En Yo soy como el rey de un país lluvioso, Edgardo Scott aborda una de las figuras favoritas de la cultura de masas occidental: la del asesino serial. Desde los tiempos de Jack el Destripador se han producido infinidad de narraciones en torno a este tipo de criminales, casi siempre entregadas a los encantos de lo morboso. La contratapa de la novela afirma que la literatura argentina no tiene una “gran tradición de asesinos seriales”. Se trata, sin embargo, de una verdad a medias. Autores centrales de nuestra literatura (tan centrales como Ricardo Piglia, Jorge Luis Borges, Juan José Saer y María Moreno) escribieron sobre asesinos seriales. Aún así, la novela de Scott presenta la novedad de escapar a los dos registros dominantes para caracterizar a este personaje: el del documental y el del género policial.
Yo soy como el rey de un país lluvioso no utiliza los recursos de la narrativa industrial. No hay una apuesta por el golpe bajo ni por el espectáculo del horror. Scott utiliza procedimientos variados: el relato en primera persona, la cronología alterada, los fragmentos del archivo criminológico de la detective Claudia Brücken, capítulos narrados en tercera persona en los que se detalla el vínculo entre el criminal y sus víctimas femeninas, reescrituras paródicas de clásicos infantiles, la declaración final de la investigadora. El gesto de Scott es el de recuperar, en clave modernista, a un personaje hipercodificado por innumerables películas y series.
La novela incorpora algunos tópicos del policial sin terminar de inscribirse en el género. Están presentes el triángulo de personajes que prototípicamente lo caracteriza: criminal, víctima e investigador. Sin embargo, ni los fragmentos centrados en el asesino ni el capítulo final logran explicar en términos racionales el halo de misterio que encubre al protagonista. Tampoco el ritmo narrativo es propio del relato policial, ya sea en sus variantes“ clásica” o “negra”; su estructura escapa a las lógicas del misterio y del suspenso. El enigma no es quién fue el autor de los crímenes (información que el lector dispone desde las primeras páginas) sino, más bien, el origen de su naturaleza monstruosa. Un enigma que busca ser resuelto por el narrador, la investigadora y el propio criminal sin jamás ser develado. En esa imposibilidad, en esa ausencia de certezas, la novela funda su ética y su estética.
El asesino serial es uno de personajes mitológicos de la Modernidad. Su auge coincide con el desarrollo de la narrativa policial inglesa: los crímenes de Jack el Destripador fueron contemporáneos de las investigaciones de Sherlock Holmes. Son significativos, en este sentido, los dos epígrafes con que Yo soy como el rey de un país lluvioso se inicia. El primero, de Baudelaire (“Soy como el rey de un país lluvioso/ rico pero impotente, joven pero sin embargo muy viejo”), recupera la tradición del serial killer como una suerte de héroe oscuro atravesado por el spleen; el segundo, del grupo británico Bauhaus, subraya el elemento gótico también presente en sus páginas. Moderna es, también, la autoconsciencia que exhiben tanto el criminal como de la investigadora. Con tono existencialista, sus reflexiones recuerdan el “ser a través del crimen” de Remo Erdosain y la sensualidad gélida de la lírica de algunas zonas del postpunk.
Más que del policial, Edgardo Scott en Yo soy como el rey de un país lluvioso participa de otra tradición de la literatura argentina, aquella que incorpora inflexiones propias del ensayo a las formas narrativas. Una tradición que integran autores tan diferentes como Borges, Piglia o Salvador Benesdra. La proliferación de frases asertivas (“la verdad siempre se anhela y rechaza al mismo tiempo”, “La verdad siempre es fuerte cuando se impone y débil cuando cede”) explicita una racionalización que resulta insuficiente. Si en el siglo XIX Thomas de Quincey imaginó al asesino esteta, la novela de Scott imagina un asesino serial con dotes de ensayista. Si Caminantes, Contacto y Escritor profesional podían ser leídos como los ensayos de un narrador, ésta, en cambio, es la novela de un ensayista.
17 de septiembre, 2025
Yo soy como el rey de un país lluvioso
Edgardo Scott
Interzona, 2025
224 págs.