En La migración, primera novela de Pablo Maurette (Buenos Aires, 1979), lo que abundan son los peregrinos. Desde exiliados (tan paranoicos como perseguidos), pasando por almas fatigando numerosas transmigraciones, hasta comensales de un banquete itinerante en una Buenos Aires del futuro.
En la primera escena, Aaron, profesor argentino en la Universidad de Chicago, recibe por parte de un cocinero rumano una advertencia, una sentencia, o una amenaza: "eres hombre muerto". Este particular incidente cobra sentido para Aaron como un elemento culmine de una serie de eventos que comienzan unos meses antes, cuando debido a la conjunción de un pasillo y el desdén de un librero, Aaron encuentra la biografía de Ioan Petru Culianu, profesor rumano que fuera asesinado (al parecer por motivos políticos) veinticinco años antes en la misma universidad en la que él trabaja. Esta proximidad de elementos lleva a Aaron a investigar sobre Culianu hasta el grado de la obsesión.
En esa búsqueda escribe una especie de diario sobre sus investigaciones, en las que se entrevista con el desinteresado autor de la biografía, con los familiares del profesor, establece una relación amorosa con una mesera rumana y siente que la proximidad a cierta verdad, o a cierta revelación sobre el crimen, lo convierten en el protagonista de extraños sucesos que no hacen más que presagiar un destino como el de Culianu.
Este borrador, o especie de diario, es leído en el año 2041 durante una tarde noche que se extiende hasta la mañana del día siguiente buscando encontrar algún dato de Aaron, quien lleva desaparecido veinticinco años. De esta manera, su hermano y sus amigos, procuran hallar en la lectura de esos escritos alguna certeza de su paradero, así como esclarecer la misteriosa forma en que el manuscrito llegó a ellos, mientras recorren la noche de una Buenos Aires del futuro, con búnkers (como testimonios de sucesos bélicos que los personajes comentan al pasar) transformados en bares pseudo clandestinos, donde circulan desde abogados hasta poetas, se escucha tango y no se para de comer, beber y leer.
De esta manera, la novela se compone de dos relatos, en registros claramente diferenciados. En uno, se hacen presentes elementos del imaginario borgeano como son el tema del traidor y el héroe, la inmortalidad, las simetrías, la espera de un destino sentenciado e inevitable, la literatura forzando y transformando la realidad; mientras que en el otro, Maurette, parece invertir la operación que Juan José Saer Saer realiza en Glosa, aquí serán los comensales los que darán cuenta del ausente, de su historia y sus posibilidades. A su vez, estos dos relatos se irán intercalando a lo largo de la novela, cediendo y ganando lugar uno sobre el otro, como si compusieran un pasaje generacional de nuestra literatura.
La novela toma el tópico del exiliado desaparecido y lo fuga hacia el futuro, pero sin dejar de dar cuenta de que su carácter de habitante de lo inminente no hace más que imposibilitar a la vez que mantener a una distancia tan lejana como próxima la idea de la muerte y el duelo. Como resultado, no queda más que una especie de inmovilidad, de impotencia ante el paso del tiempo, que se devora la vida de los que esperan.
Al igual que otros autores jóvenes, Maurette parece sumarse a la escritura de una suerte de distópica nacional. Pero, lejos de establecer una distancia o una sensación de extrañamiento, recurre a la familiaridad de la lengua, y combina erudición y una escritura afinada en la que sobresalen diálogos excelentemente logrados ─que lejos de pausar el desarrollo de la trama parecen traccionarla─, para llevar al lector de paseo a través de una noche en la que caben años. Una noche que permite ver nuestro presente en retrospectiva y leernos, así, como los futuros jóvenes de ayer que todavía beben, comen y leen. Un noche donde quizá estemos ausentes, pero que habitaremos en el relato de los otros, como un hálito en la inmensidad del olvido.
28 de octubre, 2020
La migración
Pablo Maurette
Mardulce, 2020
232 págs.