¿De qué modo un poeta, que sabemos es una de las escansiones de lo que llamamos poesía de los 90, define su campo de lecturas, se adscribe, copia, desvía, toma lo que abastece a sus poemas, su práctica, y en un momento delimita ese campo y escribe en el prólogo de su nuevo libro que jugó a ser Borges? En principio, nos dice Daniel Durand, sumergiéndose en la lectura como un campo de fuerzas donde el poema, antes que adscribirse, narra un linaje, una forma de remisión y se desprende, pero lo hace además en una conversación por momentos disruptiva, disonante, con sus propios textos. Lupa de la inmersión empieza por allí, trabajando sobre otro título de Durand, Ruta de la inversión, pensando en sus mecanismos, yendo hacia otro texto, El Estado y él se amaron, para hacer de ese impacto, en un solo tiempo, la continuación y la transformación de las posiciones: amplifica una forma de ver con un instrumento y se sumerge con ese instrumento y presenta, entonces sí, su campo de confrontaciones. Jugar a ser Borges es jugar al juego de la lectura como una fuerza de sentido que redistribuye posiciones y funda o reformula una tradición para ser leído en ese movimiento que es un corrimiento de fronteras. Borges lo hizo con Leopoldo Lugones, pero aún más lo hizo con Borges y extrajo, horadó, disolvió, sometió a una operación de lectura extraordinaria su propia obra. Durand se presenta aquí jugando ese juego y desde esa frontera ingresamos al libro, que en principio no busca un efecto orgánico porque se funda en la dispersión, o mejor, en una deriva entre poemas que persiguen menos su unidad que una frecuencia que es, parece, su exploración: la frecuencia Durand en un texto que toma su fuerza allí donde lee lo que toca.
Leer y escribir. Hay un texto en el que Durand, en otro libro, escribe que un texto malo puede cuantificarse por la cantidad de lectores que necesita y uno perfecto es aquel que puede prescindir del lector. Es una forma axiomática, un manifiesto, un movimiento que define de qué se trata un poema. Y hay otro texto en el que nos dice de qué se trata escribir y allí de lo que prescinde es de la enseñanza, de una pedagogía de la escritura que entonces se constituye como un saber que remite a sí mismo y una práctica que toma su espesor en revertir un movimiento cada vez que lo formula. Lo dice de este modo: si se te ocurre un poema, escribí en prosa, y si se te viene una novela, escribí un poemita. Estos dos momentos, que pertenecen a El Estado y él se amaron, se leen en el prólogo de Lupa de la inmersión, encuentran allí una forma solapada, desviada, un deslizamiento tenue de esa tensión, porque esos textos que ahora vamos a leer en otro juego trabajan el retrato del poeta, del poema y de su manifiesto, esto es, un encadenamiento de formas imperativas que juegan ese juego, el monólogo de las leyes de la escritura, el juego de decir qué es escribir, qué es un poema, cómo se cuantifica su posición y cómo se resuelve. El poema, su vida y su vida social, porque este nuevo libro de Durand trae secuencias de El Estado, les modifica el contexto de lectura y las deja funcionando en otro terreno. Lo hace, por caso, con el poema “Transmisión”, que leemos en el inicio del libro de 2006 como “Principio de autobiografía”, y con un juego, el juego de las formas de la literatura y los géneros, que habíamos leído en “Salmos de cisne de tanque australiano”.
¿Qué hace entonces un poeta en ese juego, en esa nueva forma que mueve hasta Lupa de la inmersión donde el poema, su secuencia o su movimiento, busca allí sentidos y contextos? En principio, construye sus fronteras o le diseña a su territorio las fronteras de un modo de leer y escribir y desde allí, desde esa posición, define su estado. Este texto se desprende de los imperativos y cuando esa forma cesa hace regir, ahora, lo que impera, que es un modo de leer o una demanda sobre el modo en que espera ser leído y allí nos conduce. Pero el texto que se presenta dentro de la literatura, que enuncia sus ascendientes y juega al juego de un clásico, a ser por un rato un clásico en su juego, busca a su lector por afuera de la literatura, o mejor, por afuera del género, de la poesía, pero no del poema. Busca, dice, al lector que no escribe y para quien la preocupación poética sea sólo ocasional. Esto es así porque tiene un movimiento expansivo y entonces juega su otro juego, que es la literatura buscando su sentido por afuera de la literatura. El poema sale de la poesía para buscar su lector y vuelve a entrar para imaginar, ahora sí, su posición en la literatura y entonces disolver sus disputas barriales. Jugar un rato el juego de un clásico no es otra cosa que definirle a la literatura un modo de leer que se desliga de las segmentaciones porque ahora ya no se mueve en los segmentos, sino que piensa en cómo producirlos.
