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Hybris

Alberto Laiseca


celeste aichino


En Los sorias, mítica obra de Alberto Laiseca (1941-2016), se describe una estrategia desarrollada por los esoteristas tecnócratas en previsión de una derrota frente a Soria: dejar dos mil de sus mejores hombres y mujeres en estado de hibernación con la idea de despertarlos años después para que propaguen de nuevo la idea tecnócrata, considerada para entonces vencida y extinta. La publicación de Hybris, sobre todo la inclusión de dos obras inéditas, puede leerse en estos términos: el genio laisequeano despertando después de años, propagándose, buscando resonar en fieles y nuevos lectores.

El volumen está integrado por tres obras: Camilo Aldao (inédita, escrita por Laiseca poco antes de morir), La puerta del viento (publicada por Mansalva en 2014) y Sindicalia (inédita, que sería la primera novela qué escribió, durante su juventud). Este es el orden propuesto en esta edición de Random House: del más reciente al más antiguo en cuanto a la producción. Están acompañadas, además, por un prólogo de Selva Almada y unas notas finales escritas por Sebastián Pandolfelli, quienes participaron durante años del taller de Laiseca.

Hay un eje que atraviesa a las tres obras y que permite pensar al volumen como un Ouroboros (la serpiente que muerde su propia cola, el final que se repliega sobre el inicio): en estas tres novelas, Laiseca manifiesta y combina entre sí una serie de obsesiones éticas (presentes en toda su obra) vinculadas a la conciencia de una guerra cósmica de la cual todos participamos (lo sepamos o no) y en la cual el autor asume una postura innegociable. Me refiero a una lucha entre dos fuerzas que denominará Ser y Anti-Ser, lo vital y lo destructivo.

Camilo Aldao se puede entender como un testamento, un legado en el que Laiseca recupera (y repite) muchas de las cuestiones autobiográficas a las que accedimos en entrevistas y en sus ficciones previas: la relación conflictiva con su padre, las primeras lecturas, el interés temprano por la música, la imaginación rayana en la locura, los dolores por amor, lo sadomasoporno (cierta mirada juguetona y excesiva del sexo).

La puerta del viento se basa en una frustración de juventud: el deseo de participar de la guerra de Vietnam como medida extrema para superar sus miedos también extremos. Vietnam es un símbolo: “o volvés a casa dentro de una saca verde o volvés purificado”. En la novela, el narrador acompaña (sin ser visto) a un combatiente, a quien reconoce como su alter ego, hasta el punto de que, si el otro muere, moriría él también. Hay un contrapunto entre ambos, entre las ganas de vivir del narrador y la entrega desapegada del otro, una cierta desconexión con la vida que lo lleva a seccionar los pechos de las mujeres asesinadas en una aldea y unirlos en collares que colgará de su cuello. En esta obra se explica lo que Laiseca entiende por hybris, no tanto un exceso (leit motiv y estilo laisequeano), sino un atentado contra (en este caso) “la belleza, la maternidad, la femineidad”, una actitud antivital, anti-Mozart, cómplice del Anti-Ser. El realismo delirante, término acuñado por el autor para caracterizar su escritura, se vincula con la hipérbole, con su máxima “lo que no es exagerado no vive”, y es la forma que encontró para escapar a la medianía, a lo común. En La puerta del viento aparece explicitado también como lo políticamente incorrecto (declarar que Estados Unidos eran los débiles frente a Vietman y tomar posición por estos), algo sin duda incómodo en tiempos de cancelación.

En Sindicalia, las fuerzas cósmicas antes mencionadas aparecen esbozadas como lo continuo y lo discontinuo, la exaltación de lo individual o su anulación por parte de lo igual. Aquí se ve la influencia del pensamiento de Ayn Rand, acérrima representante del liberalismo económico, y de Jean Paul Sartre y la angustia permanente del individuo ante sus elecciones. El sindicato único es la forma en que se materializa el riesgo de anulación de la individualidad en la novela. Si en otros textos suyos el humor predomina hasta el momento de la tesis, donde se aclara con seriedad cuál es la postura del autor, en Sindicalia predomina un tono desgarrado, pesimista, de quien está derrotado de entrada, de quien desarrolla una obra que no publicará por rechazo a la sindicalización de la labor literaria, pero, ante todo, por la certeza de que no será comprendido. Si bien luego renuncia a esta posición, y decide publicar y construir una obra extensa, mantuvo hasta el final la sensación de ser un adelantado a su época, un portador de una ética y una estética valiosa, que no gozaría de reconocimiento en vida, algo que deseaba sin duda para su obra en algún momento.

Laiseca fue y sigue siendo un autor de culto, sus escritos no son complacientes, su estilo y su humor no son accesibles de buenas a primeras. Esto no pretende desanimar su lectura, por el contrario, las personas que se aventuren a leerlo (y Hybris es una buena nueva invitación a hacerlo) se encontrarán con una obra altamente original, pero no desvinculada de lo mejor de la tradición literaria. Ricardo Piglia consideraba a Roberto Arlt como un clásico sin legitimidad (por parte de la crítica), ya que no podría neutralizarse su escritura, la que se mantuvo vigente gracias a sus lectores. Algo parecido ocurre con Laiseca, por lo cual, quienes valoramos su legado celebramos esta edición y deseamos que se lo difunda, que se lo traduzca, que se lo plagie (ya que “un hombre no merece el título de artista hasta que no ha sido plagiado por lo menos siete veces”, nos dice en Por favor, plágienme), que se sigan escuchando sus cuentos de terror por YouTube, que se aprecien sus incursiones en el cine y, sobre todo, que se lo lea.

5 de abril, 2023

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Hybris
Alberto Laiseca
Prólogo de Selva Almada; epílogo de Sebastián Pandolfeli
Random House, 2023
352 págs.


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