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Estrella negra

Mariana Docampo


Fermín Eloy Acosta


Si Estrella Negra es un libro que se revela como surcado por el asunto de una serie de visiones –epifánicas, extáticas, de goce, apocalípticas– recogidas por la voz de un personaje ambiguo, lo que subyace, sin embargo, a su construcción formal, es más bien una toma de posición respecto de la escritura como tarea deudora de la seducción de las imágenes, a veces cruzada por la sorpresa, el estremecimiento, la manifestación secreta. 

Avanzar en la lectura de estas páginas, entonces, es acompañar el despliegue de un mundo que no debe leerse como un todo homogéneo y organizado sino más bien bajo la idea de un paisaje en perpetua reelaboración. En ese sentido, uno de los escenarios que retornan con insistencia es aquel que el libro demarca bajo el nombre de La Zona, enclave que podría emparentarse rápidamente con el imaginado por los hermanos Arkadi y Boris Strugatzki en Picnic extraterrestre (1972) –enlazado a las ruinas de un desierto entre industrial y radiactivo– pero que aquí se nos propone más bien como paisaje huidizo, nebuloso, donde “se flota sin amarras, como rodeados de líquido amniótico”, en “un tiempo suspendido, un no tiempo, un no lugar”. Por momentos la fundamentación de este territorio debe rastrarse en mitologías antiguas, remotas, donde emerge descripto como “una fina capa, la cáscara de un huevo, donde la corteza es lo tangible y en cuyo interior, están las relaciones con los seres” o a la luz de un puñado de relatos siempre inaugurales que, como en toda visión, reclaman una estructura narrativa propia, de origen.

Estrella negra es un texto fragmentario, cruzado por una voz que hace esfuerzos por centralizar la descripción y la narración de un mundo minado de incertidumbre que a veces inaugura un párrafo con preguntas tales como “¿Quién me acompañaba? ¿Con qué guía avancé en la caverna?” O bajo el halo misterioso de una primera visión que desencaja la percepción de lo que vendrá a continuación: “Un gran pez emerge del centro del océano”.

Organizado por entradas cuyos límites están demarcados por las respiraciones o silencios que asumen la forma de largos blancos entre una página y otra, los fragmentos de Estrella negra a veces están acompañados de dibujos que, a su manera, concentran también la búsqueda de dar cuerpo a una visión allí donde la lengua choca con los límites de su propia jaula.

La escritura que avanza palpitante para atravesar la página se traduce en una empresa parecida a la de quien intenta la tarea inútil de describir lo indescriptible: narra visiones en el desierto, la aparición de una estrella negra o de un pájaro-nutria, la batalla de unas sombras sobre unos párpados o sobre una reja, un agujero en el cielo. La apuesta más radical del texto es la de su forma, prosa que alcanza, en algunos tramos, el espíritu de un texto surrealista: “El diablo es también un ángel. Está al final de un pasadizo, con la puerta semiabierta. No le tengas miedo. Vive en su propia casa de techos altos”. Libro en mutación cuya genealogía debe rastrearse, arriesgamos, en textos como Reina Amelia, única novela de Marosa di Giorgio (1999).

Cuando la escritura emerge después de sus silencios, ensaya, frase a frase, una realidad que negocia con el límite de lo ominoso para extraer de él formas, imágenes, cuerpos o criaturas fantásticas. Todos ellos, de alguna forma, narran, se encuentran conectados como parte de una red de seres de lo viviente: personas, plantas, animales. Encarnaciones de la naturaleza en convivencia, zoé anterior a cualquier signo de inteligibidad cultural. Pero es el sentido político que decanta de la convivencia entre seres vivos –personas, plantas, animales– enlazados a las cosas, a los espectros, a los sueños, a un tiempo propio, el que hermana este texto a los diversos ensayos ofrecidos por géneros como la ciencia ficción o el fantasy –buscar en Úrsula K. Le Guin, Octavia Butler, Johana Russ o Samuel Delany– cuando apostaron todos sus esfuerzos a la invención y el trazado de mundos en un porvenir queer de vida en comunidad no exentos, sin embargo, de las contradicciones y ambigüedades que implica el diseño de cualquier forma de heterotopía.

25 de mayo, 2022

Estrella negra. Leteo.jpg Estrella negra
Mariana Docampo
Leteo, 2022
128 págs.


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