Con la excepción acostumbrada de la intelligentzia del campo literario argentino –snob, mezquina o sencillamente envidiosa– se acepta que Umberto Eco (1932-2016) es, o mejor dicho ha sido, uno de los últimos eruditos bonachones de Occidente. Medievalista, filósofo, semiólogo, narrador, ensayista, crítico, conferencista, periodista: pocas vetas le quedaban por tocar a este intelectual amplio y accesible. En Filósofos en libertad, sin embargo, presenciamos una faceta desconocida de Eco: la del dibujante de viñetas y autor de poemas rimados en clave –por darle sencillamente un nombre– divulgativa.
Rótulo arbitrario si consideramos que el tono que campea en el libro reviste el regodeo del más llano divertimento: el de un hombre que encuentra el modo de atravesar tiempos muertos jugueteando con sus amigos espirituales. En la nota introductoria, Eco afirma, de hecho, que muchos de estos poemas fueron escritos durante congresos soporíferos y que vieron la luz pública en 1958 gracias, en todo caso, a las buenas intenciones de la editorial Taylor. Hoy llegan hasta nosotros traducidos por primera vez al castellano de la mano de Bernardo Valdés y gracias a Libros del zorro rojo, en una edición de vistosa factura cuasi artesanal.
Desde los presocráticos hasta los filósofos del lenguaje, Eco bromea con los intelectuales caros a sus intereses “serios”. No podía faltar, desde luego, su bienamado Santo Tomás de Aquino. Citemos la primera estrofa del poema dedicado al filósofo: “El santo Tomás de Aquino/ elabora con gran tino/ un pensamiento rotundo/ que reduce todo el mundo/ a un sistema de respuestas,/ calibradas, bien dispuestas,/ que, con fórmulas sagaces,/ sin error sean capaces/ de explicar al ser humano/ desde Dios hasta el gusano”. Las rimas y giros candorosos no excluyen, sin embargo, la rigurosidad técnica de los conceptos. Así, mientras presenta a Kant como un caso o fenómeno de circo a observar, escribe: “Vengan, acérquense, caros señores,/ al barrancón de Kant, el gran filósofo,/ cuyo juicio sintético a priori/ ordenará los datos confundidos/ y bajo esquemas claros y cumplidos/se mostrarán las cosas. Vengan, vean/ y toquen este libro en tapa dura/ donde se critica la Razón Pura”. O para matizar ciertas cristalizaciones vagas y perezosas sobre el marxismo, Eco escribe en “Karl Marx”, y vale citar in extenso, aunque no completo: “No reniega del arte o de la cultura,/ pero advierte que son, como valores,/ eso que llama superestructura”. Y prosigue: “Mas si a Marx le pudieses preguntar,/ sin reparo de ser inoportuno,/ «¿cómo Kant, sin tomar el desayuno,/ podría haberse puesto a razonar?»,/ sin duda saltaría hecho una fiera:/ «¡no tomes el marxismo a la ligera!»,/ te habría contestado. «¡No te pases!/ ¡Defiendo un mundo sin clases!/ Cuando yo digo superestructura/ recalco que no está determinada,/ tu idea de la base me tortura/ cual dialéctica no completada./ El marxismo no es más que el derrotero/ por el cual luego llega el socialismo/ y recomienza todo desde cero»”.
El festín para nuestro autor no termina, no obstante, en la galería de filósofos. Reserva un espacio en su repertorio para una desopilante “Canción de amor, del significado al significante”, drama urdido por la aparición de la Semiótica, el villano que arremetiera contra el vínculo entre ambos, otrora pretendido natural o motivado. Y, del mismo modo, dedica tres poemas a escritores de larga admiración: James Joyce, Thomas Mann y Marcel Proust. Firmado originalmente con el seudónimo de Dedalus, el artista adolescente joyceano, se filtran en este librito una serie de motivos inscriptos a lo largo de la carrera del maestro Eco: el costado lúdico, el amor por la filosofía y las letras, la rigurosidad conceptual en simultáneo a cierta socarronería académica. Bromear, sí –anticipa el autor en la introducción– pero seriamente. Paradójica boutade que compendia el admirable trabajo de un ser genial y generoso: un hombre de otra época.
1 de enero, 2025
Filósofos en libertad
Umberto Eco
Traducción de Bernardo Valdés
Libros del zorro rojo, 2024
184 págs.