Una tapa de un rojo difuso es la portada de la primera novela de Vera Palmeri. Allí se deja ver una mujer que parece de otra época, pero es pura juventud. Su sonrisa atraviesa los años y el cigarrillo en su mano infunde el placer de su mirada. Anticipamos imaginando su identidad. ¿No es acaso esa la habilidad de un novelista? Provocar la imaginación de habitar un lugar donde las palabras nos arman escenarios.
Rojos y anaranjados atardeceres caminaba la autora al lado de su abuela, en el balneario de Monte Hermoso, provincia de Buenos Aires, principal paisaje que transita la novela.
A veces el faro es el reflejo de una biografía que opera el relato de una abuela. ¡Qué sería de nuestras vidas sin los relatos de las abuelas! La palabra significante abuela, para algunos lectores puede remitir a las Abuelas de plaza de Mayo, las que nunca dejaron de buscar a sus nietos, las que permanecen sosteniendo lazos inquebrantables.
Esta nouvelle da cuenta del tenor de este tipo de lazo, un lazo que necesitaba ser fundado. ¿Cómo podría olvidarse un nieto? ¿Cómo se va a olvidar una abuela? Hay una identidad en juego.
La protagonista de la novela es una Flapper, como describe Zelda Fitzgerald a esas brillantes mujeres que hacían dietas, cuidaban su figura, y odiaban cocinar. Esta Flapper era una abuela tenaz que ha decidido fundar un lazo con su nieta. Y de ese lazo inquebrantable surgen los capítulos de A veces el faro.
La infancia, la granadina carmesí que la abuela preparaba para beber, la lectura en voz alta de los poemas de Alfonsina Storni recostadas en reposeras. Esta es una de las tantas escenas donde esa niña habitaba el mundo que le proponía su abuela.
“Mi abuela" parece ser el preludio enunciatario a toda historia narrada en A veces el faro, un modismo que habla de la honradez y delicadeza de esa filiación. Le sigue otro enunciado referente y cómplice: “Mi abuela y yo" o “A mi abuela y a mí". Se escucha en esa invención infantil el deseo de creer, ellas creían en el faro y en el Aleph de Borges como señales para vivir.
No solo es la complicidad de este dúo “Mi abuela y yo" lo que ilumina los recuerdos narrados, es también el valor de una femineidad lo que esta mujer-abuela hace valer ante toda posible posición materna estragante, coagulante o grotesca. En el libro podemos leer un retrato de esta bandera, entre centro y ausencia que dan lugar a esta posición femenina: “Mi abuela, tenía a mi madre como a un ser desconectado de ella. ¿Cómo alguien querría que otro ser quedará pegado al propio cuerpo? La piel era un órgano que podía prestarse al placer de una caricia, de un abrazo, pero al mismo tiempo era un límite. Tenía momentos imperiosos de soledad". Gracias a esta soledad y distancia, la circulación del amor pinta las páginas del libro.
Hacer un uso de los recuerdos, es el juego que despliega Vera Palmeri en toda su narración. Esta obra podría no solo ser un homenaje amoroso al amor de su abuela, podría bien llamarse: “Las abuelas son un faro".
El libro fue editado en Buenos Aires por Ediciones del Jinete Insomne, durante este año. Está dedicado al novelista y psicoanalista Germán García, quien fuera también una luz para la literatura argentina, un faro para los analistas, un inolvidable de las letras.
17 de noviembre, 2021
A veces el faro
Vera Palmeri
Ediciones del Jinete Insomne, 2021
200 págs.