menor duda. No hago alegorías sobre la villa ni lo marginal. Yo expreso la belleza, la estética, las ilusiones y los anhelos de la gente de trabajo, del proletario. Eso lo tengo muy claro. Y también tengo claro que soy un escritor moral. Mi libro que más me gusta es El sueño de los murciélagos [su libro juvenil que protagoniza un adolescente Gabriel Reyes], en el que me puedo dar el lujo de hacer una moraleja, porque me parece que hay cosas que están bien y cosas que están mal. Me parece que la vida tiene sentido. Me parece que el sentido de la vida, más allá de lo que pueda decir alguien como Freud, tiene que ver con un equilibrio con tu yo y con lo supremo, con lo divino, con lo sobrenatural, si se quiere, con lo metafísico, como lo quieran llamar. Creo que, para arrancar, la misión del escritor es escribir buenos libros, que sean enriquecedores. Todo lo que he leído y me ha parecido bueno, a mí me sirvió un montón. No creo en la inutilidad de la literatura. El otro día escuchaba a Martín Kohan decir: "mi único compromiso es con la literatura". Y yo me imaginaba un hijo que le decía al padre: "Papá, ¿me llevás a la calesita". "No, mi único compromiso es con la literatura". Es una gilada monumental. Un hombre tiene compromisos de hombre, de padre, de amigo, de novio, de ciudadano. Y después escribe. Y el que escribe es ese hombre comprometido. Ahora todo el mundo anda diciendo "Un cross a la mandíbula", pero no leen el contexto de esa frase. Muchos escritores se están convirtiendo en periodistas de TN porque, entre los ruidos de un edificio social que se desmorona, hay que escribir sin adorno, así, escribir libros que tengan la violencia de un cross a la mandíbula. En ese contexto está la oración. No se trata de escribir libros que tengan violencia y punto. Entonces escribo un libro donde alguien viola a una vieja y más que un cross a la mandíbula es una ametralladora al hígado. No. Entre los ruidos de un edificio social que se desmorona, escribir sin adornos, primero, escribir libros que tengan la violencia de un cross a la mandíbula, que por otra parte no sólo tiene violencia, también tiene técnica. Ni siquiera saben boxeo, entonces andan por ahí poniéndole a todos espacios literarios "Un cross a la mandíbula". Pero lo de Arlt es una respuesta estética a un problema moral. Y ahí está Roberto Arlt comprometido en todo su ser. Qué importa un adverbio acá o allá, una falta ortográfica. Como diría Abelardo Castillo: Arlt es el escritor que cualquier maestro de escuela puede corregir y ningún otro escritor argentino puede igualar".
Pienso en esto que mencionabas: que el cross implica un saber, una técnica. El estilo llano es, también, un estilo, supone una artificialidad, buscar un efecto...
