Narrar para exorcizar eso que parece aplastarnos, para buscar comprender eso que nos sucede. Con esta lógica, los personajes de Modesta Dinamita, segunda novela de Víctor Goldgel, cuentan, narran, todos narran: desde el protagonista muerto, pasando por los asistentes a su velorio, hasta el plomo, que toma voz y que, más que un metal, un elemento de la tabla periódica parece un demonio con el que la humanidad, a cambio de un envenenamiento silencioso, hubiera pactado el progreso y la posibilidad de atravesar cuerpos; un demonio, cuya voz recorre con cinismo, la historia del arte, la guerra y la imprenta.
Floreal muere a los noventa y dos años, y desde la muerte recuerda los acontecimientos que rodearon el asesinato de su hermano Raimundo, sucedido tres cuartos de siglo antes y con cuya culpa Floreal cargó durante toda su vida: “De la estrella negra en su frente. Era para mí esa estrella. Le tocó a él”.
Floreal reconstruye los hechos que desencadenaron en la muerte de Raimundo, su vinculación con un líder anarquista, su despertar a las ideas de cambiar el mundo, su acercamiento a un empresario con sueños revolucionarios, la aventura de falsificar una cantidad de dinero suficiente como para poner en jaque al sistema capitalista, dislocando su lógica de oferta y demanda, y la búsqueda de vengar la muerte de un integrante de la agrupación, por medio de un atentado al líder de la liga patriótica, durante la visita de Albert Einstein a Buenos Aires.
La novela tiene su escenario en el velorio de Floreal, durante una tarde lluviosa, donde los deudos y el cuerpo, en un cajón de cartón, son transportados en una lancha a motor por calles inundadas. Al igual que su alma, el cuerpo de Floreal también cruza un río: “Ahora que voy en balsa cruzando el Aqueronte se me ocurre que otros en mi lugar preferirían estar tranquilamente muertos”. Y el agua, que actúa como metáfora, parece, también, rodear y amenazar todo, obligando a los asistentes a estar ahí, con la muerte y con ellos mismos.
El velorio se realiza, por voluntad de Floreal, en una biblioteca de barrio, donde se reúne su pasado de imprentero y anarquista, donde las ideas, aunque silenciosas y cubiertas de polvo, persisten.
Los asistentes: su nieta, su nuera, el hermano de su nuera con su hija, un joven ayudante y sus viejos amigos anarquistas irán formando, con sus relatos, un retrato de época, que va desde el progresismo culposo y evasivo, los discursos new age, el discurso conservador, agresivo y temeroso; hasta los cándidos cánticos anarquistas que casi nadie entiende.
En ese circular de voces que va tejiendo la trama, el mundo que reconstruye Floreal contrasta con el actual. Se recuerda décadas antes, junto a sus amigos, imaginando el futuro y la posibilidad de construir otro mundo, una idea en ese entonces aún latente. Y ese tiempo añorado contrasta con un presente en donde el otro como tal es una amenaza, un otro indiscernible, que parece reafirmar nuestra individualidad, una suerte de existencia excluyente, donde el futuro no puede ser imaginado, en medio de un presente avasallante y casi imposible de procesar; donde la memoria de Floreal se extiende, para el lector, como un puente entre un pasado de consignas que se marcaban con la materia y que pesaban y permanecían, y un presente de premisas de ciento cuarenta caracteres que se diluyen en un océano donde flotamos como islas en una deriva permanente hacia el presente. De esta manera, y con la muerte como elemento ordenador y central, Victor Goldgel construye un relato coral que parece narrar el fin de los grandes relatos.
8 de diciembre, 2021
Modesta dinamita
Víctor Goldgel
Blatt & Ríos, 2021
288 págs.