“Soy hombre”, dice la frase escrita por Terencio en el siglo II A.C., “y nada de lo humano me es ajeno”. Decir que era hombre, para Terencio, era importante, porque era, antes de eso, algo peor y para otros hombres más bajo: un esclavo. Yo, hombre libre entre hombres libres, hoy pienso en su frase y hago cuentas. Todo es mucho, decía mi abuelo, libre también, hombre, y tenía razón. Entonces, yo creo que si hiciera una lista, una larga larga, que fuera desde lo que me es afín a lo que me es ajeno, por allá abajo y a lo lejos, después de varios miles de cosas irrelevantes para casi toda la gente razonable y bastante bobas, estaría anotada, tal vez, la menopausia. Por curiosidad, por ignorancia y de chusma, nomás. Por falta de otra cosa.
Habrían antes, sí, en esa lista imaginada, otros asuntos: el paso del tiempo, el cuerpo, la comida, los ratos solos, los ratos con otros, el café de la mañana y el de la tarde, las charlas con los médicos, las charlas de los desconocidos escuchadas a medias, nadar, el olor y el ruido de las piletas, lo que los hijos dicen, lo que los hijos hacen, lo que de los hijos no sabemos, las lecturas, los amigos, los poemas, los diarios, los libros que escribe Laura Wittner.
Y todo eso que me importa encontré yendo a lo que, de entrada y por prejuicio, nada me importaba. Leí un libro, se llama “Diario de menopausia”, lo editó Bosque energético y lo escribió Laura Wittner, claro. Es un arco de tiempo entre tapas. Va de un año a otro año y un poco a otro también. Acumula notas. Laura, pasajera de Laura, en Laura anotando va. Como la canción. Esa canción. La de Almendra. Nunca entendí del todo las letras de Spinetta. Quiero decir: hay algo en esa canción que se me escapó la primera vez que la escuché y ahí decidí quedarme. No saber. Preferí. Laura va y Laura ve. “Aunque es grande comienza su vida aquí”. Diga lo que diga, me viene bárbara la cita. Porque en el diario de Laura, hay una vida de Laura que empieza, parece, se abre y ella la padece, la contempla y la comparte, estupefacta. No habla de eso el libro, habla desde eso. No tiene el libro un tema, tiene más bien, una circunstancia. Y eso, creo yo, hizo que lo que en principio me era ajeno, me fuera propio. El libro no me cuenta, el libro me comparte. No se exhibe ni se regodea en lo que a alguien le pasa, en lo que alguien de algo sabe o siente. Se esfuerza por ofrecer para quien lee relevancia.
El libro parece estar atento a nosotros. Aclara Laura que es un “diario público”, porque tiene otro que es suyo y nada más. Uno que escribe a mano y con tinta y papel en cuadernos. Desde hace mucho. Este no. Este es el que está acá y es un libro y es de ella y de nosotros. Por eso, el libro es amable. El libro es atento.
Parece decir el libro mientras lo vamos leyendo: Hola, yo soy yo, y nada de lo tuyo me es ajeno. ¿Estamos con hambre? En el libro Laura cocina un mejunje de alguna cosita. Semillas y verduras y un trigo mágico recién descubierto ¿Escuchamos eso que dijo esa señora? Claro, nos salíamos de nosotros por comentarlo, qué suerte tener a alguien con quien de eso hablar. ¿Y el silencio del primero de enero en un pulmón de manzana a las tres de la tarde? ¿Y el nombre de los pájaros? ¿Y el insomnio? ¿Y el dolor en las articulaciones?' ¿Y el ardor en la lengua? ¿Y el desprecio con el que nos tratan las nominaciones médicas? ¿Y las palabras que insistimos en usar como guardianes antes de que se desprendan y se precipiten al olvido desde el borde del lexicón? Todo nos interesa y a la vez nos cansa un poquito y nos desborda el entusiasmo, qué placer, qué pereza. Será que es esto la menopausia: no saber bien cómo estás, una tensión que se arma y se desarma. O al menos leyendo el diario, siguiendo a Laura que va, pareciera.
El libro es una conversación, así que no solamente habla. Ofrece tiempos muertos, un espacio para los otros. Y sí, hay un amparo en el libro en el que Laura va tratando de hacer algo con su desconcierto. Entiendo que es paradójico que el malestar expuesto por la escritora dé lugar a un bienestar lector. Pero es que la escritura de Laura es considerada y es calma y eso hoy casi en ninguna parte abunda. Como casi nadie hace, el libro parece en algunos saltos de tema, en algunas partes blancas, en ciertas listas o indicaciones mínimas de lo que pasa, frenar y decir: ¿Vos cómo estás? Si existe algo como la Literatura del Yo, esta sería una Literatura del nosotros. Porque, aunque no sé bien cómo, no podría decirlo, perdón, sesudamente, Laura va y escribe y cuenta y escucha y hace que palabras tan lejanas hasta ahora para mí como fibromialgia o estrógenos circulen en esta conversación como si tal cosa. Que lo que antes era irrelevante para mí, ahora me importe, pero sobre todo y acá lo más raro: que yo me sienta, además, relevante para ella. Porque lo que uno siente con el diario es intimidad (como pasa siempre con la literatura buena). No somos cualquiera para esa voz que con las que conversamos, porque así no se le habla a cualquiera. ¿O alguien, sin confianza, podría hablar así de qué es lo que en realidad nos gusta de los arándanos? ¿Será el gusto, será el color o solo nombrarlos con ese sonido tan afín a su formita redondeada? ¿Qué nos importa de la gente? ¿La ocurrencia, la sagacidad, la forma del arco en sus pies? Hacernos ver que no es tan difícil estar contento, solo que a veces no se puede. Que el tiempo se pisa la cola y que va riéndose de nuestra idea de linealidad. Mostrarnos cómo canta en voz alta sus canciones este revival monstruoso de la adolescencia. El cuerpo vuelto loco escapándose del cuerpo; el cuerpo en modo qué carajos. Desbocado. Tomada por el maremoto hormonal, Laura va abriendo futuro a machetazos. Y con Laura que va, nosotros vamos.
Al final del libro, como al final de todos los libros, está la vida. No en el libro, afuera del libro. Pasada la selva macheteada. La vida transformada por eso que leímos. Un rato. Y ahí están las cosas que antes entendía de otra forma. La lista en la que tacho y reacomodo. Ahí está la gente que, en su cuerpo y en sus días me espera. Y le puedo decir: Soy hombre y nada de tu vida me es ajeno. Sí, incluso eso.
27 de agosto, 2025
Diario de menopausia
Laura Wittner
Bosque energético, 2025
157 págs.
Crédito de fotografía: Ezequiel Zaidenwerg.