Ritos privados es declaradamente una reescritura de King Lear, y mezcla distopía, gótico y sensibilidad queer. Es una novela de argumento: se lee rápido, se subraya poco, se disfruta mucho. Tal vez se le pueda reprochar que guarde sus cartas más fuertes para las últimas veinte páginas, y que en eso peque de efectista. En todo caso vale la pena, porque por debajo de las convenciones de género lo que se lee entre la primera página y la última es la exploración del deseo y de la hermandad femeninos desde una sensibilidad agudísima para captar el espíritu de época. En última instancia, cuenta la historia de tres hermanas lesbianas que desean y se desencuentran en un mundo que se inunda porque nunca deja de llover –o lo que es lo mismo, pero dicho mal y pronto: en un mundo que se va a la mierda.
Isla es la mayor y la más seria de las tres. Irene la que mejor lee y la que más sufre el juego de roles que toda familia por definición impone. Agnes es la media hermana desobediente, la menor. La relación entre ellas está marcada por la distancia y por el desencuentro, pero tienen no pocas cosas en común. Las tres buscan todavía su lugar en ese mundo anegado, y no pocas veces lo hacen a tientas. Sobre todo, tienen en común un padre: Stephen Carmichael, un arquitecto mimado por la élite que construye edificios para proteger del colapso a los más ricos.
Carmichael acaba de tener un infarto y, previsor y cínico, le prometió una pequeña fortuna a cada una de sus hijas. Por iniciativa de Isla, las tres acuerdan encontrarse para definir una estrategia común, que por supuesto falla. La escena se narra hacia la mitad del libro, y explicita el modo en que Armfield quiere que se lea: “–El rey Lear y sus hijas lesbianas –dijo Irene, y después deseó no haberlo dicho”.
La crítica efectivamente lee la novela en clave de reescritura queer. Allegra Goodman da en el clavo cuando escribe para el New York Times que el texto hace de la tragedia de Shakespeare una casa de cristal a la que después le tira piedras. Hay toda una serie de inversiones argumentales. Lear es un rey al que primero se engaña, contra el que se conspira después, y que más tarde es humillado hasta la locura y derrotado en la batalla. El arquitecto de Armfield, en cambio, concentra poder. Escatima afecto y regala discordia. Es casi el opuesto de Lear –aunque tan shakespeariano como él: un tirano, un fantasma que vuelve.
Pero la reescritura de Armfield no es una mera reinterpretación queer. Esa lectura le quita méritos al libro: lo reduce al gesto, a la actualización, a la agenda.
Ritos privados está narrado en una tercera persona prolijísima. Cada capítulo está dividido en títulos: Isla, Irene, Agnes, etc., y a cada una de esas secciones corresponde un punto focal diferente. Esas son las series explícitas que lo van hilando. Hay otras: la magia, el suicidio. Y una todavía más relevante: la ciudad, el colapso. En esto la distopía es de un realismo alarmante, y Armfield captura con agudeza todo lo que de hecho ya vimos de ese colapso.
En ese sentido lo que escribe es una reversión de la tragedia de Shakespeare pero sobre todo de la famosa sentencia de Mark Fisher. Ya no solamente es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo: también es más fácil televisarlo, viralizarlo, mediatizarlo.
La novela abunda en imágenes de la catástrofe. Y estas imágenes ya las vimos: alcanza con reemplazar lluvia por pandemia para ver hasta qué punto en el texto de Armfield la distopía ya llegó. La disrupción de la normalidad y su naturalización desfilan por las páginas de la novela, y por los noticieros que esas páginas incluyen, de la misma manera que lo hicieron por las televisiones y los celulares y las computadoras durante los años del virus.
La crisis ambiental es el elemento más disruptivo respecto del original sobre el que se plasma. Pero ahí está la inteligencia narrativa de Armfield: eso también es un hilo que conecta con Lear. “”Stephen Carmichael es un perfecto representante de la élite responsable del derrumbe, y la lluvia es la herencia de su generación. Hacia el final de King Lear, cuando el rey y la última de las hijas están muertos, uno de los personajes dice: The weight of this sad time we must obey, / Speak what we feel, not what we ought to say. Armfield escribe apoyada en esa sentencia, y recupera los versos que siguen para el epígrafe: Nosotros somos jóvenes, nunca veremos tantas cosas ni viviremos tantos años.
Es cierto que Ritos privados hace de Lear una casa de cristal a la que después le tira piedras. Pero la estructura de esa casa queda en pie: Armfield actualiza el peso de una herencia. Vivimos en un mundo de Cordelias, dice: un mundo de desheredados. A diferencia de lo que ocurre con el del rey Lear, el reino en disputa se cae a pedazos. Los personajes de la novela recurren a la magia y al sacrificio para lidiar con esa verdad. Armfield, al género: a la ciencia ficción, al gótico. El resultado es una novela que se lee sola.
15 de octubre, 2025
Ritos privados
Julia Armfield
Traducción de Virginia Higa
Sigilo, 2025
288 págs.
Crédito de fotografía: Eleanor Harris.