Además de haber publicado libros de cuentos, un relato infantil y varias compilaciones, Anahí Flores es autora de cinco poemarios, entre ellos uno de limericks, en la tradición del Zoo loco de María Elena Walsh, y del libro Se durmió y otros poemas (Bajo la luna, 2015), tercer premio del Fondo Nacional de las Artes. Conjugando sus condiciones para la lírica y la narración, en Por encima del agua (Trapezoide ediciones, 2023) aborda un vínculo amoroso y lo hace a través de una sucesión de micro escenas o, más precisamente, de poemas que resultan pequeñas escenas en sí.
¿Se puede escribir el amor? ¿Y cómo dar cuenta de su inefabilidad a través de las épocas? Por encima del agua abre con un poema que es una escena nocturna: llega un mensaje de texto del enamorado, él cuenta su día, afuera llueve, la destinataria del mensaje, en la cama, bajo las sábanas, se dice y se pregunta acerca de esa comunicación virtual, escueta, distante, si el amor es eso: “quizá esto/esto sea/ nos sea suficiente”.
¿Qué se entiende por amor hoy en día? ¿Qué formas ha tomado, qué historias nos permite sostener y, eventualmente, contar? La voz narradora en los poemas de Por encima del agua es una voz que piensa, especula, ve en espejo y está a solas con su idea del amor. Desde esa soledad habla con su amante a través del pensamiento, inmersa en algún lugar donde la presencia de la naturaleza es dominante y entonces las nubes la tocan como las manos del amado, su olor la rodea como una atmósfera de montañas, amor y paisaje se confunden. El amor, en estos versos, tiene algo de un ser salvaje, libre, desorganizador y vital.
Sin embargo, pronto aparece en la serie el poema que contiene el verso que da título al libro y enuncia: “yo prefiero/ que si deseás tenerme / te asomes y me busques / por encima del agua / no precisamos ver /como cada uno nada / en lo oscuro del mar”. Las palabras pueden ser sencillas, la subjetividad, no. Se trata de un deseo relativo al modo del encuentro. ¿La enamorada preferiría evitar la oscuridad, las emociones así llamadas –oscuras– para preservar únicamente la cara luminosa de ciertas citas? ¿O intenta sostener una distancia, que los amantes naden en la superficie? El “por encima del agua”, en su condición de verso y título, cubre de sentido todo el poemario, con un agua tan polisémica como misteriosa, que puede ser leída como símbolo de vida, de pureza, de las mareas que llevan y traen los sentimientos o de peligro y desborde. ¿Será que acaso esa manera “por encima” de encontrarse se ha convertido en la única posible? La lectura abre preguntas. ¿Los encuentros se limitan al amor líquido que denuncia Zygmunt Bauman, un amor exprés, fácil, efímero, que se atribuye rápidamente a distintos sujetos como se cambia de modelo de automóvil o de celular? ¿Es posible, es realmente posible sostener desde el efecto de la voluntad un grado superficial de acercamiento, un acercamiento que en definitiva nos dejará solos con nuestras angustias existenciales, como bien sostiene Bauman?
Al avanzar en el poemario, más allá de toda enunciación, el agua reaparece y se convertirá en sangre; y la amante buceará en esa agua tibia y púrpura y buceará sin aire.
Si bien en el mundo contemporáneo, y a menudo burdamente, la idea de amor se funde y se confunde con la calidad de los avatares del encuentro sexual, o, al revés, desde un lugar pragmático se desestiman las potenciales implicancias amorosas de ese mismo encuentro que involucra al cuerpo por entero, el agua convertida en sangre da que pensar. No sólo la atracción sexual, su magnetismo, está presente en el libro hasta llegar a derretir literalmente la luna. También esa oscuridad que se pretendía evitar, asoma. Y cabe destacar que Anahí Flores puede recaer en la mención de elementos tan visitados como la misma luna sin dejar de ser original, nombrar detalles prosaicos como el látex de un preservativo, o encontrar adjetivos que nos despabilan, como el fluorescente atribuido al sabor de una manzana, todo sin que se interrumpa el tono del poemario.
Al cerrar el libro, la impresión es la de haber leído entre líneas la conciencia condicionada de dos amantes. En tanto tales, se perciben unidos por un hilo etéreo aun estando en sitios diferentes. Y si bien es cierto que el amor es una cosa rara, imposible de escribir, que solo se deja rondar, Por encima del agua logra que asistamos a los estadios de un encuentro, a la primera chispa, al crepitar desordenado de su fuego y por fin a la herida, la cicatriz, al manto de cenizas que cubrirá su disolución.
13 de marzo, 2024
Por encima del agua
Anahí Flores
Trapezoide, 2023
108 págs.