¿Estoy leyendo una novela, un conjunto de cuentos, un poema, una obra de teatro? Es una de las primeras preguntas que nos hacemos al leer Acá empieza a deshacerse el cielo, el segundo libro de Lucila Grossman (Buenos Aires, 1993), editado por Editorial Marciana.
Autora de Mapas terminales (Marciana, 2017), Grossman vuelve este 2021 con un libro heterogéneo y con sesgos apocalípticos que desata cuestiones inquietantes. La primera de ellas es: ¿por qué como lectores o lectoras sigue siendo tan importante definir a qué género pertenece un libro? Acá empieza a deshacerse el cielo es una muestra de que los géneros literarios son cada vez menos estables, menos homogéneos, cada vez más nos enfrentamos a textos que se mueven entre los márgenes, que escapan a una catalogación diáfana y definitiva. Acá empieza a deshacerse el cielo es una novela con algunos capítulos en prosa, uno en verso y otro con elementos propios de la dramaturgia. Sin embargo, por más dispar que pueda parecer todo ello, hay un hilo que atraviesa los diversos capítulos.
Más que un hilo, tal vez podríamos hablar de una piedra angular desde donde las historias se derivan (¿o se desploman?). El libro inicia con la imagen del cuadro de "El rapto de las sabinas", de Jacques-Louis David. A partir de ella, con un lenguaje casual y desfachatado, se nos recrea el relato que el historiador romano Tito Livio hiciera del suceso: que a falta de mujeres los romanos les habían pedido a los sabinos que les dieran algunas (en este relato, las mujeres no son más que objetos), que el rey de los sabinos se había negado, que los romanos entonces habían decidido robar a las mujeres y que, tiempo después, los sabinos habían querido tomar venganza por el agravio sufrido. Para tal efecto, planearon atacar a los romanos, lo cual les resultó fácil porque, "¿quién los hizo pasar por los muros de Roma?, ¿Quién les abrió las puertas traicionando a su comunidad, tentada por un brazalete, tentada por la manzana? Una mujer: Tarpeya". La piedra por donde la joven fue arrojada como castigo por su traición lleva su nombre: la roca Tarpeya. En el capítulo 0, Tarpeya se deshace de la voz hegemónica de Tito Livio para tomar la palabra por sí misma. Desde una narración en primera persona, se nos muestra otra arista de la historia, otro punto de la piedra angular:
Mis ancestros son asesinos. Mi papá siempre fue un asesino. Un violador. Esa fue su naturaleza. Para eso nació. Para desgarrar cuerpos, cortar miembros, para eso nació, para hacer morir a sus hermanos, como todos ellos: todos ellos son ciudadanos.
Si bien Tarpeya no será la narradora el resto del libro -pues en los demás capítulos veremos desarrollarse otras historias con distintos personajes-, su voz nos acompañará de fondo el resto de la novela. A ella se sumará una serie de notas al pie de página que conformará un relato paralelo y complejo, contradiciendo en ocasiones la voz principal.
Acordes a las distintas historias que se relatan, en los demás capítulos escuchamos una multiplicidad de voces, de registros lingüísticos. A veces, voces más populares, coloquiales y poéticas; otras, voces vinculadas a sectores sociales de clase media; y otras, voces en las que la revolución digital se da por sentada, y se mencionan las redes sociales, el trending topic de cada día, los celulares, como lo que son: algo perteneciente a nuestra vida cotidiana. Al contrario, es la falta de ello la que resulta una novedad, tal como se ve en "1. Simulacro de evacuación", donde a causa del robo de su celular durante un viaje, la narradora de este capítulo se ve obligada a volver al olvidado género epistolar, a partir de la escritura de emails dirigidos a su novio: "Qué raro escribirte mails, jajaja. Siento que estoy en el 2008. Todo lo que escribo se recubre de un halo de formalidad o de solemnidad romántica".
La novela, en ese sentido, nos pone el mundo un poco de cabeza: después de un 2020 donde nuestras principales interacciones fueron a través de las videollamadas, los mensajes de voz, los whatsapps, se juega con la pregunta acerca de qué pasaría si esos avances tecnológicos de pronto desaparecieran y no fueran más que el recuerdo de un tiempo pasado: "No hay lugares seguros. Si es que alguna vez los hubo. Me doy cuenta de que internet siempre fue mi único lugar seguro. Tengo nostalgia de internet."
La perspectiva distópica y apocalíptica atraviesa las historias que se narran en cada capítulo de la novela: lluvias ácidas y enfermedades sumamente contagiosas son algunas de las situaciones a las que se enfrentan los personajes y que, por un lado, nos recuerdan a las circunstancias que vivimos desde marzo del 2020, y, por otro, nos permiten reflexionar acerca de nuestro actuar en los momentos límite:
Qué mal funcionamos los humanos cuando nuestra vida corre peligro. Nuestro instinto de supervivencia es idiota y egoísta. Gritando no vas a resolver nada, hermano. Me da pena eso.
Acá empieza a deshacerse el cielo es un libro heterogéneo y aventurado. Nos llena de preguntas sobre la escritura y sobre un futuro sumamente incierto, en medio de un cielo que se va cayendo a pedazos como una realidad que se resquebraja. "¿Por dónde va a empezar a deshacerse el cielo esta vez?".
4 de agosto, 2021
Acá empieza a deshacerse el cielo
Lucila Grossman
Marciana, 2021
194 págs.