En "El aburrimiento profundo", el filósofo surcoreano Byung-Chul Han escribe que el multitasking, lejos de ser un atributo valorable, una evolución agraciada conforme a los tiempos de autoexplotación que corren, es la actividad o (dis)capacidad que denuncia un retroceso para el ser humano: nos acerca a las bestias, que mientras se alimentan o aparean deben permanecer vigilantes ante el posible ataque de un depredador. Podría decirse que el guionista y director surcoreano Bong Joon-Ho (Daegu, 1964) va un paso más allá que el filósofo: sus Parásitos no ingresarían en la categoría de estos animales salvajes en tanto se constituyen de un único y exclusivo propósito: tomar, usurpar, apropiarse del otro.
Meet the Kims. La desocupada familia Kim se hospeda en los infrahumanos semisótanos de Seúl. Restrictos a las asfixiantes dimensiones de su "hogar" (en la parte baja de la ciudad) se desviven por colgarse de la red wifi que encuentren disponible, aprovechan una fumigación pública y permiten –por la gratuidad del asunto– el ingreso a su "living" del pesticida que llega desde la calle: ellos también tienen insectos que fumigar.
La oportunidad para la familia Kim surge cuando el joven Ki-woo ingresa como tutor de una niña de clase alta en su gigantesca y sofisticada casa. Poco a poco el núcleo familiar tramará los modos –cada vez más arteros– de ir suplantando a la servidumbre doméstica: primero el chofer, luego el ama de llaves. No hay lugar para los débiles.
Lo que escala a su vez es la narración misma que, en un in crescendo constante, tensiona al espectador y lo avergüenza en su fascinación, deseoso por anticipar de qué será capaz la familia con tal de mantenerse en este nuevo cuerpo-casa-familia. A escondidas, al mejor estilo Gregorio Samsa, cuando la situación lo requiera, los protagonistas se deslizarán en cuatro patas, sigilosos, subiendo y bajando escaleras, escondiéndose debajo de algún mueble o simplemente permaneciendo inmóviles (una literalización de la metáfora que huele a usurpación hitchcockiana). Los paneos en los que insiste la cámara recuerdan la sorpresa y la alarma de un animal (de un insecto) que mueve veloz su cabeza ante un peligro que cree acechante e inminente.
Meet the Parks. Los Park, aunque dueños y propietarios, se hospedan también en su fastuoso hogar –en la parte alta de la ciudad–, que incluye a su vez su propio sótano, ominoso y parasitario (una espacialización de la anécdota que huele a otra usurpación hitchcockiana de parte de Joon Ho). Los Park, como buenos vampiros capitalistas, se han hecho de su riqueza a costa de la usurpación de la mente y el cuerpo de "sus" obreros. De más está decir que el capitalismo, en sus distintas vertientes, es un régimen, por definición, parásito. El burgués, el empleador, el capital, se enriquece y se alimenta de la producción del trabajador: succiona el cuerpo y el tiempo del obrero para fortalecerse a sí mismo.
En este orden de cosas, el ocio es la forma de vida de Yeon, la madre capitalista, puesto que la madre Kim, como ama de llaves, emplea su energía para mantener limpia la casa y darle de comer a la familia, al tiempo que el padre capitalista puede ir y venir cuando le plazca a donde su capricho le dicte gracias al chofer y recadero, el padre Kim. Como si esto fuera poco, de la educación de los hijos Park también se encargan los (hijos) Kim, para que esos privilegios y distancias (parasitarias) de clase sigan reproduciéndose.
Saludable artísticamente resulta el desinterés de Bong Joon-Ho por encontrar soluciones o respuestas a semejante conflicto. No hay síntesis –utilizando el término de la filosofía tradicional– superadora o civilizada. No es que el hombre sea el lobo del hombre, o que el ser humano se haya bestializado con el promocionado multitasking: arrebatada toda capacidad de dignidad, de empatía, de fe, de amor, la humanidad misma se ha desvanecido en el aire, vampirizada por un sistema-organismo que sólo piensa en su propia reproducción. Ya lo dijo Kafka: en la lucha entre uno y el mundo, hay que estar del lado del mundo.
12 de febrero, 2020
Parásitos
Dirección de Bong Joon-Ho
Corea del Sur, 2019
132 min.