Sí. Pero mirá, la llanura puede ser una virtud o puede ser una falencia. Una persona llana de ideas, llana de talento y de brillo... Lo que se confunde es qué es el lenguaje y, en el fondo, la palabra escrita como un sistema. El sistema que yo uso es el español, que tiene sus leyes propias. ¿Pero cómo lo uso? Como una herramienta para llegar a mi propia gramática de la creación literaria. O sea: confunden la dirección, creen que van desde el lenguaje hacia la literatura, y es un error enorme. Los grandes escritores escriben desde el personaje hacia el lenguaje. Es decir: desde la motivación, el contexto y la estructura del contexto. Por poner un ejemplo: "María pasa toda la noche en la cama" [Se refiere a En cinco minutos levántate, María, la novela en la que la madre del clan Reyes pasa toda una noche rumiando, desvelada en su cama matrimonial, sin levantarse]. En ese contexto, la motivación de esa mujer, al hablar consigo misma sin parar al lado del marido que, cree, está muerto, se centra en encontrar una conexión para que su hijo Gabriel no sea huérfano para siempre. Entonces, desde el personaje hacia el lenguaje, buscando mi propia gramática. Otro ejemplo relacionado con el anterior. La palabra "será" que yo pongo como punto final. Hay una palabra en portugués que a mí me gusta mucho, una expresión: sei lá. "¿Vamos al cine? Sei lá" Algo así como "no sé, después vemos". Pero literalmente significa "será allá". Como diciendo, "cuando llegue el momento, veremos". Pero el futuro imperfecto ─mañana jugaremos al futbol─ está desterrado del habla coloquial. Sin embargo, buscando ese sonido, encontré esa expresión portuguesa que deriva del gallego (mi vieja nació en España), y es la que podía expresar algo propio de María; encontré también en el término la cristalización de su expresión de deseo: "será", que es muy parecido a un "ojalá", a un "dios quiera". Es su deseo de felicidad para su familia. Y encontré, entonces, una palabra que fue fundamental ─es también la última palabra de la novela─, que separa de todas las ideas anteriores a esa mujer que se encuentra en un conflicto de fe. Entonces, teniendo claro el conflicto, la motivación y el contexto, desde el personaje hacia el lenguaje. El lenguaje es la consecuencia de la creación literaria, no la causa. Y eso no se entiende con la cabeza, eso se sabe con la otra parte del bocho, no con la maquinita de calcular, sino esa que todo lo sabe, la que se descubre a sí misma. Corrección de novela inédita. Imagen cedida por el autor
Múltiples y terribles son los efectos secundarios de los medicamentos transcriptos en los "Poemas farmacológicos".
¿Acaso la escritura es un tipo de cura más saludable?
Mirá: yo me cambié el nombre en una época de mi vida. Quería ser cura...la palabra cura, ¿no? Soy cristiano-católico (católico de la tradición más oriental). Claro que la palabra cura, si el inconsciente está estructurado como un lenguaje, decía Lacan. Somos eso. No hay nada diagnosticado hasta que no se diagnostica, y no hay manera de diagnosticar sin lenguaje. Existe la enfermedad porque existe la palabra, y existe la cura porque existe la palabra. Me encanta la expresión "cura de palabra". Me acuerdo de mi abuelo, que era un delirante, se levantaba mujeres con cada verso. Una vez yo mismo escuché que le decía a una que curaba, de palabra, la sarna de cogote de jirafa...Un delirante hermoso.
Pensando la poética y la deslumbrante honestidad de Raymond Carver, Ramos sostiene que su obra viene "del dolor y el asombro frente al dolor, de la desolación y el asombro frente a la desolación, de la caricia y el asombro frente a la caricia, y de mucho más atrás de eso".
¿Estás hablando de Carver o del material de tu propia literatura?
Es una pregunta muy linda. Creo que estoy hablando de lo que es Carver en mi vida. De cómo me descubrí escritor a través de Carver, y qué lindo ahora ver cómo hablo de mi literatura hablando de la literatura de Carver. Tengo una idea, que tomé de él (y que él tomó de Chejov), es la de ir exponiendo al personaje como quitando capas de cebolla hasta llegar a un corazón completamente vulnerable.
En Ser escritor Abelardo Castillo escribió que un escritor es alguien que toma muy en serio la literatura pero no se toma en serio a sí mismo. ¿Coincidís?
Mmm. La tomo como una expresión tierna de Abelardo. Parece una frase de Borges. Y sin embargo creo que está bueno pensarlo así. Porque cuando te tomás muy en serio corrés el riesgo de perder perspectiva, de perder una mirada crítica, sarcástica, absurda sobre vos, y empezás a tener miedo. Esto que dice Chejov: no tener miedo de escribir tonterías... y no hay que tenerlo. De hecho, uno se la pasa escribiendo tonterías. En esa relación con la escritura uno va ajustando una mira y de vez en cuando, tal vez, descubre un lugar interesante. Creo que es una frase tierna de Abelardo, de su parte borgeana. Él decía que quería parecerse a Poe, pero de alguna manera era muy Borges, casi un sacerdote de la escritura que no se desplazaba ni viajaba mucho. No sé, entonces, si es exactamente así, pero está bueno pensarlo así a la hora de escribir.