El poema se transforma entonces en algo que ya era en los textos de Durand, pero ahora toma una dirección nueva, un desvío en el que aumenta su espesor: es un vector que ingresa a la realidad y la explora, ingresa a los textos y también los explora, pero al mismo tiempo los horada, o mejor, los inficiona, les produce una torsión y aquí a esto lo llama diversión. Sabemos, de este modo, que esa anotación en el cierre del prólogo que parece un desliz a destiempo, una acotación apurada, es una definición que acompaña y sedimenta no necesariamente lo que vamos a leer, sino la forma en que lo que vamos a leer, lee. Leer entonces es un verbo matriz y encuentra otro verbo que tiene esta forma: divertirse, porque los poemas que toman poemas de Han Dong y cierran el libro son seis versiones, seis lecturas que llama seis diversiones. La diversión no es otra cosa que girar en otra dirección, tomar distancia, salir de un sentido, recrear. Se trata de transformar, jugar ese juego, jugar a ser Borges por un rato, jugar a leer de un modo o de otro, versionar, traducir, inficionar, explorar. Lupa de la inmersión es un movimiento que toma allí su dinámica y entonces estos poemas que surgieron, nos cuenta, de manera aislada a lo largo de quince años, a los que coloca en la categoría poema suelto, encuentran no una unidad sino un territorio, un terreno al que le define fronteras y sentidos en un deslizamiento que le permite construir su pequeña historia universal del poema.
Las seis diversiones sobre textos de Han Dong cierran el libro y el poema “Lectura” lo atraviesa, le construye un mecanismo y se divierte con el título Lupa de la inmersión. El poema es una escena de dos posiciones, dividida, donde una primera persona ve lo siguiente: alguien que debe tener su misma edad está sentado en la vereda donde rompe un frasco de vidrio hasta que queda el redondel de la base, lo mira, lo gira y lo acerca a su cara y entonces su ojo desmedido intenta leer un diario. Es una escena donde alguien mira a otro parecido, mira cómo lee, y esa escena progresa desde el poema “Anteojos”, donde alguien tiene un desarmadero de anteojos incompletos y unos viejos bifocales lo dividen. La lupa de la inmersión que define los poemas, su terreno y su acción, gira y busca sentidos, juega con los sentidos, se divierte en los poemas hasta llegar a ese poema, “Lectura”, donde se transforma en un vidrio y un ojo desmedido que intenta leer un diario. Intenta leer, dice, algo que está fuera de la literatura; lo hace con una imagen que distorsiona el título, el vidrio de un frasco; y coloca esto en una forma desmesurada, porque se trata de un ojo desmedido. La mensura de los modos de leer y explorar, de tomar cada elemento, darle un giro y cambiarle el sentido para desviar la dirección y mantener la ruta es parte de lo que aquí construyen los poemas, su zona, aquello que demandan y producen.
Se divierten, algo que no es ajeno a todo el decurso de la poesía Durand y a su forma de trabajar la vida social y la vida del poema, pero aquí lo hacen de este modo porque se desligaron de la prescripción, de la forma imperativa. Se divierten y leen, y lo hacen también atravesando las formas que tomó el poema con sus variaciones, estrategias y decálogos. El libro de Durand cierra dos veces: lo hace con las seis diversiones sobre Han Dong, pero antes con las formas del poema para llegar, así, a su historia universal del poema. Define esa progresión desde “Lectura” para poner ese ojo desmedido a trabajar en el género y entonces tenemos una serie de textos inmersos con esa lupa en el juego de la lectura. Son tres escalas: trae una forma, la titula “El endecasílabo más corto del mundo” y el poema es “14414”; pasa a “Poema trilingüe” y leemos tres versos: “To lose / tu luz / Tolouse”; y llegamos a ”Soneto mudo” y el texto es un conjunto de paréntesis y corchetes que encierran un vacío. Son tres movimientos en los recursos del poema, la traducción y la diversión de los sentidos, y la experimentación en las formas clásicas. La diversión es aquí la forma de la lectura, el modo de leer, de experimentar y jugar al juego de un clásico que es desviar los sentidos, colocarlos en otra ruta para construir otras fronteras. Hasta allí, parece, nos conduce esto que en medio de la diversión podríamos llamar la frecuencia Durand.
14 de de junio, 2023
Lupa de la inmersión
Daniel Durand
Caleta Olivia, 2023
72 págs.