Para alguien como Borges, cultor de la nadería de la personalidad y de la jerarquía de toda lectura, un presente como el nuestro –interesado, a su manera, en retomar la posta del autor y sus vicisitudes más o menos intrascendentes– se le figuraría un tiempo relativamente extraño. Extraño y paradójico, habría que decir, puesto que, a través de sus textos y particularmente de sus intervenciones públicas, procuró forjarse una imagen de escritor de considerable densidad; un hombre, sin embargo, casi etéreo, de imperturbable falsa modestia y con el elogio ponzoñoso, siempre, a flor de labios.
Los entretelones de una de esas imágenes –la del conferencista– se exhiben en Cuadernos & conferencias, un volumen de cuidadísima factura publicado por el Borges Center, a cargo de un puñado de editores; investigadores (de acá, de allá, de todas partes: Iowa, Pittsburgh, Utah, Vancouver, Mar del Plata) que estudian meticulosa, obsesivamente (que es, en última instancia, la metodología de la crítica genética) las notas manuscritas que Borges utilizaba para la preparación de sus conferencias.
Con material inédito, el libro recorta su objeto entre los años 1949-1954 y propone, para decirlo con Daniel Balderston --uno de los editores del volumen, codirector del Borges Center y de la revista Variaciones Borges, y de los primeros en considerar el estudio de la faceta conferencista de Georgie-- un "método Borges", aunque de finalidad oral. Una veintena de autores y temas (de los místicos del Islam a Conan Doyle, de la poesía anglosajona a Almafuerte, y de Juan Escoto Erígena a Kafka) fatigan sus páginas. Siguiendo, como sabuesos literarios, las pistas que el autor de Ficciones supo dejar en un cuaderno, y que los estudiosos Rosato y Álvarez recogen en Borges, libros y lecturas (2010), un grupo de investigación de la Universidad de Mar del Plata dirigido por Mariela Blanco –una de los cinco editores del libro– rearmó el itinerario de Borges, que dio una jugosa cantidad de charlas en muy diversas zonas: Rosario, Córdoba, Santiago del Estero, Montevideo, Posadas, Paraná, San Antonio de Areco, por nombrar algunos. Borges, como sostenía Piglia, no vivía del aire, y este era un modo, tan decoroso como cualquier otro, de ganarse el pan.
Gracias a los facsimilares de los manuscritos es posible distinguir los diversos usos que Borges hace de los márgenes y los espacios; los cambios de tinta y las variaciones de la escritura: su célebre letra de insecto, la caligrafía de mayor tamaño, la manuscrita casi ilegible, que indican cambios de estado o de salud del autor, hablan de un primer borrador o del cansancio o de la irreparable pérdida de la vista. Simultáneamente dos notas puntuales (las referidas a Edgar Allan Poe y a los problemas de la novela como género) dejan ver la intervención de una manuscrita grande y cursiva, un intromisión inapelable y externa, segura de sí misma. Se trata de la letra de la madre, Leonor Acevedo de Borges, que complementa o corrige las notas del hijo. Al mismo tiempo, los cuadernos permiten reconstruir los libros consultados por el escritor durante aquel tiempo. No sólo los ejemplares que tenía a mano en su departamento de Maipú 994, o los que tendría poco tiempo después en la Biblioteca Nacional, sino también, y como se afirma en la introducción, “los volúmenes prestados por amigos (Xul Solar, Bioy Casares y Silvina Ocampo, y otros). No hay una “biblioteca de Borges”, sino una larga serie de libros que pasaron por sus manos, propios (aunque solía desprenderse de ellos cuando ya no cabían en los anaqueles del departamento que compartía con su madre) y ajenos”.
Cada uno de los apuntes borgeanos se acompaña de su transcripción y de un comentario a cargo de alguno de los cinco editores. Los textos aquí recogidos ayudan a pensar, de más está decirlo, la articulación entre la escritura y las conferencias –es decir, las exposiciones orales– que el autor de El aleph dictó por aquellos años. Al mismo tiempo, ofrecen un atisbo privilegiado a la cocina de textos fundantes –“Kafka y sus precursores”, uno de ellos– que se publicarán poco tiempo más tarde; y exhiben fragmentos de lo que será, entre otros, “Funes el memorioso” y “El sur”.
De productividad inacabable, la obra de Borges sigue dando que hablar. Promueve investigaciones colaborativas, enciclopedias propias, lecturas ocurrentes, reescrituras incesantes. Transformado en mito, es el Padre imposible de asesinar y probablemente por ello, como ocurriera con Joyce según Richard Ellman, seguimos aprendiendo a ser sus contemporáneos.
25 de junio, 2025
Cuadernos & conferencias
Jorge Luis Borges
Edición a cargo de Alfredo Alonso Estenoz, Daniel Balderston, Mariela Blanco, Emron Esplin y María Celeste Martín
Borges center, 2024
414 págs.