Despertarse, navegar en internet en busca de su propio obituario, sorprenderse de no encontrarlo –sorprenderse de estar, aún, viva. Eso hizo Diana Goetsch, escritora y docente norteamericana, al volver del coma que sobrevino a su cirugía de feminización facial. La operación había llegado para Diana (antes Douglas) pasados los cincuenta años. El anhelo de ser una mujer estaba ahí, sin embargo, desde siempre.
Con la traducción de Inés Garland y Jimena Ríos y unas cuidadas ilustraciones de Marcelo Morán, Vida en transición reúne treinta y un columnas publicadas por Goetsch entre octubre de 2015 y junio de 2016 en el sitio web de la revista The American Scholar. Lo que tanto autora como editor buscaban era registrar el proceso de transición de género, a la manera de una crónica o un diario. Y en efecto, asistiremos a los principales hitos de ese viaje: la autoaceptación, la terapia de remplazo hormonal, la vivencia (y convivencia) con una nueva corporalidad, las repercusiones del cambio en el entorno social (las inevitables “bajas”, los venturosos “reemplazos”). Pero aquello que la escritura dejó, sin proponérselo, fue un conjunto de ensayos culturales en sentido amplio, no restringidos a la cuestión de género. Goetsch se dirige a un todos (everybody) que comprende incluso a quienes odian a los trans.
Cuando detecta microagresiones espontáneas en el bienintencionado que, por ineptitud, se dirige a una persona trans utilizando un pronombre equivocado; a la hora de trazar la distinción entre tolerancia y respeto; o apuntar la criminalización sexual en la normativa que obliga a hombres y mujeres a utilizar los baños públicos que les corresponden por su sexo asignado al nacer, Goetsch no solo está haciendo diagnóstico sociológico, relevando las herramientas “que usan, para mantener su dominación, los privilegiados cuando se sienten amenazados”; sino que también convoca a pensar en el tipo de humanidad que se juega en la manera en que una persona reacciona a la identidad de género de otra.
En este sentido, Goetsch maneja una narrativa seductora y eficaz: antes que alertar sobre la tasa de mortalidad o el limitado acceso de las personas trans al mercado laboral (aspectos que el libro de todos modos no desdeña, como tampoco ahorra en críticas al feminismo transfóbico, a algunos estereotipos creados por los propios activistas trans y al transplaining), estos ensayospropician el tono intimista y las facetas más entrañables de un proceso de cambio que implica al cuerpo desde una perspectiva ante todo gozosa.
Es que Goetsch cuestiona el cliché patologizante que ve en las trans a mujeres atrapadas en cuerpos de hombres y afirma dichosa que, al comenzar la terapia de reemplazo hormonal, su “cuerpo amó el estrógeno y se sintió feliz de liberarse de la testosterona”. De ahí en adelante, veremos a la autora aprendiendo a ejercer esa nueva feminidad: se trata de una manera de vestirse y de moverse, de andar por la ciudad, de entrenar la voz bajo una cierta musicalidad, de la alegría de abandonar las pelucas por un rebrotado pelo propio.
Se trata, en definitiva, de vivir la vida buscada y sentirse donde se necesita estar. Y eso es algo que Goetsch viene a compartir con everybody, es decir, con todo cuerpo que se acerque a Vida en transición, porque como ella misma reflexiona: “Todos estamos en transición, empecé a pensar, gente entre la gente, con el anhelo de ser enteramente quienes somos”.
15 de enero, 2025
Vida en transición
Diana Goetsch
Traducción de Inés Garland y Jimena Ríos
Salta el Pez Ediciones, 2024
100 págs.