No es casual que Theodoros, la más reciente novela de Mircea Cărtărescu, tenga tres partes como La Divina Comedia y treinta y tres capítulos como cada mundo en la obra de Dante Alighieri. El narrador no es un poeta que desciende en el medio del camino de su vida para describirnos Infierno, Purgatorio y Paraíso, sino un “nosotros”, el grupo de seres angélicos (hacia el final se dirán uno a uno sus nombres) que desde arriba de una nube plateada da testimonio de cada momento de las innumerables peripecias, triunfos, derrotas y padecimientos del protagonista,“ su turbulenta y tumultuosa vida” desde su pobre infancia en Valaquia hasta más allá de su muerte como Emperador de Etiopía.
El epígrafe que abre el libro es una cita del Apocalipsis: “Y vi un ángel poderoso que proclamaba con fuerte voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y soltar sus sellos?” Y a lo largo de las 642 páginas, los libros y personajes de la Biblia, especialmente del Antiguo Testamento y del Nuevo El apocalipsis, acompañan los extensos caminos que recorre el protagonista: de ser un simple hijo de una griega trabajadora humilde y de piel color aceitunado, hasta la suma del poder.
Theodoros es un ser en movimiento. Hasta su nombre cambia, de Tudor en la primera parte, hasta Tewodros en la tercera. Pero ama sin descanso a su madre del principio al fin, a la Virgen María, a la Santísima Trinidad, y es también a la par un asesino, un torturador desmesurado, sin dejar por eso de sufrir como un hombre enamoradizo con pasiones de adolescente. La novela es una sucesión torrencial de aventuras en las que no faltan los enfrentamientos bélicos en medio del desierto, en pequeñas aldeas, en palacios y en el mar. Más las menciones a los poemas épicos, las novelas de Julio Verne, Las mil y una noches, las historias de amor casi edulcoradas, pero todo pasado por el filtro del realismo mágico. No faltan ni el anillo de invisibilidad ni las alfombras voladoras, una isla flotante donde vive el creador de todas las historias, tampoco seres fantásticos como Silfo (hombre turquesa que aletea en el aire con sus brazos de robusto nadador). Y los sitios misteriosos, subterráneos.
El autor se reconoce admirador de Ernesto Sábato. Hay, como en Sobre héroes y tumbas, lugares oscuros y siniestros, secretos poderosos, nombres enigmáticos que deberán develarse, mujeres misteriosas a las que él idealiza y nunca comprende. La novela es exuberante, las historias se suceden con un despliegue de imaginación y sorpresas, con descripciones atractivas pese a ser minuciosas en la enumeración de detalles de la vestimenta, los paisajes, armas, adornos, palacios, iglesias, como de los olores, condimentos, colores, sabores. Circulan por ella la Reina Victoria y otros representantes del gobierno colonial inglés, el rey Salomón, la reina de Saba, Napoleón, el bisabuelo de John Lennon, el desquiciado californiano Joshua Abraham Norton, personaje histórico, supuestamente contemporáneo de Theodoros (nacieron el mismo día), autoproclamado en 1859 Emperador de los Estados Unidos y Protector de Méjico. Gran parte de la obra transcurre en el siglo XIX pero se remonta hasta miles de años en el pasado y también rumbo a un Juicio Final no muy lejano de nuestro presente.
Desde la primera página la palabra “sangre” indica ya un rumbo, en la que se alude a los últimos momentos de la vida del protagonista, y mantiene la tensión con el encarnizamiento de las batallas cuerpo a cuerpo a la manera homérica o más modernas por la utilización de primitivas armas de fuego y cañones de terrible poder destructor. Una narración arrolladora, plagada de emociones fuertes en las que el humor prácticamente no aparece. A diferencia de otra de sus novelas notables, Solenoide, que se desarrolla en un territorio y una época acotados, Theodoros nos lleva desde Valaquia, hoy territorio rumano, hasta Etiopía, pasando por el archipiélago griego, Jerusalén, Egipto, a través de los mares dominados por piratas, desiertos inconmensurables y ciudades fastuosas. Y, como queda dicho, en recorrido de siglos. En todos esos ámbitos se suceden aventuras eróticas o bélicas que no dan tregua al lector. Según el autor, “Theodoros no es solo una novela. Es un mundo entero... Una novela pseudohistórica, de ficción, en la que lo imposible se vuelve posible en otra creoda temporal, en otro mundo, con otros ríos y otros dioses”.
“Acá todo es al revés”, dice el protagonista en una carta a su madre. Y en coincidencia, Mircea Cartarescu, desde la otra frontera del mundo occidental, parece estar más cerca de la Latinoamérica mágica que de la Europa cartesiana.
1 de enero, 2025
Theodorus
Mircea Cărtărescu
Traducción de Marian Ochoa de Eribe
Impedimenta, 2024
656 págs.