La vejez no ha sido un tema ajeno a la literatura, todo lo contrario. Desde los poetas elegíacos romanos, pasando por Boccaccio, Shakespeare, hasta llegar al siglo XX con Ítalo Svevo, Nabokov y García Márquez, la vejez ha recibido un tratamiento particular dentro de la ficción e, incluso, en literaturas de otras latitudes, como es el caso de Tanizaki y Kawabata.
Dominó, la última novela del escritor argentino José Salem –primer título que la editorial española Fagus lanza en Argentina– se inscribe dentro de esta rica tradición, apartándose de ciertos lugares comunes: las huellas que el paso del tiempo deja en los cuerpos; el anciano enamorado o lascivo; el viejo solitario, abandonado a su suerte.
El libro de Salem aborda la vejez desde la perspectiva de un hombre “decente y de trabajo”, un jubilado con escasísimas pretensiones, solo mantener su casa meticulosamente ordenada y aseada, entablar una charla cordial y pasajera con algún vecino, tomar algo de sol en una plaza y jugar al dominó cada miércoles con sus amigos: “Imaginaba la vejez sin sacudones, sin el ritmo despiadado de la vida adulta ni tanta exposición al mundo exterior, a la gente y sus imposturas. Una etapa reservada al remanso de días y de noches protegidos por la quietud del hogar, a tardes de siesta y películas en la tele, a pasar un buen rato detenido en el banco de una plaza”. Esta rutina gris, anodina, es vivida por su protagonista sin conflictos aparentes, hasta que un hecho inesperado lo coloca en una situación límite que ocupará todo el espacio de su pensamiento y precipitará su escapatoria. A partir de ahí el libro se convertirá en una road novel en la que Tomás Ruiz, héroe de Dominó, se irá moviendo por distintos escenarios en busca de un tiempo y una calma que le permitan tomar el mejor camino y elegir la respuesta más adecuada. La ciudad de Buenos Aires ocupa un lugar no menor dentro del andamiaje del libro, principalmente el barrio de la Paternal, que por amor y legado familiar el protagonista nunca quiso abandonar.
Si bien el escritor radicado en París busca sorprender al lector a partir de giros inesperados que recuerdan a los maestros del género policial, en la novela abundan profundas reflexiones acerca de la memoria, la rutina y el paso del tiempo. La vida de Tomás Ruiz parece cobrar sentido solo a partir de los recuerdos que a cada instante lo asaltan: su infancia, la historia de su hogar, su difunta esposa. Recuerdos que irán tomando forma, precisamente, como un dominó. Cada partida, cada recuerdo, tendrá un significado y un aspecto diferente en cada nuevo encuentro.
Dominó es una novela que invita a la lectura porque dialoga con la propia literatura. En su primera estancia en Montevideo el protagonista redescubre aquello que, sin saber por qué, abandonó pero que siempre le deparó un profundo placer: la lectura. Hay una referencia explícita a una de las grandes obras de Adolfo Bioy Casares –escribo “una” por mero pudor, teniendo en cuenta que Borges calificó a La invención de Morel de “perfecta”–: Diario de la guerra del cerdo, obra que Salem, probablemente, tuvo a mano a la hora de escribir su novela.
Cuando el lector ya se dispone a estampar su firma en la primera página del libro la novela pega un nuevo volantazo y la experiencia lectora se revitaliza. Tomás Ruiz rompe con el mandato paterno y con el deber, abandona la senda del bien para alcanzar una última victoria frente a la vida, cuando ya parecía resignarse a la rutina que su magra jubilación le imponía. Toma conciencia de que la vejez, pese a sus evidentes limitaciones, tiene un enorme poder: la libertad que permiten los pocos años que restan vivir. Opta por una decisión extrema, inmoral, para lograr aquello que siempre deseó y que nunca pudo alcanzar por el camino correcto. “Tal vez sea más fácil –o menos reñido con los propios principios– cumplir los sueños sin apartarse del camino conocido, del de toda la vida. Pero puedo asegurar con autoridad que llegar a la meta por el opuesto, colorear la vida de aventura, al menos una sola y auténtica aventura, esa que todos nos debemos, vale realmente la pena”.
A la hora de ponderar las virtudes de un escritor, como Chesterton, o de una obra en particular, como la Commedia de Dante, Borges gustaba de emplear la palabra “felicidad”. Creo que aquel lector que se proponga la lectura de Dominó encontrará algo de ella en alguna de sus páginas; al menos una pizca del placer que solo otorga ese paraíso borgeano, la biblioteca.
1 de enero, 2025
Dominó
José Salem
Prólogo de Edgardo Scott
Fagus, 2024
216 págs.