¿Se pueden vivir todas las posiblidades del amor? ¿Se puede ser uno y a la vez otro? ¿Hasta dónde llega el límite de la propia identidad? Estos son algunos de los planteos que nos propone la argentina Flor Canosa en su novela Los accidentes geográficos. Con una trama deslumbrante donde se entretejen intercaladas en el tiempo las vidas de los dos personajes principales, la autora nos invita a una forma de filosofar el mundo intensa y cercana, muy humana y despojada de prejuicios. El amor de la pareja va tomando diferentes formas a lo largo del relato, y también el desamor, en una epopeya cíclica donde los conceptos de la vida y la muerte nunca son totales. Con el devenir del relato y sus formas inclusive mitológicas van adquiriendo experiencia ─al igual que todos los seres humanos─, en una paradoja de densidad y ligereza. La pareja de Henrik y Greta es el ensayo del amor, la muestra misma de la fuerza que caracteriza toda atracción y toda repulsión desde la vivencia de lo cotidiano. ¿Podrán superar el devenir de las dimensiones que los separan, y a la vez, los pequeños gestos, las minucias y los avatares de los que conviven?
Viajando por el mundo, los personajes de Los accidentes geográficos se resignifican desde la emoción que cada lugar les confiere, partiendo de los recursos de fragmentación y replicación que se completan en renovadas lecturas. Es necesario volver a abordar la novela para comprender cabalmente su trama urdida; es necesario (re)construir el camino escindido que traza, mezclado como un mazo de cartas para volver a repartir. Así, Flor Canosa logra reflejar sin dudas su interesantísima trayectoria de estudio y producción literarias, donde sus conocimientos de guión y montaje sellan con su impronta la forma de articular el relato.
Un hallazgo es la elección de los capítulos donde todo se define por los espacios y cómo en ellos las personas transitan. La marcación del tiempo nunca es explícita, pero queda asociada a los lugares en los que los personajes se desenvuelven, cambiantes, alterando sus decisiones. Así se crea un juego difuso de anacronismo desde la tierra; sin embargo, el tiempo está impreso en cada letra, y la huella que deja su paso es indeleble. Lo que pasa en varias geografías a la vez se articula desde el aeropuerto como pasaje que conecta distintos destinos, siendo el umbral del no-lugar el único realmente seguro. Cada persona, vulnerable, es de una manera el lugar que transita, que le aporta su propia esencia esperada ─aunque nunca el mundo imaginado pueda materializarse en verdad─.
Colonizando el texto, aparece la duplicidad que juega con los dobles sentidos y opera en todos los niveles: del diálogo, de los personajes, de lo topográfico, de los vínculos. Así, por ejemplo, una ciudad puede ser dos ciudades y a la vez no ser ni una ni otra. De la misma forma, pueden tanto unirse como separarse dos personas. Se juega de a pares: con las parejas; la doble vida y la vida doble; y también fenómenos que suceden a la vez, pero que son, en definitiva, universos paralelos.
Por una parte, los detalles y las sensaciones se fugan, se escinden, se desplazan, tomando diferentes formas, igual que los viajantes. Las anticipaciones se producen y entrelazan con los datos para volverse realidad. Todo es definitivamente borroso: con los límites difusos y desdibujados, las certezas son pocas. A pesar de ello, también encontramos el papel de lo cíclico, lo circular. Destinos que al bifurcarse se vuelven a encontrar. ¿Lo hacen? A veces en el mismo lugar; otras veces las coordenadas han cambiado y ya los personajes no son los mismos. Como decía Heráclito, nadie puede bañarse dos veces en el mismo río. Aquí lo onírico opera y da su aporte de manera trascendental, ya que el mundo de los sueños es el mundo donde lo posible y lo deseado puede manifestarse, el único refugio desde el que la flexibilidad espacio-temporal puede ser subvertida. Desde aquí el amor, lo erótico y lo sensual juegan un papel predominante en tanto articuladores de los vínculos que se rigen por el deseo.
Esta maravillosa y dinámica reflexión nos invita a filosofar sobre las múltiples formas de amar, sobre la predestinación y las emociones del encuentro y el desencuentro. Para ello, exige nuestro compromiso con el texto para comprenderlo cabalmente, nuestra participación activa y un intento de atar los fragmentos para ubicarnos en la trama, como si fueran los de un rompecabezas. Un juego lúdico rebosante de realidad amable y descarnada, sensualidad, sentimientos encontrados, amantes, inestabilidad, regocijo, desasosiego; donde tienen lugar tanto el pensamiento mágico y el New Age como el descrédito a estos mismos. Así, con inteligencia y habilidad, Flor Canosa nos invita a mantener siempre la frescura de lo vivencial, pensando lo cotidiano desde las creencias y conceptos de lo más diverso y complejo en un intento por desentrañar en definitiva las múltiples formas de percibir al otro y de autopercibirse. Con sus personajes siempre amando de una forma u otra en el camino, Flor Canosa nos muestra en abanico todas las posibilidades, casi todas las que abarcan el devenir de la existencia.
14 de abril, 2021
Los accidentes geográficos
Flor Canosa
Obloshka, 2021
172 págs.