Corrección de novela inédita. Imagen cedida por el autor
Durante el 2015, Ramos escribió y condujo por canal Encuentro el ciclo televisivo Animal que cuenta, en el que entrevistaba a algún autor/a de su generación y recreaba ficcionalmente uno de los cuentos de los entrevistados.
¿Qué balance hacés de esa producción? ¿Si tuvieras que quedarte con un capítulo en particular, cuál sería y por qué?
Fue una experiencia hermosa porque ─más allá de que cuando le dediqué el Martín Fierro a Cristina Kirchner los Macri no me dejaron seguir─, de verdad yo reflexionaba en el momento de la filmación. No había guionado ni las entrevistas ni las reflexiones. Me sentí muy honesto haciendo el programa. Sé que mucha gente que no lee habitualmente se acercó a los libros gracias a él. Si tuviera que quedarme con uno sería el de Naty Menstrual. Me encantó hablar con ella. Pensá que lo hice cuando todavía no se hablaba mucho sobre la problemática de género, y me hizo ver un montón de cosas que no entendía. Yo le preguntaba francamente y francamente me respondía, y de manera brillante. Y lo mismo con Nicole Ferri [la actriz trans que actúa en ese capítulo]: con ella fue una conversación interesantísima pero acotada, le costaba responder y tuve que componer esa entrevista plagada de silencios. Me acuerdo, en un momento de la charla con Naty Menstrual, que estaba un poco inaccesible, dura, y yo logro aflojarla un poco indagando sobre la relación con su padre. En un momento me dice: "¿A vos quién te mandó?" "El Diablo", le digo, y nos reímos. Y cuanto terminamos le comento: "Bueno, terminamos, ¿qué hago ahora?" "Convertite en pizza". El cuento de Naty que estructura ese capítulo es "Panza: fantasía final", y me parece realmente un muy buen cuento. Y de ella me encanta su sencillez, su honestidad. Ella no se obliga a ser escritora, ni a tomar una posición intelectual. Y pienso ahora en Carver, que dice que el escritor no tiene que ser el más inteligente de la cuadra...
Estás terminando de escribir tu nueva novela. ¿Podés adelantar algo? ¿Girará en torno a Gabriel o a algún integrante de la familia Reyes?
Sí, gira en torno a la familia Reyes. Así que lo que era una trilogía se ha convertido en una tetralogía. Y te juro que es la más potente de todas. Es la mejor. Gabriel Reyes está esquivando la muerte de Julia, su hermana (el 2 de diciembre: uso la misma fecha en que murió mi hermana). Y Gabriel está de gira, mal. Está con un amigo paraguayo que trata de cuidarlo. Y se viene la pandemia, lo están anunciado los medios. Ellos están en el casino de Palermo. Por lo parlantes anuncian que la siguiente será la última jugada porque, por la pandemia, el Casino cierra. Juega todo lo que tiene, una fortuna infernal, al O. Y sale. Revienta el casino. Inmediatamente contrata una limusina y se escapa con su amigo después de cumplir un sueño: cagar en la cancha de polo de enfrente, cada uno en un arco, comunicándose por handys para denunciarse en la comisaría. Se escapa entonces, de la pandemia, usando permisos falsos rumbo a Rosario por la ruta 8, buscando en tres cabarets tres mujeres (que él dice que existen pero no conoce) para armar una mujer, que es Julia. Son como 400 páginas, un poco más. Va del sarcasmo más absoluto al lugar más luminoso. Y es la novela que le había prometido a mi hermana en el poema del libro.
23 de septiembre, 2020
Amor no Roma mi amor
Pablo Ramos
Hormigas Negras, 2019
300 págs.