El estreno reciente de la película Zona de interés, de Jonathan Glazer, libre adaptación de la novela homónima de Martin Amis, prueba que el horror del Holocausto ha conmovido en tal medida a la Humanidad que sigue generando nuevas formas de abordarlo.” Glazer muestra la vida “perfecta” de la familia del director de Auschwitz, en su casa pegada al muro del campo y ajena a cuanto allí sucedía. La última dictadura argentina también ha suscitado múltiples historias y puntos de vista para narrar el horror. Una de ellas es La llamada, de Leila Guerriero, y desde una perspectiva no tan habitual: la de la figura del sobreviviente.
A través de una investigación integral y exhaustiva que incluyó noventa entrevistas, La llamada reconstruye la historia de Silvia Labayru, una militante montonera secuestrada en diciembre de 1976 embarazada de cinco meses, que estuvo detenida-desaparecida en la ESMA durante un año y medio. Allí sufrió la tortura y parió, sobre la misma mesa en la que la torturaron, a su hija, que debió entregar a sus abuelos a la semana del parto. Después, permaneció en ese infierno hasta que sus captores, ya sin la preciada mercancía que era su hija, decidieran el momento de su muerte. Mientras tanto, debió cumplir con trabajo esclavo, hacerse pasar por la hermana de Astiz –infiltrado en el grupo de las Madres y de las monjas francesas después desaparecidas–, y ser violada numerosas veces, incluso por la esposa del marino a cargo de su “proceso de recuperación”.
La originalidad de Guerriero reside en que va más allá de la experiencia de Labayru en cautiverio; completa el cuadro de su vida con el relato de su niñez, el contexto familiar, las razones que la habrían llevado a la militancia, hasta las secuelas en su vida posterior a la liberación. Así, su historia condensa la de toda su generación. Por otro lado, construye una objetividad a partir de la exhibición de testimonios sin someterlos a su opinión, aunque, con cierta frecuencia, corre el velo y descubre su propia mirada. Como resultado, la narración elude la oposición héroes-traidores y nos sumerge en una historia compleja y matizada sobre la condición humana. El foco de La llamada está en que el suplicio de Labayru no terminó al recuperar la libertad: la esperaba el repudio de sus compañeros de militancia por haber sobrevivido. Su situación queda resumida, aunque en la dirección contraria, en el eslogan de la dictadura: si el que desaparecía era porque “algo habría hecho”, para la militancia, “algo habrían hecho” los secuestrados que lograron sobrevivir. Por lo tanto, eran traidores. Cuenta Guerriero que lo que más le impactó de lo que recababa en las entrevistas fue ese rechazo: estar vivos significaba que habían colaborado con el enemigo.
Después de estructurar y cohesionar el material, Guerriero concluye que el repudio vivido por Labayru no solo arroja luz sobre la crueldad del terrorismo de Estado sino también sobre el proceder de sus compañeros y la arbitrariedad de ambos lados y por la cual murieron muchos y sobrevivieron unos pocos. La suerte de cada uno quedó atada al capricho de los secuestradores; luego, a las estrategias de supervivencia de los detenidos. Esa fortuna sería una especie de llamada para Labayru, que tenía apenas veinte años cuando fue secuestrada. Hubo otras llamadas: la de la militancia, la del amor y, sobre todo, la que el Tigre Acosta le hace al padre de Labayru, cuya respuesta le salva la vida.
Con indiscutible habilidad, Guerriero alterna las entrevistas, crea suspenso, expone la autocrítica de Montoneros, remueve la teoría de los dos demonios y permea información sobre los juicios recientes a los marinos Acosta y González por delitos de violencia sexual, crímenes que demoraron décadas en ser investigados de forma autónoma. No faltan aquí ni la objetividad ni la distancia de la crónica, aunque a veces la lectura permite advertir que la autora está ahí, entre los pliegues del relato, y que quizás experimentó al escuchar lo mismo que está experimentando el lector. A modo de ejemplo: en la entrevista a una de las exparejas de Silvia Labayru, él le pregunta a la cronista si Labayru envejeció bien; extrañada, Guerriero repite, aún varias páginas después, la pregunta: ¿envejeció bien?, porque no puede evitar el estupor ante esa curiosidad desubicada sobre la mujer a quien supuestamente amó y con quien convivió muchos años.
La llamada ratifica la solvencia de Leila Guerriero en el arte de la crónica. Es tan rigurosa su investigación, su forma de contar es tan cautivante que despierta una profunda empatía. Su prosa, elegante y certera, confirma su posición como una de las voces más brillantes de la narrativa no ficcional.
12 de junio, 2024
La llamada
Leila Guerriero
Anagrama, 2024
432 págs.