Hay un episodio clásico de La dimensión desconocida en el que un padre viudo encuentra solución a los problemas de crianza de sus hijos en la revista Modern Science. La serie fue emitida en los sesenta. Tuvo muchos regresos a lo largo de los años, ninguno con el magnetismo que le imprimía Rod Serling de anfitrión, hablando a cámara sin soltar su cigarrillo.
La historia del padre viudo está basada en un cuento de Ray Bradbury: “Yo canto al cuerpo eléctrico”, como en el verso de Walt Whitman. Dice el anuncio de Modern Science: “Para padres que no quieren niñeras y escuelas inadecuadas, que están preocupados por el desarrollo moral y social de sus hijos, hemos perfeccionado un sistema electrónico de procesamiento de datos”. Se trata de un robot con forma de mujer, “hecho con precisión y con la increíble capacidad de ofrecer una cariñosa supervisión a la familia”.
Las imágenes son en blanco y negro. Fuera de ese desajuste cromático, el futuro que muestra la pantalla no se ve diferente al que vemos al asomarnos por la ventana.
Esa misma sensación transmite Klara y el sol, la última novela del Premio Nobel Kazuo Ishiguro. También el futuro, o el progreso alcanzado, apenas se entreve en los detalles. Sabemos que las clases no son presenciales, sino que se tienen desde casa, a través del “rectángulo”, o que es necesario celebrar “reuniones de interacción social”, que representan un auténtico desafío para los chicos, desacostumbrados a tratar con la gente.
La familia retratada en los años sesenta duda de Modern Science, se pregunta si es posible construir un robot con forma humana. Los personajes de Ishiguro, delineados hoy, ni siquiera se sorprenden. Los robots son una compañía natural para cualquier chico, aunque no todas las familias pueden permitírselo. El futuro sigue teniendo algo de nuestro presente.
Josie elige a su nueva amiga en una tienda: Klara es una AA, una amiga artificial. Josie sabe que no debe alejarla mucho tiempo del sol, porque es entonces cuando las cosas empiezan a complicarse y salir mal. Klara necesita de ese nutriente, de la fuerza que transmite el sol. Quizás todos necesiten del sol. Fuera de eso, Klara parece acompañar del mismo modo que podría hacerlo cualquier amiga tradicional.
El plan de Josie es escaparse con Rick, su vecino, una suerte de noviecito. No conocemos los pormenores, no sabemos de qué quieren escapar, o hacia dónde. Ishiguro construye su historia con paciencia y discreción, contando poco, apenas lo necesario para obligarnos a seguir leyendo. El efecto logrado, como en todo buen truco de magia, tiene algo hipnótico. Imaginamos un gran misterio que envuelve al futuro, como el que rodea a la enfermedad de Josie. No sabemos qué tiene Josie, solo sabemos que es grave. Los intentos por convencernos de que no es la misma enfermedad que padeció Sal, su hermana, no funcionan. Sal murió. Ni Josie ni Rick parecen tener muchas oportunidades en este mundo. Rick es inteligente, pero no es un niño “mejorado”, sea lo que sea que eso signifique. Algo genético, probablemente. Rick iba a “un colegio de verdad, de esos de antaño”. Eso es algo malo, algo que lo pone en desventaja.
No solo el futuro de inteligencia artificial evoca a Bradbury. La casa misma de la familia de Josie también lo hace, rodeada de hierbas altas y el granero del señor McBain asomando lo lejos. Ir a la ciudad es toda una aventura para ellos. Viajan a menudo porque un artista se está ocupando de retratar a Josie.
La primera impresión que depara Klara y el sol es que su tema es la soledad. Klara, que es sagaz, que aprende, sentencia en un momento: “Tal vez todos los humanos se sienten solos”. Pero la soledad es apenas una fachada, o un disfraz, para plantear un tema más perturbador. La novela se pregunta si hay algo como seres humanos que nos haga únicos, algún sentimiento o conducta que no sea posible copiar y transferir a una inteligencia artificial.
Klara y el sol es la primera novela de Kazuo Ishiguro después de ganar el Premio Nobel en 2017. El Nobel parece no haber cambiado nada, todavía nos quedan muchos años de feliz lectura. A diferencia de otras premiaciones, su Nobel celebra una obra que sigue creciendo.
17 de noviembre, 2021
Klara y el sol
Kazuo Ishiguro
Traducción de Mauricio Bach
Anagrama, 2021
335 págs.